viernes, 27 de junio de 2008

Tu puedes cambiar de forma total porque.....

NO ERES EL QUE CREES SER.

Podemos reprogramar nuestro cerebro para cambiar el comportamiento”

Hace algo más de veinte años, Joe Dispenza (aparece tambien en la pelicula “Y tú qué sabes”), fue arrollado por un todoterreno cuando participaba en un triatlón. El diagnóstico de los cuatro cirujanos que consultó coincidía, tenía que operarse inmediatamente, debían implantarle barras de Harrington (de 20 a 30 centímetros desde la base del cuello hasta la base de la columna), ya que la tomografía demostraba que la médula estaba lesionada y que podría quedarse paralizado en cualquier momento.

Dispenza, que era quiropráctico, sabía muy bien lo que eso significaba: una discapacidad permanente y, muy probablemente, con un dolor constante. Su decisión fue arriesgada: intentaría ayudar a su cuerpo a que se recuperara de manera natural, conocía bien todo lo concerniente a huesos y músculos e ideó un plan de acción que incluía autohipnosis, meditación, una dieta que ayudara a sus huesos a regenerarse y ciertos ejercicios en el agua. Se recuperó totalmente en un tiempo récord y decidió ahondar en el tema.


Durante ocho años, estudió las remisiones espontáneas de enfermedades y le sorprendieron tanto los resultados que decidió volver a la universidad para intentar explicar científicamente lo que había descubierto: el poder de nuestro cerebro como director ejecutivo del cuerpo.

“Podemos cambiar la mentalidad al crear nuevos cableados en el cerebro y
fortalecerlos con nuestro pensamiento”

¿Cómo empezó a interesarse por el cerebro?

He entrevistado a cientos de personas que han sido diagnosticadas con enfermedades -tumores malignos y benignos, enfermedades cardiacas, diabetes, alteraciones respiratorias, hipertensión arterial, colesterol alto, dolores músculo esqueléticos, raras alteraciones genéticas para las que la ciencia médica no tiene solución…-, pero cuyo cuerpo se ha regenerado por sí solo sin la ayuda de una intervención médica convencional, como la cirugía o los fármacos.

¿Milagro?

Observé que una de las causas principales de esas remisiones espontáneas era que habían cambiado su forma de pensar, así que volví a la universidad e hice la carrera de neurociencias para poder explicar qué es lo que ocurría. Cuando afirmo que nuestros pensamientos se convierten literalmente en materia, me baso en la más pura vanguardia científica. Básicamente, esos individuos cambiaron la arquitectura neurológica de su
cerebro.

Estimulante curiosidad la suya.

Todas esas personas que tenían una remisión espontánea compartían cuatro cualidades específicas. Lo primero es que todas aceptaron, creyeron y entendieron que había una inteligencia superior dentro de ellos, da igual si la calificaban de divina, espiritual o subconsciente. Lo segundo es que todas aceptaron que fueron sus propios pensamientos y sus propias reacciones las que crearon su enfermedad, y puedo hablar y citar estudios
sobre cualquiera de estos temas durante media hora. Hay un floreciente campo científico llamado psico-neuroinmunología que demuestra la conexión existente entre la mente y el cuerpo.

Le creo, pero avancemos en sus conclusiones.

La tercera característica común es que cada persona decidió reinventarse a sí misma para llegar a ser otro, y los estudios actuales en neurociencias muestran que esto es totalmente posible. Por último, tenían en común que durante el periodo en que intentaban meditar o imaginar en qué querían convertirse, hubo tiempos largos en que perdieron la noción
del tiempo y el espacio.

¿Y eso qué significa?

El lóbulo frontal representa un 40% ciento de la totalidad del cerebro, y cuando estamos de verdad concentrados o focalizados, el lóbulo frontal actúa como un control de volumen. Como tiene conexiones con todas las demás partes del cerebro, puedo rebajar el volumen del tiempo y del espacio. En otras palabras, los circuitos que tienen que ver con mover tu
cuerpo, sentirlo, percibir lo que hay fuera y percibir el tiempo pasan a un segundo plano, y el pensamiento se convierte en la experiencia en sí, es más real que cualquier otra cosa. De este modo el lóbulo frontal elimina todo lo que no es prioritario para focalizarse en un único pensamiento, y es en ese momento en que el cerebro rehace su cableado.

¿En qué se traduce?

Aquello en lo que pensamos y en lo que concentramos nuestra atención con
más frecuencia es lo que nos define a escala neurológica.

Un reciente estudio demuestra que las grandes ideas surgen cuando uno
está relajado, pensando en otras cosas.

Entre la intención y el rendirse. Antes se creía que la parte derecha del cerebro es la parte emocional o sentimental, el lado creativo, y la izquierda, la racional o lógica. Pero de hecho, el lado derecho del cerebro es el responsable de procesar la novedad cognitiva, las nuevas ideas que, cuando ya están memorizadas, cuando se convierten en familiares, pasan al lado izquierdo del cerebro. Es lo que conocemos como rutina cognitiva.

¿Cambiar las marchas del coche?

Todas esas cosas que hacemos sin pensar, sí. Esa es la razón de que cuando un neófito escucha música la oiga con el lado derecho del cerebro, pero un músico profesional lo haga con el izquierdo. Esto significa que tenemos la oportunidad de aprender cosas nuevas y recordarlas, es la manera que tiene la evolución de hacer conocido lo desconocido. Podemos cambiar nuestra mentalidad. Al crear nuevos cableados y fortalecerlos con nuestro pensamiento, dándoles prioridad, los que no utilizamos tienden a
desaparecer.

Usted habla de inteligencia espiritual, ¿qué es eso, cómo lo explica desde un punto de vista científico?

No hay nada místico en ello. Se trata de la misma inteligencia que organiza y regula todas las funciones corporales. Esta fuerza hace que nuestro corazón lata ininterrumpidamente unas cien mil veces cada día sin que nosotros pensemos siquiera en ello, y se encarga de las sesenta y siete funciones del hígado, aunque la mayoría de la gente ni siquiera sabe que ese órgano realiza tantas tareas. Esta inteligencia sabe cómo mantener el orden entre las células, los tejidos, los órganos y los sistemas corporales, porque ha sido ella quien ha creado el cuerpo a partir de dos células individuales.

¿El poder que da origen al cuerpo es el poder que lo mantiene y lo sana?

El cerebro no puede cambiar el cerebro porque es sólo un órgano, y la mente no puede cambiar el cerebro porque es un producto del cerebro. Así que tiene que existir algo que está operando en el cerebro para que cambie la mentalidad.

¿Cómo define ese algo?

Ja, ja, ja, esa es una pregunta muy filosófica, dos botellas de vino y quizá cuatro horas, porque se trata de la búsqueda del ser. Pero por el momento es curiosamente la ciencia la que nos permite explicar que efectivamente tenemos control sobre nuestra mente y nuestro cerebro, es decir, que no somos un efecto de nuestros procesos biológicos sino una causa. Básicamente, más allá de mis estudios sobre las remisiones espontáneas de enfermedades, lo que intento transmitirle es que nuestros pensamientos provocan reacciones químicas que nos llevan a la adicción de comportamientos y sensaciones y que cuando aprendemos cómo se crean esos malos hábitos, no sólo podemos romperlos, sino también reprogramar y desarrollar nuestro cerebro para que aparezcan en nuestra vida
comportamientos nuevos.

¿Y la predestinación genética?

La investigación científica de vanguardia está mostrando que la genética tiene la misma plasticidad que el cerebro. Los genes son como interruptores, y es el estado químico en que vivimos el que hace que algunos estén encendidos y otros apagados. Se ha realizado un estudio muy interesante en Japón con enfermos dependientes de la insulina tipo dos
que mostraba cómo los enfermos sometidos a programas de comedia normalizaban su nivel de azúcar en sangre sin necesidad de insulina. Veinticuatro genes activados sólo por el hecho de reírse. Los genes son igual de plásticos que nuestro tejido neuronal.

