domingo, 29 de junio de 2008

El trabajo embrutece - abandonemoslo


Nadie debería trabajar.


MANIFIESTO POR LA ABOLICION DEL TRABAJO



QUIEREN QUE CADA VEZ NO RETIREMOS A MAYOR EDAD....
QUIEREN QUE TRABAJEMOS MAS HORAS Y TENGAMOS MENOS VACACIONES...


EL PARO AUMENTA CADA DIA........


 

El trabajo es la fuente de casi toda la miseria en el mundo. Casi todos los males que puedas mencionar provienen del trabajo, o de vivir en un mundo diseñado para el trabajo.

Esto no significa que tenemos que dejar de hacer cosas. Significa crear una nueva forma de vivir basada en el juego; en otras palabras, una convivencia lúdica, comensalismo, o tal vez incluso arte.

El juego no es sólo el de los niños, con todo y lo valioso que éste es. Pido una aventura colectiva en alegría generalizada y exhuberancia libremente interdependiente.

El juego no es pasivo.

Sin duda necesitamos mucho mas tiempo para la simple pereza y vagancia que el que tenemos ahora, sin importar los ingresos y ocupaciones, pero, una vez recobrados de la fatiga inducida por el trabajo, casi todos nosotros queremos actuar. (ningun niño nace vago , a todos les gusta explorar y aprendeder)

La vida lúdica es totalmente incompatible con la realidad existente.

Peor para la “realidad”, ese pozo gravitatorio que absorbe la vitalidad de lo poco en la vida que aún la distingue de la simple supervivencia. Curiosamente — o quizás no — todas las viejas ideologías son conservadoras porque creen en el trabajo.

Algunas de ellas, como el Marxismo y la mayoría de las ramas del anarquismo, creen en el trabajo aún mas fieramente porque no creen en casi ninguna otra cosa.
Los liberales dicen que deberíamos acabar con la discriminación en los empleos. Yo digo que deberíamos acabar con los empleos.

Los conservadores apoyan leyes del derecho-a-trabajar. Siguiendo al yerno descarriado de Karl Marx, Paul Lafargue, yo apoyo el derecho a ser flojo.

Los izquierdistas favorecen el empleo total. Como los surrealistas — excepto que yo no bromeo — favorezco el desempleo total.

Los Troskistas agitan por una revolución permanente. Yo agito por un festejo permanente.

Pero si todos las ideólogos defienden el trabajo (y lo hacen) — y no sólo porque planean hacer que otras personas hagan el suyo — son extrañamente renuentes a admitirlo.

Hablan interminablemente acerca de salarios, horas, condiciones de trabajo, explotación, productividad, rentabilidad. Hablarán alegremente sobre todo menos del trabajo en sí mismo.

Estos expertos que se ofrecen a pensar por nosotros raramente comparten sus ideas sobre el trabajo, pese a su importancia en nuestras vidas. Discuten entre ellos sobre los detalles.

Los sindicatos y los patronos concuerdan en que deberíamos vender el tiempo de nuestras vidas a cambio de la supervivencia, aunque regatean por el precio.
Los Marxistas piensan que deberíamos ser mandados por burócratas.



Los anarco-capitalistas piensan que deberíamos ser mandados por empresarios. A las feministas no les importa cuál sea la forma de mandar, mientras sean mujeres las que manden.

Es claro que estos ideo-locos tienen serias diferencias acerca de cómo dividir el botín del poder.

También es claro que ninguno de ellos tiene objeción alguna al poder en sí mismo, y todos ellos desean mantenernos trabajando.
Debes estar preguntándote si bromeo o hablo en serio. Pues bromeo y hablo en serio.

Ser lúdico no es ser ridículo. El juego no tiene que ser frívolo, aunque la frivolidad no es trivialidad: con frecuencia debemos tomar en serio la frivolidad. Deseo que la vida sea un juego — pero un juego con apuestas altas. Quiero jugar para ganar.
La alternativa a trabajar no es el ocio sólamente.

Ser lúdico no es ser estático. Aunque valoro el placer de la pereza, nunca es mas satisfactoria que cuando sirve de intermedio entre otros placeres y pasatiempos. Tampoco promuevo esa válvula de seguridad disciplinada y gerenciada llamada “tiempo libre”; nada de eso.

El tiempo libre es no trabajar por el bien del trabajo. El tiempo libre es tiempo gastado en recobrarse del trabajo, y en el frenético pero inútil intento de olvidarse del trabajo. Mucha gente regresa de sus vacaciones tan agotada que desean volver al trabajo para descansar. La diferencia principal entre el tiempo libre y el trabajo es que al menos te pagan por tu alienación y agotamiento.
No estoy jugando a las definiciones. Cuando digo que quiero abolir el trabajo, me refiero justo a lo que digo, pero quiero decir a lo que me refiero definiendo mis términos de formas no idiosincráticas.

Mi definición mínima del trabajo es labor forzada, es decir, producción impuesta. Ámbos elementos son esenciales. El trabajo es producción impuesta por medios económicos o políticos, por la zanahoria o el látigo (la zanahoria es sólo el látigo por otros medios). Pero no toda creación es trabajo.

El trabajo nunca es hecho por amor al trabajo mismo, sino para obtener un producto o resultado que el trabajador (o, con mas frecuencia, alguien más) recibe del mismo. Esto es lo que el trabajo debe ser. Definirlo es despreciarlo. Pero el trabajo es usualmente peor de lo que indica su definición. La dinámica de dominación contenida por el trabajo tiende a desarrollarse con el tiempo. En las sociedades avanzadas e infestadas de trabajo, incluyendo todas las sociedades industriales, capitalistas o “comunistas”, el trabajo siempre adquiere otros atributos que lo hacen aún más nocivo.
Usualmente — y esto es aún más cierto en los países “comunistas” que en los capitalistas, donde el estado es casi el único patrono y todos són empleados — el trabajo es asalariado, lo que significa venderte a tí mismo a plazos.