¿Cada vez que pensamos fabricamos sustancias químicas?

Así es, y estas sustancias a su vez son señales que nos permiten sentir exactamente cómo estábamos pensando. Así que si tienes un pensamiento de infelicidad, al cabo de unos segundos te sientes infeliz. El problema es que en el momento en que empezamos a sentir de la manera en que pensamos, empezamos a pensar de la manera en que nos sentimos, y eso produce aún más química.

Un círculo vicioso.

Sí, y así se crea lo que llamamos el estado de ser. La repetición de estas señales hace que algunos genes estén activados y otros apagados. Memorizamos este estado como nuestra personalidad, así que la persona dice: “Soy una persona infeliz, negativa, o llena de culpa”, pero en realidad lo único que ha hecho es memorizar su continuidad química y
definirse como tal. Nuestro organismo se acostumbra al nivel de sustancias químicas que circulan por nuestro torrente sanguíneo, rodean nuestras células o inundan nuestro cerebro. Cualquier perturbación en la composición química constante, regular y confortable de nuestro cuerpo dará como resultado un malestar.

Estamos enganchados a nuestra química interna.

Sí, haremos prácticamente todo lo que esté en nuestra mano, tanto consciente como inconscientemente y a partir de lo que sentimos, para restaurar nuestro equilibrio químico acostumbrado. Es cuando el cuerpo ya manda sobre la mente.

¿Propone cambiar la química cerebral con nuestro pensamiento?

Es una parte de mi trabajo, no se trata sólo de cambiar la química cerebral, también los circuitos cerebrales, el cableado. Si podemos forzar al cerebro a pensar con otros patrones o secuencias, estamos creando una nueva mente. El principio de la neurociencia es que si las células neuronales se activan conjuntamente, se entrelazan creando una conexión más permanente. Una persona ante una situación, por nueva que sea, recurre a esa conexión, es decir, repite el mismo pensamiento una y otra vez y da las mismas respuestas, su cerebro no cambia, vive con la misma mente cada día.

¿Cómo interrumpir el ciclo?

A través del proceso de conocimiento y de la experiencia podemos cambiar el cerebro. Es buena idea examinar constantemente qué podemos cambiar dentro de nosotros. Si cada mañana nos planteáramos cuál es la mejor idea que podemos tener de nosotros mismos, tendríamos otro tipo de mundo.

¿Qué preguntas debemos hacernos para sentir de otra manera?

La mayoría de las personas cree que las emociones son reales.. Las emociones y los sentimientos son el producto final, el resultado de nuestras experiencias. Si no hay experiencias nuevas o vividas de otra manera, vivimos siempre en la actualización de sentimientos pasados. Se trata del mismo proceso químico vez tras vez. Una pregunta que ayudaría a cambiarnos es: ¿qué sentimiento tengo cada día que me sirve de excusa
para no cambiar? Si las personas empiezan a decirse: yo puedo eliminar la culpa, la vergüenza, las sensaciones de no merecer, de no valer….; si podemos eliminar esos estados emocionales destructivos, empezamos a liberarnos, porque son estos estados emocionales los que nos impulsan a comportarnos como animales con grandes almacenes de recuerdos. ¿Cuál es el mayor ideal de mí mismo? ¿Qué puedo cambiar de mí mismo para ser mejor persona? ¿A quién en la historia admiro y qué quiero emular?

Pero saber quién quieres ser no es suficiente para cambiar tu cableado.

No. El conocimiento es lo que precede a la experiencia. Aprender una información es personalizarla y aplicarla. Debemos modificar nuestro comportamiento para poder tener una nueva experiencia que a su vez crea nuevas emociones. El conocimiento es para la mente; la experiencia, para el cuerpo. Tenemos que enseñar al cuerpo lo que la mente ha entendido intelectualmente. Si seguimos repitiendo esa experiencia, se archiva en un sistema nuevo en el cerebro, y eso permite pasar del pensar al hacer, al ser.

El siguiente paso es cambiar hábitos de comportamiento, tiene que haber acción.

El hábito más grande que tenemos que romper es el de ser nosotros mismos, porque la neurociencia y la psicología dicen que la personalidad ya esta formada antes de los 35 años, eso significa que tenemos los circuitos hechos para poder enfrentarnos a cualquier situación y, por lo tanto, vamos a pensar, a sentir y actuar de la misma manera el resto de nuestros días. Pero los últimos estudios muestran que es posible cambiar la personalidad en todas las etapas de la vida, para eso hay que convertir el hábito inconsciente en algo consciente, llegar a tener conciencia de esos pensamientos y sentimientos inconscientes.

¿Eso son 20 años de psicoanálisis?

Aunque llegues a entender intelectualmente que tu padre era muy dominante, eso no cambia tu condición. El primer paso siempre es aprender. Mientras vamos aprendiendo nueva información y empezamos a pensarla, la contrastamos con nuestras creencias y la analizamos, estamos cambiando nuestro cableado, construyendo una nueva mente. Una vez esa nueva mente está establecida, tenemos que empezar a pensar cómo mostrarla, y ahí entra el cuerpo. Cualquier proceso de cambio requiere el desaprender y el reaprender.

El cerebro humano es un órgano de colosal plasticidad, y hoy estamos aprendiendo a estimularlo, enriquecerlo, desplegarlo. Y no sólo en sus capacidades intelectivas, sino también en las emocionales. Y en las bioquímicas: podemos aprender a modularlo para producir duchas hormonales que te refuercen el sistema inmunológico. ¿Consistirá la medicina del futuro en ese autocontrol de los recursos de la mente sobre la materia, sobre el propio cuerpo, y a eso le llamaremos salud? Dispenza se dedica al desarrollo del cerebro y la autoconciencia, como explica en el libro y la película ´¿¡Y tú qué sabes!?´, igual que en una charla impartida en el colegio mayor Sant Jordi de la Universitat de Barcelona, organizado por L´Ambar y el Cineforum Spiritual Vision.

-¿Qué es una remisión espontánea?

- La súbita reversión de una enfermedad: el enfermo sana de una dolencia sin explicación médica convincente.

- ¿Se dan a menudo curaciones de este tipo?

- Sí se dan. Yo he presenciado casos espectaculares. Y tengo una buena noticia: podrían darse más a menudo.

- ¿Por qué?

- He estudiado a muchas personas que experimentaron asombrosas remisiones de graves enfermedades... y he constatado en ellas ciertos aspectos comunes.

- ¿Cosas que podemos aplicarnos todos, entonces?

- ¡O intentarlo, al menos! Porque esas remisiones no fueron tan espontáneas...

- Le escucho: ¿qué había en común entre esas personas?

- Todas aceptaron que sus modos de pensar y sentir ( "he estado enfadado, odiando, envidiando..."), sus actitudes vitales, en suma, les habían ocasionado desequilibrios y disfunciones, les habían dañado la salud.

- Ah, eso no es nada fácil de aceptar...

- Pero se puede. Y uno puede buscar tiempo para empezar a ejercitarse en crear pensamientos grandes y felices: ¡eso está comprobado que estimula el sistema inmunológico, que estimula una neuroquímica salutífera!

- ¿Qué más hicieron esas personas?

- Empezaron a formularse preguntas importantes: ¿a qué persona o gran personaje admiro?, ¿a quién conozco que sea feliz, para ser igual?, ¿qué debo cambiar en mí para vivir con alegría?

- ¿Basta con pensar en eso?

- Es que, además, se concentraron en pensar en la nueva persona que querían ser. ¡Y eso genera ya redes neuronales nuevas!

- ¿Estaban ya cambiando, mejorando?

- Sin duda. Pero había algo más: todos aceptaron que la inteligencia de la vida, la inteligencia universal latía en ellos, y que podían reconectarse a ella.

- Suena ya demasiado místico, abstracto...

- ¡Es de una lógica radical! Mira: cada segundo pierdes diez millones de células... ¡Ahora mismo! ¿Estabas pensando en hacerlo?

- No.

- Hay un montón de células que deciden nacer y morir a cada segundo del día y de la noche, que deciden mantener tu corazón latiendo, todos tus órganos funcionando... ¿Controla todo esto tu inteligencia racional?

- No.

- ¡Pues ésa es la activa inteligencia de la vida a la que me refería! ¿Ves? La aceptas: puedes conectarte, encajarte en ella.

- ¿Y cómo lograr encajarme en ella?

- Hoy sabemos que la meditación es muy eficaz... Y hay algo que yo practico: cada mañana, al levantarme, pienso en quién quiero ser, escojo qué quiero para ese día, para mi vida, qué ideales persigo... ¡y todo eso lo siento dentro de mí como si ya fuese real!

- ¿Y qué sucede, señor Dispenza?

- ¡Que vivo días asombrosos! Y que vivo todos los días como si lo fuesen.

- ¿Está sugiriéndome que puedo crear mi realidad?

- Todas las personas que hicieron algo grande fueron personas que vivieron en una visión, en una realidad en la que creían. Y, de este modo, la crearon.

- Eso no es muy científico.

- En tal caso, las partículas elementales tampoco son muy científicas...

- ¿Por qué lo dice?

- ¡Porque se comportan contrariando las leyes de la física mecánica! Para empezar: donde todo parece sólido, ¿qué hay?

- ¿Qué hay?

- ¡Abismos de vacío!

- Muy poético.

- No, no, es mera realidad: en el átomo, entre los electrones y el núcleo, hay inmensidades de vacío; y entre los protones y neutrones del núcleo del átomo, hay más inmensidades de vacío... O sea, los ladrillos de la materia... están vacíos. ¡La materia es mero vacío!

- ¿Alguna otra enseñanza de física cuántica que quiera transmitirme?

- Que mente y materia no están separadas. Los humanos, pues, podemos usar la mente subjetiva para influir en el mundo objetivo.

- No es poco trabajo...

- ¡De hecho, lo hemos hecho durante siglos sin darnos cuenta!

- ¿Ah, sí? ¿Cómo?

- Al rezar.

- ¿Propone que recemos?

- Orar es esto: cerrar los ojos y pensar. Y para eso no se necesita a Alá, Yahvé, Dios ni nada de eso: se basta uno. Esto es lo que propongo: ¡experimenta! Haz de tu vida tu propio experimento científico.

- Despidámonos con algún ejemplo de experimento.

- Una vez tomé a dos personas: una estiraba con un dedo un cordel durante una hora al día, durante cinco días a la semana, durante cuatro semanas. Su dedo ganó un 30% más de fuerza. La segunda persona hizo lo mismo... pero sólo mentalmente.

- ¿Y?

- ¡Su dedo ganó un 22% más de fuerza!

- ¿Sin tocar el cordel?

- Sin tocar el cordel.

- Vaya...

- Lo físico es metáfora de los psíquico. Está todo imbricado, es en el fondo lo mismo. Insisto: ¡experimenta! Enriquece tu vida con experiencias nuevas. Créalas en tu cerebro. Crea realidad con tu mente, y verifícala luego en tu entorno. Serás creador. ¡Todos lo somos! Basta con conectar con esa inteligencia cósmica de la vida, con esa mente total. Enriquécete, enriquécete...

joe dispenza:

www.joedispenza.com

Tengo 46 años. Nací en Nueva York y vivo en Rainier (Washington). Estoy casado en segundas nupcias, y comparto cinco hijos. ¿Política? Creo en el derecho divino de todo ser humano a buscar su felicidad. ¿Dios? La esencia inmanente que da vida a todo. Cada segundo pierdes diez millones de células: la vida actúa en ti, ¡acéptala!

titulo en ingles:
Evolve your brain. The science of changing your mind"

domingo, 1 de junio de 2008

Que podemos hacer

UNA AUTENTICA CULTURA PLANETARIA
algunos tips:

Abandona la tv, y sobre todo la basura que viene de Hollywood - pentagono. (ya sabemos que Hollywood tiene oficina en el pentagono y el pentagono en Hollywood). No permitas que la realidad sea "creada" por los mass media.

El gran desafio es conseguir un mundo sostenible, un mundo en el que la gente no quiera comprar
Gilles Lipovetsky - pensador


Come productos organicos y a ser posible producidos de forma local

Procura "pasar" de llevar a tus hijos a Disneylandia , centros comerciales y grandes superficies , prefiere una montaña, un valle , una playa o una granja para aprender a vivir en nuestro autentico medio . Eso si son GRANDES SUPERFICIES.

Toma conciencia de quienes nos manipulan y pasa la voz (joanfliz.blogspot.com)

Escucha a los sabios y olvida las religiones (sus biblias han sido escritas con leyendas y mitos mucho mas antiguos y ricos que han sido cortados y limitados a un solo libro)

La verdad finalmente esta en el silencio dentro de cada ser humano .
Si no la encuentras ahi , nunca la encontraras en ninguna parte

El coche es un trasto bastante mas incomodo de lo que parece y violenta con su ruido , sus humos y su ocupacion de las ciudades y campos a los que deztroza y deshumaniza. Cuanto menos se use mejor y si se esta preparado, quitarselo de en medio definitivamente.

Decide de una manera consciente una vida de sencillez que se contraponga al consumismo.
Se puede vivir mejor con menos, dando más importancia al ser que al tener y al parecer.

Cultiva los valores intangibles, es decir, los bienes relacionados con la espiritualidad, la gratuidad, la solidaridad, la cooperación y la belleza, como los encuentros personales, los intercambios de experiencias, el cultivo de las artes, de la música...

Más que parte del problema, considérate parte de su solución.



Alejate de la medicina de laboratorio :
Esta basada en la enfermedad como negocio y no esta interesada ni remotamente en tu salud.
Es un lastre para todos los gobiernos del mundo que se vean "presionados" a pagar enormes sumas a laboratorios multinacionales por sus "servicios".
La salud tiene que ver con la higiene, la variedad en los alimentos, el descanso , las vacaciones.....
y nada que ver con vacunas , antibioticos y demas monsergas.
Educar en lugar de recetar

No corrompas a tu hijo enseñandole a apreciar mas a los que piensan como el, que a los que piensan de forma diferente.

Y si plantas una huerta y proteges y mantienes semillas autoctonas seras ya todo un revolucionario.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Porque hay esperanza

El impacto del 68

Mil novecientos sesenta y ocho fue un momento emocionante dentro de un movimiento mucho más extenso.

A su vez, el 68 engendró en sí mismo un amplio espectro de movimientos. Sin el 68 no habría existido, por ejemplo, un movimiento de solidaridad internacional globalizado. Fue enorme en términos de derechos humanos, derechos étnicos y además como precursor de la conciencia sobre el medio ambiente.

Los «papeles del Pentágono» (las 7.000 páginas del informe secreto del gobierno de Estados Unidos sobre la guerra de Vietnam) son una prueba de esto:

Los papeles del Pentágono nos dicen que por miedo al creciente malestar de los ciudadanos, el gobierno se vio obligado a poner fin a la guerra. Además no estaba seguro de que pudiera disponer de suficientes tropas para enviar a Vietnam y al mismo tiempo para reprimir los disturbios en el frente doméstico.

Una de las reacciones más interesantes de las que sobrevinieron en 1968 fue la primera comunicación de la Comisión Trilateral (organización creada por Rockefeller compuesta de empresarios, banqueros, altos cargos de las administraciones políticas, ideólogos y teóricos de la nueva derecha - think tanks- y dirigentes sindicales de marcado tinte "anticomunista"), que pensaba en «una crisis de la democracia» debido a la EXCESIVA participación de las masas.

En las postrimerías de los años 60 se suponía que las masas debían ser pasivas, no se escuchaban sus voces y no podían entrar en la escena pública.
Cuando lo hicieron, el hecho se calificó de «exceso de democracia» y la gente temió que esas manifestaciones ejercieran demasiada presión sobre el sistema.

El único que no expresó demasiado sus opiniones fue el grupo corporativo empresarial ...logicamente.

La Comisión hizo un llamamiento a la "MODERACION" en la democracia y al retorno a la pasividad, señaló que «las instituciones encargadas del adoctrinamiento», como las escuelas y las iglesias, (el cine, los medios de "informacon") no estaban haciendo bien su trabajo y debían hacerlo de forma más agresiva. (justo lo que tenemos desde los años 80.s sobre todo)

El ala más reaccionaria fue más violenta ante los acontecimientos del 68. En aquel momento trataron de reprimir la democracia y en parte lo lograron, aunque no realmente, ya que el movimiento social de activistas creció.

En 1968, por ejemplo, era inimaginable que se llegaría a crear, en 1980, un grupo de solidaridad internacional.

Actualmente, la democracia es incluso más fuerte que en 1968. Hay que recordar que al principio de la guerra de Vietnam no hubo oposición. La oposición se desarrolló, pero sólo seis años después, cuando John F. Kennedy atacó Vietnam del Sur y creció el número de víctimas.

En cambio, en la guerra de Iraq, la oposición ha estado presente desde el principio, incluso antes de que se iniciara el primer ataque. La guerra de Iraq es el primer conflicto de la historia occidental en el que ha habido manifestaciones masivas contra una guerra incluso antes de que comenzara.

También hay otras diferencias.

En 1968, sólo se discutía la salida de Vietnam de forma marginal. Actualmente todos los candidatos a la presidencia se refieren a la retirada de Iraq como una posibilidad política real.

Actualmente también hay un mayor rechazo a la opresión del que había entonces. EEUU solía promover o apoyar rutinariamente los golpes de estado en América Latina.

Pero la última vez que los estadounidenses apoyaron un golpe de Estado, en 2002 en Venezuela, tuvieron que dar marcha atrás rápidamente por la fuerte oposición pública. Sencillamente no pueden hacer las cosas que hacían antes.

Por eso pienso que el impacto del 68 ha sido duradero y, definitivamente, ha dado resultados positivos.
Noam Chomsky

http://www.chomsky.info/articles/20080508.htm

sábado, 10 de mayo de 2008

PERIODISMO de investigacion AUTENTICO

En nuestra época de grandes grupos mediáticos y de sustitución de la información por el espectáculo, la labor del informador veraz e independiente adquiere una importancia capital para despertar conciencias y movilizar voluntades.
Para ilustrarlo, John Pilger ha compilado una antología que reúne lo mejor que ha dado de sí el periodismo desde la Segunda Guerra Mundial. Una excelente recopilación de artículos de Robert Fisk, Anna Politkovskaya, Martha Gellhorn, Günter Wallraff, Seymour Hersh....que constituyen un homenaje a la información fidedigna y responsable, basada en la observación y en principios ÉTICOS.
Se recogen grandes hitos del periodismo y de la lucha contra la manipulación.

Uno de los capítulos ejemplo transcribe guiones de programas de la CBS con los que Edward R. Murrow entró en la historia del periodismo, de la televisión y de la decencia profesional denunciando el macartismo.

En otro nos muestra el gran montaje que fue el caso Lockerbie - avion que fue volado en el aire y murieron todos sus pasajeros- en el que se echo finalmente la culpa a Libia - Gadafi .....cuando éste no tenia nada que ver en un asunto que involucraba a la CIA y al trafico de heroina entre otros.

El resto del libro no defrauda. Es un libro indispensable y debería ser de lectura obligada para todos los periodistas y escuelas de periodismo.

EL BARCO DE LA PAZ - "Peace Boat"


Peace Boat es una organización no gubernamental japonesa que desarrolla nuevas formas de encarar desafíos globales, viajando por el mundo en barco.

Sus viajes tienen un contenido educativo y buscan crear conciencia a través del intercambio de experiencias con gente de otras partes del mundo,


Con bandera de la organización no gubernamental de origen japonés asentada en Yokohama, "Peace Boat" se define como un espacio neutral entre fronteras, "una aldea flotante" para promover ideas pacifistas y solidarias en las comunidades que visita.

Recorre el mundo unas tres veces al año, incluyendo programas de educación para la paz y la resolución de conflictos, en la creencia de que los actos bélicos no contribuyen a la civilización.

En su programa actividades incluye información, promoción, intercambio y educación ambiental, abordando problemas ambientales y sociales. Todo ello con el propósito de reforzar lazos de solidaridad y de trabajo conjunto internacional.

TURISMO RESPONSABLE:

Si bien el Barco de La Paz transporta gente que visita muchos países, esto no significa que sus pasajeros viajen sólo en calidad de turistas, porque a bordo de este medio de transporte aprenden y estudian temas sobre los derechos humanos, medio ambiente y desarrollo sostenible.

Cada año suelen organizarse tres viajes alrededor del mundo y un crucero regional en Asia. En los cruceros por el mundo, que duran un promedio de tres meses, se visitan entre 15 y 20 países, con una media de 900 participantes a bordo.

El barco, es un espacio neutral que no conoce fronteras, se convierte en una comunidad flotante por la paz; esta atmósfera, y las actividades desarrolladas en el viaje, estimulan la convivencia y posibilitan el diálogo directo entre todos los que están a bordo, y entre los participantes y las personas de los puertos.

Los programas, tanto en los puertos como a bordo, exploran los aspectos principales de nuestra actividad: paz, derechos humanos, sustentabilidad y respeto por el medio ambiente. De esta forma, pretendemos desarrollar el viaje como una herramienta por la paz y la sustentabilidad.

Se invita a conferencistas, activistas, académicos y otros profesionales para que en el barco ofrezcan conferencias y expongan la realidad económica, política y social de cada país que visitan.

Después forman parte de programas de intercambio y de estudios cuando llegan a su país.
“La gente en el barco viaja pero también estudia y quieren conocer y aprender la realidad de cada país.

Peace Boat cree que viajar puede ser una herramienta para promover cambios sociales y políticos positivos, y pretende crear e implementar mejores prácticas en turismo responsable y en lo que llamamos “viajes por la paz y la sustentabilidad”.

La selección de sus destinos viene determinada por consideraciones socio-políticas, y no por intereses comerciales. Nuestras alianzas con organizaciones y agencias de viajes locales reflejan nuestro esfuerzo por utilizar el turismo de una manera progresiva y educativa, y por contribuir a la sustentabilidad y la paz globales.

La Universidad Global es uno de los espacios de acción que funciona a bordo de la embarcación y consiste en un programa intensivo de estudios sobre la paz, que combina la enseñanza formal con trabajos de campo en las regiones visitadas.
........................................................................link PEACE BOAT

miércoles, 16 de abril de 2008

El DE-CRECIMIENTO - el sentido comun en practica

El decrecimiento económico, una verdadera alternativa a la crisis ambiental

GUSTAVO DUCH GUILLOT

El decrecimiento

Nos recuerda John Berger que la peor preocupación que enfrenta nuestra sociedad es la de tener invadidos el espíritu y el pensamiento. Que debemos prestar una atención cuidadosa a lo que nos circunda. La celebración del día sin coches es una posibilidad de hacer dicho ejercicio, pues la invasión de vehículos es uno de los mejores ejemplos para entender por qué nuestra sociedad corre sin rumbo fijo, derrocha sus posibilidades energéticas y entiende que más (más nuevo, más grande, con más cilindrada) es igual a mejor. Por ello, con acierto, se ha vinculado a esa celebración un nuevo concepto político que deberemos tener muy en cuenta, el decrecimiento.

La agricultura que nos alimenta, ejemplo de crecimiento capitalista, es hoy lamentable

De alguna manera que a mí se me escapa existe un pensamiento dominante que relaciona directamente crecimiento económico (más producción, más consumo) con desarrollo, con prosperidad e incluso (aquí se disparan mis alarmas) como remedio contra las desigualdades. Tanto nos han invadido el pensamiento con la idea de que hay una relación directa entre crecimiento y desarrollo, que incluso algunos autores alternativos enfrascados en estos temas no aceptan ya terminologías sucedáneas, como desarrollo sostenible, desarrollo local, endodesarrollo o desarrollo humano, argumentando que es palabrería para disfrazar al lobo. Son propuestas que pueden nacer de buenos propósitos, asegurar un equilibrio social, respetar y preservar el medio ambiente, etcétera, pero que -dicen- no cuestionan el modelo de crecimiento según acumulación, el crecimiento capitalista.

La fascinación por el cuento del crecimiento económico es tal que Serge Latouche, explica:

"consideramos positivo cualquier producción y cualquier gasto incluso cuando la producción es perjudicial... En materia de desarrollo el precio que hay que pagar en el plano social y humano es a menudo enorme". La agricultura que nos alimenta hoy en día es, lamentable, un buen ejemplo de lo que significa priorizar el crecimiento capitalista. Su desarrollo ha sobrepasado en términos globales la satisfacción de las necesidades de la población mundial (aunque el hambre siga afectando a millones de personas) pero sigue imparable, impulsada por la necesidad de generar, no alimentos, sino crecimiento económico. Así, en muchos países del Sur se ha implantado la agricultura de los agronegocios donde sólo importan los volúmenes de producción sin medir las consecuencias: el aumento de las zonas de cultivo a base de deforestación, la desaparición de muchos puestos de trabajo, una agricultura petrodependiente corresponsable del cambio climático, concentración de tierras y rentas, pérdida de biodiversidad y más.

Puede ser difícil de aceptar, pero desde el punto de vista ecológico no hay posibilidad alguna de mantener un planeta con recursos finitos basándonos en modelos de crecimiento ilimitado. No existe tierra cultivable suficiente para mantener una agricultura produccionista que alimente a las personas, alimente a la ganadería intensiva, y que -como nos explican ahora- genere la energía del futuro, los biocombustibles. No podemos aceptar más políticas de crecimiento económico sabiendo que esconde la generación de pobreza y compromete la vida de las generaciones futuras. Entonces, aparece la propuesta y la necesidad de pensar en el decrecimiento: supeditar el mercado a la sociedad, sustituir la competencia por la cooperación, acomodar la economía a la economía de la naturaleza y del sustento, para poder estar en condiciones de retomar el control de nuestras vidas. La ciudadanía del mundo no pierde nada, pierden las corporaciones. El decrecimiento nos llevará a vivir mejor con menos: menos comida basura, menos estrés, menos pleitesía al consumo. Y también aquí el modelo agrícola puede ilustrar bien estas propuestas. Devolver el control de la agricultura a los campesinos, que con la complicidad del resto de la sociedad, aseguren mediante modelos productivos ecológicos (donde los ecosistemas no están al servicio de la economía, sino al revés), consumo de temporada y distribución en mercados locales de alimentos sanos. Apostar por el decrecimiento es encarrilarse en un nuevo rumbo, donde más gente encontrará lugares de vida y trabajo que sin dañar el medio ambiente y sin competir y empobrecer otras regiones, puedan asegurar alimentos de buena calidad y buenos sabores para nosotros, las poblaciones del Sur y las futuras generaciones.

Gustavo Duch Guillot es director de Veterinarios Sin Fronteras.

-----------POR UNA SOCIEDAD DE DECRECIMIENTO

Este artículo habla de decrecimiento. Para el autor del artículo, el crecimiento económico, lleva en sí mismo el germen del caos. No hay otra solución que el decrecimiento. Parece una utopía, ciertamente, pero el concepto tiene el mérito de llamar la atención sobre algo que se lleva diciendo desde hace cierto tiempo: hay que bajar el pistón. Un desarrollo sin límites nos lleva a la catástrofe. El argumento parte del análisis de la realidad. Los límites del crecimiento están trazados por la misma biosfera: Después de algunas décadas de derroche frenético, parece ser que entramos en la zona de las tormentas en sentido literal y figurado… El desorden climático viene acompañado por las guerras del petróleo, a las que seguirán las guerras por el agua, pero también posibles pandemias, desaparición de especies vegetales y animales esenciales, raíz de catástrofes biogenéticas previsibles. En estas condiciones, la sociedad de crecimiento no es sostenible, ni deseable. Es pues urgente pensar en una sociedad de “decrecimiento” en lo posible serena y amigable”.

Agustín Arteche

El 14 de febrero de 2002, en Silver Spring, frente a las autoridades estadounidenses de meteorología, George Bush declaraba lo siguiente: El crecimiento es la solución, no es el problema”. “El crecimiento es la clave del progreso ecológico, porque provee los recursos que permiten invertir en las tecnologías no contaminantes”.

En el fondo esta posición “pro-crecimiento” es igualmente compartida por la izquierda, e incluso por muchos alter-mundialistas que consideran que el crecimiento es también la solución del problema social porque crea empleos y favorece una distribución más equitativa.

Después de algunas décadas de derroche frenético, parece ser que entramos en la zona de las tormentas en sentido literal y figurado… El desorden climático viene acompañado por las guerras del petróleo, a las que seguirán las guerras por el agua, pero también posibles pandemias, desaparición de especies vegetales y animales esenciales a raíz de catástrofes biogenéticas previsibles.

En estas condiciones, la sociedad de crecimiento no es sostenible, ni deseable. Es pues urgente pensar en una sociedad de “decrecimiento” en lo posible serena y amigable.

Cabe definir a la sociedad de crecimiento como una sociedad dominada precisamente por una economía de crecimiento, y que tiende a dejarse absorber en ella. El crecimiento por el crecimiento se convierte así en el objetivo primordial, si no el único de la vida. Semejante sociedad no es sostenible, ya que se topa con los límites de la biosfera. Si tomamos como índice del “peso” ambiental de nuestro modo de vida, “su huella” ecológica en superficie terrestre necesaria, obtenemos resultados insostenibles tanto desde el punto de vista de la equidad en los derechos de absorción de la naturaleza como desde el punto de vista de la capacidad de regeneración de la biosfera. Un ciudadano de Estados Unidos consume en promedio 8,6 hectáreas, un canadiense 7,2, un europeo medio 4,5. Estamos muy lejos de la igualdad planetaria y más aún de un modo de civilización duradero que necesitaría restringirse a 1,4 hectáreas, admitiendo que la población actual se mantuviera estable.

Para conciliar los dos imperativos contradictorios: el crecimiento y el respeto por el medio ambiente, los expertos piensan encontrar la poción mágica en la “ecoeficiencia” pieza central y a decir verdad única base seria del “desarrollo duradero”. Se trata de reducir progresivamente el impacto ecológico y la amplitud de la extracción de los recursos naturales para alcanzar un nivel compatible con la capacidad admitida de carga del planeta.

Si nos atenemos a Ivan Illich, la desaparición programada de la sociedad de crecimiento no es necesariamente una mala noticia. “La buena noticia es que, no es necesario evitar los efectos secundarios negativos de algo que en sí mismo sería bueno por lo que tenemos que renunciar a nuestro modo de vida, _ como si tuviéramos que dirimir entre el placer de un plato exquisito y los riesgos aferentes. No. Sucede que el plato es intrínsecamente malo, y que seríamos mucho más felices si nos alejáremos de él. Vivir de otro modo para vivir mejor”.

La sociedad de crecimiento no es deseable al menos por tres razones: genera un aumento de las desigualdades y las injusticias, crea un bienestar ampliamente ilusorio, y a los mismos “ricos” no les asegura una sociedad amigable sino una anti-sociedad enferma de su riqueza.

La elevación del nivel de vida de que creen beneficiarse la mayoría de los ciudadanos del norte es cada vez más una ilusión. Es cierto que gastan más en términos de bienes y servicios comerciales, pero olvidan deducir de ello la elevación superior de los costes. Ésta toma diversas formas, comerciales y no comerciales: degradación de la calidad de vida, padecida aunque no cuantificada (aire, agua, medio ambiente), gastos de “compensación” y reparación (medicamentos, transportes, entretenimientos) que la vida moderna hace necesarios, elevación de los precios de productos que escasean (agua embotellada, energía, espacios vitales…)… Lo que equivale a decir que el crecimiento es un mito, incluso dentro del imaginario de la economía de bienestar, si no de la sociedad de consumo. Porque lo que crece por un lado decrece más fuertemente por el otro.

Herman Daly estableció un índice sintético, el Genuine Progress Indicator (GPI), que ajusta el Producto Interior Bruto (PIB) según las pérdidas debidas a la contaminación y degradación del medio ambiente. En el caso de los Estados Unidos, a partir de los años setenta el índice de progreso auténtico se estanca o incluso retrocede, mientras que el PIB aumenta. Lo que equivale a decir que, en esas condiciones, el crecimiento es un mito, porque lo que crece por un lado decrece más fuertemente por el otro. Desgraciadamente todo esto no basta para llevarnos a abandonar el bólido que nos conduce directamente a estrellarnos contra la pared y a embarcarnos en la dirección opuesta.

Entendámonos bien. El decrecimiento es una necesidad, no un principio, un ideal, ni el objetivo único de una sociedad del post-desarrollo y de otro mundo posible. La consigna del decrecimiento tiene por objeto sobre todo marcar con fuerza el abandono del objetivo insensato del crecimiento por el crecimiento. En particular, el decrecimiento no es el crecimiento negativo, expresión antinómica y absurda que traduce claramente la hegemonía del imaginario del crecimiento. Literalmente eso querría decir “avanzar retrocediendo”.

Sabemos que la simple desaceleración del crecimiento hunde a nuestras sociedades en la desesperación a causa del desempleo y el abandono de los programas sociales, culturales y ecológicos que aseguran un mínimo de calidad de vida. ¡Podemos imaginar la catástrofe que sería una tasa de crecimiento negativo! Así como no hay nada peor que una sociedad de trabajo sin trabajo, no hay nada peor que una sociedad de crecimiento sin crecimiento.

Una política de decrecimiento podría consistir en primer lugar en reducir o incluso suprimir el peso sobre el medio ambiente de las cargas que no aportan ninguna satisfacción. El cuestionamiento del importante volumen de los desplazados de hombres y mercancías por el planeta con el correspondiente impacto negativo, el no menos importante de la publicidad aturdidora y muchas veces nefasta, así como de la caducidad acelerada de los productos y aparatos desechables sin otra justificación que la de hacer girar cada vez más rápido la mega-máquina infernal, constituyen importantes reservas de decrecimiento en el consumo material. Así entendido, el decrecimiento no significa necesariamente una regresión de bienestar.

Para concebir una sociedad serena de decrecimiento y acceder a ella, hay que salir literalmente de la economía. Esto significa cuestionar la hegemonía de la economía sobre el resto de la vida en la teoría y en la práctica, pero sobre todo dentro de nuestras cabezas. Una condición previa es la feroz reducción del tiempo de trabajo impuesto para asegurar a todos un empleo satisfactorio. Ya en 1981, Jacques Ellul, uno de los primeros pensadores de una sociedad de decrecimiento, fijaba como objetivo para el trabajo no más de dos horas por día. Inspirándonos en la carta “Consumos y estilos de vida propuesta en el Foro de las Organizaciones No Gubernamentales de Río, podemos sintetizar todo esto en un programa de seis “R”: Reevaluar, Reestructurar, Redistribuir, Reducir, Reutilizar, Reciclar. Esos seis objetivos interdependientes ponen en marcha un círculo virtuoso de decrecimiento sereno, amigable y sustentable. Podríamos incluso alargar la lista de las “R” con: reeducar, reconvertir, redefinir, remodelar, repensar, etc., y por supuesto relocalizar, pero todas esas “R” están más o menos incluidas en las seis primeras.

Vemos enseguida cuáles son los valores que hay que priorizar y que deberían prevalecer sobre los valores dominantes actuales. El altruismo debería anteponerse al egoísmo, la cooperación a la competencia desenfrenada, el placer del ocio a la obsesión por el trabajo, la importancia de la vida social al consumo ilimitado, el gusto por el trabajo bien hecho a la eficiencia productiva, lo razonable a lo racional, etc. El problema es que los valores actuales son sistémicos. Esto significa que son suscitados y estimulados por el sistema y contribuyen a su vez a fortalecerlo. Por cierto, la elección de una ética personal diferente, como la sencillez voluntaria, puede modificar la tendencia y socavar las bases imaginarias del sistema, pero sin un cuestionamiento radical del mismo, el cambio corre el riesgo de ser limitado.

La limitación drástica de los ataques al medio ambiente y por ende de la producción de valores de cambio incorporados a soportes materiales físicos no implica necesariamente una limitación de la producción de valores de uso a través de productos inmateriales. Al menos en parte, éstos pueden conservar una forma comercial.

Así y todo, si bien el mercado y la ganancia pueden persistir como incitadores, ya no pueden ser los fundamentos del sistema. Podemos concebir medidas progresivas que constituyan etapas, pero es imposible decir si serán aceptadas pasivamente por los “privilegiados” que serían sus víctimas, ni por las actuales víctimas del sistema, que están mental o físicamente drogadas por él. Mientras tanto la inquietante canícula de 2003 en el sudoeste europeo hizo mucho más que todos nuestros argumentos para convencer de la necesidad de orientarse hacia una sociedad de decrecimiento. Así, para realizar la necesaria descolonización del imaginario, podemos contar muy ampliamente en el futuro con la pedagogía de las catástrofes.

Serge Latouche

Le Monde Diplomatique – Noviembre 2003
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Es muy difícil en los tiempos de consumismo desaforado y obsesión por el enriquecimiento personal abogar por un modelo de desarrollo que pivote en no seguir creciendo, mantener hábitos austeros y ralentizar el ritmo asfixiante de expolio de la naturaleza. El discurso dominante nos intenta persuadir que la “ecoeficiencia”, el “desarrollo sostenible” y la innovación tecnológica pueden lograr el milagro de los panes y los peces de continuar creciendo en un planeta finito, solo a base de poner algunos frenos a la ineficiencia y al despilfarro. Es hora de que los movimientos sociales más lúcidos se den cuenta de la falacia y del error: el incremento continuado del Producto Interior Bruto, la mayor generación de bienes y servicios, la acumulación constante del capital, es una perspectiva rechazable por más que intente disfrazarse de “amigable” con el medio natural y sostenible. Como reconoce Susan George, “cada 25 años la economía mundial se duplica; hay que terminar con esa idea de crecer sin parar o acabaremos con el planeta: sencillamente este sistema es insostenible”.

Con la teoría productivista, que afirma que la cantidad de recursos naturales requerida por unidad de producto disminuye con el progreso técnico, los economistas proclaman una “desmaterialización” de la producción que no es cierta. La extracción de materias primas sigue imperturbable, con el petróleo como hito, y el crecimiento demográfico y la expansión del comercio hacen trizas todos los propósitos de contener la degradación de la Tierra. Por otro lado, el Calentamiento Global repercute sobre todos los países y en mayor medida en los que menos responsabilidad tienen en el incremento del efecto invernadero: los países pobres o mejor dicho “desposeídos”. El aumento general de la brecha entre pobres y ricos contradice también la dudosa teoría según la cual el crecimiento económico es capaz de reducir las desigualdades y de reforzar la cohesión social. De los 6.500 millones de personas que habitan el planeta, mil millones siguen estancadas en la miseria, el hambre y la pobreza. Son los desposeídos que no tienen nada y que sobreviven con menos de un dólar al día. Forman lo que Paul Collier llama “el club de la miseria”. Mientras que la ola expansionista de los últimos años (veremos lo que pasa en la situación de desaceleración actual) ha conseguido mejorar rentas a muchos países “en vías de desarrollo”, África y parte de Asia han sufrido el empeoramiento de sus condiciones de vida, con estados calificados como fallidos. La combinación de lo que Kormondy llamaba las tres “p”, pollution, population y poverty, es decir, contaminación, crecimiento demográfico y pobreza, ha degradado su situación social y ambiental, alejándoles de los intercambios monetarios y comerciales.

Muchos de ellos padecen la llamada “maldición de los recursos”, o sea, países que con gran riqueza de recursos naturales no despegan, profundizando su atraso económico, la corrupción y la exclusión social. Es el caso de Nigeria y Guinea (petróleo) o de Sierra Leona (diamantes). Es un círculo vicioso, en el que la pobreza causa mal gobierno y el mal gobierno causa pobreza: una inercia terriblemente difícil de romper. Padecen la “globalización de la pobreza”, lo contrario del desarrollo y el progreso, o sea, la regresión y la primitivización.

Los informes del Worlwatch Institute nos dan cuenta anualmente de que el mundo está dividido entre una minoría que disfruta de alimentos abundantes, movilidad casi ilimitada, acceso a la tecnología de vanguardia y otras facilidades, y una mayoría con pocas oportunidades de superar las preocupaciones de la supervivencia diaria. También asistimos muchas veces a un intento de culpabilizar a las víctimas, incidiendo en la explotación que estos países realizan de sus tierras, bosques y recursos hídricos, cuando son los ricos los que más castigan al planeta con su estilo de vida contaminante, su consumo intensivo de materiales y su despilfarro obsceno. No podemos dejar de señalar además que el imparable gasto militar agrava la pobreza, la desigualdad social y la degradación ambiental, ya que los fondos invertidos en armamento y fuerzas militares no pueden utilizarse para combatir esos males. La globalización está siendo de mercancías y capitales, pero no de conocimiento ni de personas: el sistema internacional de comercio castiga con subsidios agrícolas a los agricultores de países pobres, que no pueden competir en igualdad de condiciones con los superprotegidos productos de los países ricos.

Nos quieren hacer creer que esta situación de subdesarrollo no es un resultado de la concentración de riqueza y la acumulación de capital consustanciales con el modelo capitalista vigente (el único existente en la actualidad, salvo los pintorescos casos de Cuba y Corea del Norte), cuando sabemos que la necesidad de crecer constantemente mientras se pueda genera desequilibrios económicos, sociales y políticos, además de destrucción ambiental. El fundamentalismo financiero y el dogmatismo del crecimiento a cualquier precio va dejando víctimas en los eslabones más débiles, el medio ambiente y los países empobrecidos.

El consumismo hoy domina la mente y los corazones de millones de personas, sustituyendo a la religión, a la familia y a la política. El consumo compulsivo de bienes es la causa principal de la degradación ambiental. El cambio tecnológico nos permite producir más de lo que demandamos y ofertar más de lo que necesitamos. El consumo y el crecimiento económico sin fin es el paradigma de la nueva religión, donde el aumento del consumo es una forma de vida necesaria para mantener la actividad económica y el empleo. Adición consumista y fundamentalismo financiero son los dos pilares ideológicos que sostienen el “tinglado de la farsa” del sistema de producción y consumo imperante. Clive Hamilton, en su revelador libro “El fetiche del crecimiento”, nos desvela el dilema al que debemos enfrentarnos: potenciar una sociedad materialmente rica e infeliz o iniciar el cambio hacia una más austera pero también más plena. Y aquí viene el corolario, porque una bioeconomía significaría, casi con certeza, un descenso de la tasa de crecimiento económico tal como se mide en la actualidad y con el tiempo una tasa negativa. Es empezar a diseñar una sociedad post-crecimiento. Asusta tener que renunciar a muchas seguridades y certezas, pero es la única fórmula de garantizar la perdurabilidad de los sistemas naturales y el disfrute de la calidad de vida.

Evidentemente no se trata de imponer la alternativa decreciente para todos, sino para los privilegiados, ese 20% de la población que explota el 80% de los recursos naturales del planeta. El otro 15-20% de desposeídos deberían crecer y desarrollarse, para lo cual la ayuda internacional, la asistencia tecnológica y la reposición de la deuda ecológica serían compromisos ineludibles. En el caso de los demás países, el compromiso de cambiar de modelo es claro para los llamados países emergentes (China, India, Brasil, ...), que están reproduciendo lo peor de nuestro desarrollo: tráfico motorizado creciente, urbanización incontrolada, explotación desmedida de combustibles fósiles, infraestructuras colosales, etc.

Los ingleses han llamado a este desafío downshifting, o sea, reducción de escala, ganar menos y consumir menos, compartiendo recursos. Es una utopía, sin duda, pero la única capaz de sacarnos del atolladero. La dificultad de ir contra corriente es máxima, porque la publicidad nos incita a consumir sin freno. Los gobiernos practican la esquizofrenia de exhortarnos a reducir, reutilizar y reciclar, pero no hacen nada para que las industrias sigan aumentando, desechando y vertiendo todo lo que quieren. Un ejemplo descarnado de esta contradicción lo tenemos en los premios Príncipe de Asturias, que igual reconocen el papel impagable de Al Gore contra el Cambio Climático, que recompensan a uno de los sectores de mayor responsabilidad en su agravamiento, el automovilístico, con el premio a Alonso y Schumacher.

La combinación del fetichismo del crecimiento, el consumo compulsivo y la explotación irreflexiva de la naturaleza, es la cara oculta de la globalización, nos advierte Hamilton. Frente a ello, consumir menos, trabajar menos y adoptar un ritmo más pausado, son la clave del bienestar. Si a esto le sumamos el compartir bienes y servicios, tenemos la clave de la equidad: “promover la calidad de la vida social e individual, en vez de rendirse a las demandas del mercado”.

Hoy es necesario un nuevo paradigma basado en la sostenibilidad, lo que supone satisfacer todas las necesidades básicas de todas las personas, y controlar el consumo antes de que éste nos controle. Entre las medidas más inmediatas hay que eliminar las subvenciones que perjudican el medio ambiente (un billón de dólares anuales que incentivan el consumo de agua, energía, plaguicidas, pescado, productos forestales y el uso del automóvil), realizar una profunda reforma ecológica de la fiscalidad, introducir criterios ecológicos y sociales en todas las compras de bienes y servicios de las administraciones públicas, nuevas normas y leyes encaminadas a promover la durabilidad, la reparación y la “actualización” de los productos en lugar de la obsolescencia programada, programas de etiquetado y promoción del consumo justo. Y todo ello dentro de una estrategia de “desmaterialización” de la economía, encaminada a satisfacer las necesidades sin socavar los pilares de nuestra existencia. Es la alternativa del Iº Worldwatch, a la que debemos añadir el decrecimiento económico en la línea apuntada, porque la mera “eficiencia” no nos sacará del atasco. Vivir bien con menos, según la fórmula de Jorge Riechmann. Y por delante de los intereses de empresas y gobiernos, “primero la gente”.

Una genuina sostenibilidad será la que logre transformar la economía para que pueda sostenerse a largo plazo, cumpliendo cuatro preceptos:

• Uso limitado de todos los recursos, a un ritmo que produzca niveles de residuos que el ecosistema pueda absorber.

• Explotación de los recursos renovables en proporciones que no sobrepasen la capacidad del ecosistema de regenerar tales recursos.

• Consumir los recursos no renovables en proporciones que no sobrepasen las tasas de desarrollo de recursos renovables sustitutivos.

• Decrecimiento económico y equidad global, de manera que exista un equilibrio perdurable entre población, recursos y medio ambiente.

Daniel López Marijuán, Ecologistas en Acción de Andalucía
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SIMPLICIDAD RADICAL

Imaginemos que nos encontramos en un bufé y somos los primeros de la cola. El banquete no solamente incluye agua y comida sino también los materiales necesarios para obtener refugio, ropas, sanidad y educación. ¿Cómo sabremos la cantidad que podemos coger? ¿Qué cantidad es la adecuada para dejar suficiente a los siguientes de la cola –no sólo los otros seis mil cuatrocientos millones de personas, sino también las demás especies de la vida salvaje y los que todavía han de nacer?

Mucha gente siente la necesidad de cambiar su propio estilo de vida como un modo tangible de transformar nuestra cultura insostenible. Simplicidad Radical es el primer libro en guiarnos hacía un objetivo personal de sostenibilidad y ofrecer un método para reducir nuestra huella ecológica y así ser más equitativos entre todas las personas, especies y generaciones. Utilizando tres herramientas, -incluidos los pasos de La Bolsa o la Vida y técnicas de Nuestra Huella Ecológica- el libro permite personalizar nuestro propio viaje hacia la sosteniblidad.
Una respuesta practica y personal a los desafíos del siglo XXI, Simplicidad radical atraerá a una gran variedad de personas, desde gente inmersa en una búsqueda espiritual, hasta políticos o profesionales de la acción sostenibilista.

Jim Merkel dejó su trabajo como ingeniero militar tras el desastre del Exxon Valdez, y desde entonces ha desarrollado herramientas para la sostenibilidad personal y del conjunto de la sociedad. Fundo el Global Living Project para promover ese trabajo, dirige talleres sobre el tema en Norteamérica, y vive en el estado de Vermont.
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http://www.decrecimiento.info/2009/02/carlos-taibo-inaki-gabilondo-y-arcadi.html
http://decrecimiento.blogspot.com/
http://www.decrecimiento.es/index.php?c=n.php&id=651&paraula=ecuador&paraula2=transgenicos

lunes, 14 de abril de 2008

UN HOMBRE FELIZ


"Corriendo, he descubierto la hermosura del mundo" -Serge Girard

Tengo 54 años. Soy corredor de ultrafondo: preparo la vuelta al mundo corriendo. Vivo con mi novia, Laurie, y tengo tres hijos, Incola (32), Thomas (17) y Sebastian (15).

¿Su última carrera?

La TransEurasia, el año pasado: atravesé Europa y Asia de punta a punta.

¿De dónde a dónde?

De París a Tokio: corrí los 19.000 kilómetros que las separan.

¿En cuánto tiempo?

En 260 días y 18 horas. Sin descansar ningún día. Es el récord.

¿Cuántos kilómetros corría cada día?

De 70 a 80 kilómetros por día. Unos dos maratones diarios.

¿Cuál es la etapa más larga que ha corrido sin parar?

Una vez, entrenándome, corrí 200 kilómetros sin parar, durante 24 horas seguidas.

¿Cómo se queda el cuerpo?

Duele. Pero el cuerpo es lo de menos: no se trata de algo físico, sino mental. ¡Es la mente la que lleva al cuerpo! Una mente entrenada te reporta todo el bienestar necesario.

¿Cómo entrena la mente?

Con técnicas de sofrología. Es como tener una cómoda mental: abro un cajón y saco una foto de mis hijos; abro otro y hay un paisaje relajante; otro, hay un color... Busco, abro, visiono... y alcanzo una paz absoluta.

¿A qué velocidad corrió?

A 9 km/ hora, 20 millones de zancadas.

¿Qué comía?

Cada cuatro kilómetros, agua e hidratos de carbono: arroz, patatas, barritas energéticas…

¿Cómo dormía?

En una autocaravana, diez horas seguidas. ¡El sueño regenera las células!

¿Qué carreras había hecho antes?

He cruzado ya todos los continentes: en el 2004 hice la TransÁfrica; el 2001, la Trans-Sudamérica; en 1999, la TransAustralia; y en 1997, la TransUSA, mi primera carrera transcontinental, cuando tenía 44 años.

¿Y antes de eso, qué?

Nada. No corría. Yo era asesor financiero.

¿Y qué mosca le picó?

Cosas personales que prefiero no explicar.

¿No? ¿No puede explicarme nada?

Lo que importa saber es que tomé conciencia de que mi vida no me satisfacía, de que no era feliz. Y decidí darle un giro.

¿Había enterrado sus sueños?

De niño soñaba con dar la vuelta al mundo. ¡Nunca imaginé que lo haría corriendo, ja!

¿Por qué se dedicó a las finanzas?

Yo creía que la felicidad estaba en el dinero y el lujo. ¡Viví 40 años equivocado! Hoy sé que la felicidad está en la sencillez.

¿Ha cambiado mucho su vida?

Ahora soy muy feliz. Cada mañana me despierto y pienso: "Qué suerte, ¡ahora voy a correr!". Y así he descubierto la hermosura del mundo y lo hermosa que es la gente.

¿Y corriendo se descubre eso?

Pues sí, sí... Correr tanto tiempo modifica la química cerebral, y todas las percepciones, sentimientos y emociones se te agudizan.

¿Cuál es su mejor recuerdo?

En África, por el calor, empezaba a correr a las tres de la madrugada, hasta el mediodía. La noche africana es tan sensual... Los olores, los sonidos, el primer rayo de sol, su primera chispa... ¡Es un grandioso placer!

¿Tiene ocasión de trabar amistades?

Un pastor somalí me dijo un amanecer: "Buenos días, ¿cómo está la familia?". Fue tan sencillo, tan verdadero, tan intenso... Duró un segundo ¡y siempre irá conmigo!

¿Qué momento ha sido el más duro?

Los 55 º C en el desierto de Australia. Me puse guantes, me cubrí toda la superficie de la piel para no tener quemaduras.

Le habrá pasado de todo...

He corrido a 4.800 metros de altitud, en los Andes, y lo peor fue descender al Amazonas: ¡millones de mosquitos me comieron durante cuatro días! Aquí de nuevo tuve que cubrirme todo el cuerpo...

¿Alguna vez ha pensado: "Abandono"?

Nunca.

¿Qué le dicen sus hijos?

Están orgullosos.

¿A qué corredor admira más?

Al etíope Haile Gebrselassie, ¡porque siempre sonríe! No comprendo a los atletas enfadados. Siempre pienso: "Si esto no te hace feliz, ¿por qué estás haciéndolo?".

¿Corre usted solo?

Sí. A veces se me une alguien, un ratito. Bueno, una vez corrió cinco días seguidos conmigo un chino, en medio de China.

¿Se entendían?

He descubierto que todos los seres humanos nos entendemos sin necesidad de saber idiomas. ¡He descubierto que el planeta está lleno de gente sencilla y buena!

¿Qué más ha descubierto?

Que lo que consigues sin esfuerzo no vale nada. El esfuerzo insufla valor a todo. Sin reto, sin emoción, nada tiene gracia.

¿Cuál es su próximo reto?

El año que viene empiezo la vuelta al mundo corriendo.

¿Al mundo? ¿Ya ha aprendido a correr sobre las aguas?

¡Aún no! De Australia a Chile tomaré un avión, para llegar más o menos a la misma hora del mismo día en que despegué, de modo que no dejaré de correr ni un día.

¿En cuántos circundará este planeta?

En 500 días, a 80 kilómetros al día: 40.000 kilómetros, ¡como correr mil maratones!

¿Qué será lo peor?

La línea de llegada. Significará que todo ha terminado. El día más feliz será el de la partida. ¡Sueño con ella cada noche!

Pero Serge: tanto correr... ¿para qué?

Para medirme conmigo mismo.

Mide 1,77, pesa 60 kilos, luce buen color de piel y un aspecto jovial, siempre sonriente. Se lanzó a cruzar continentes a los 44 años, y sigue corriendo. Se define como "navegante de costa a costa de un océano de tierra", y afirma que correr le ha expiado, purificado, y que ahora cree en Dios. Habla con suavidad y convicción, y su determinación resulta muy estimulante. Corre como podía haber hecho otra cosa, pero resalta que ha descubierto que "el máximo éxito es el autodominio"