Así que el 95% de los estadounidenses que trabajan, trabajan para alguien (o algo) más. Todos los trabajadores industriales (y de oficina) se encuentran bajo el tipo de supervisión que asegura la servilidad.
Pero el trabajo moderno tiene peores implicaciones. La gente no sólo trabaja, tienen “empleos”. Una persona realiza una tarea productiva todo el tiempo “¡o si no…!”.

Aún si la tarea tiene aunque sea un átomo de interés intrínseco (y cada vez menos trabajos lo tienen) la monotonía de su obligatoriedad exclusiva elimina su potencial lúdico.

Un “empleo” que podría atraer la energía de algunas personas, por un tiempo razonable, por pura diversión, es tan sólo una carga para aquellos que tienen que hacerlo por cuarenta horas a la semana sin voz ni voto sobre cómo debería hacerse, para beneficio de propietarios que no contribuyen en nada al proyecto, y sin oportunidad de compartir las tareas o distribuir el trabajo entre aquellos que tienen que hacerlo.

Este es el verdadero mundo del trabajo: Un mundo de estupidez burocrática, de acoso sexual y discriminación, de jefes cabeza hueca explotando y descargando la culpa sobre sus subordinados, quienes — según cualquier criterio técnico-racional — deberían estar dirigiendo todo. Pero el capitalismo en el mundo real sacrifica la maximización racional de la productividad y el beneficio ante las exigencias del control organizacional.
La degradación que experimentan la mayoría de los trabajadores es la suma de varias indignidades que pueden ser denominadas como “disciplina”.

Foucault ve este fenómeno de manera complicada, pero es muy simple.

La disciplina consiste en la totalidad de los controles totalitarios en el lugar de trabajo : supervisión, movimientos repetitivos, ritmos de trabajo impuestos, cuotas de producción, marcar tarjeta, etc.

La disciplina es lo que la fábrica, la oficina y la tienda comparten con la cárcel, la escuela y el hospital psiquiátrico. Es algo históricamente nuevo y horrible.

Va más allá de las capacidades de los dictadores demoníacos de antaño como Nerón y Gengis Khan e Iván el Terrible. Pese a sus malas intenciones, ellos no tenían la maquinaria para controlar a sus súbditos tan completamente como los déspotas modernos.

La disciplina es el modo de control moderno, especialmente diabólico, es una irrupción novedosa que debe ser detenida a la primera oportunidad.
Eso es el “trabajo”. El juego es todo lo contrario. El juego es siempre voluntario. Lo que de otro modo sería un juego, es trabajo si es forzado. Esto es axiomático.

Bernie de Koven ha definido el juego como la “suspensión de las consecuencias”. Esto es inaceptable si significa que el juego es inconsecuente. No es que el juego no tenga consecuencias. Eso sería rebajar al juego. El asunto es que las consecuencias, si las hay, són gratuitas.

El jugar y el dar están estrechamente relacionados, son facetas conductuales y transaccionales del mismo impulso, el instinto-de-jugar. Ámbos comparten un desdén aristocrático hacia los resultados.

El jugador recibe algo al jugar; es por eso que juega. Pero la recompensa principal es la experiencia de la actividad misma (cualquiera que sea).

El trabajo hace de la libertad una burla.

El discurso oficial dice que todos tenemos derechos y vivimos en una democracia.

Otros desafortunados que no són libres como nosotros tienen que vivir en estados policiales. Estas víctimas obedecen órdenes “¡o si no…!”, sin importar cuán arbitrarias. Las autoridades les mantienen bajo supervisión constante. .... controlan hasta los detalles más pequeños de la vida diaria. Los oficiales que les empujan de un lado a otro sólo responden ante sus superiores, públicos o privados. De cualquier modo, la disensión y la desobediencia són castigados. Los informantes reportan regularmente a las autoridades. Se supone que todo esto es muy malo.
Y lo es, exepto que no es sino una descripción del puesto de trabajo moderno.

Los liberales y conservadores y anarco-capitalistas que lamentan el totalitarismo són falsos e hipócritas.

Hay mas libertad en cualquier dictadura moderadamente desestalinizada que en el típico puesto de trabajo estadounidense. Encuentras el mismo tipo de jerarquía y disciplina en una oficina o fábrica que en una cárcel o monasterio.

De hecho, como Foucault y otros han mostrado, las cárceles y las fábricas surgieron casi al mismo tiempo, y sus operadores copiaron conscientemente las técnicas de control de unas y de otras.

Un trabajador es un esclavo de medio tiempo.

El jefe dice cuándo llegar, cuándo irse, y qué hacer entre los dos. Te dice cuánto trabajo hacer y qué tan rápido. Puede llevar su control hasta extremos humillantes, regulando, si le da la gana, las ropas que llevas o qué tan a menudo puedes ir al baño.

Con unas pocas excepciones, puede despedirte por cualquier razón, o sin razón. Eres espiado por informantes y supervisores, amasa un expediente de cada empleado.

Contestarle es llamado “insubordinación”, como si el trabajador fuese un niño malo, y no sólo hace que te despidan, te descalifica para compensación de desempleo.

Sin aprobarlo necesariamente para ellos tampoco, hay que señalar que los niños en la casa y en la escuela reciben un tratamiento similar, en este caso justificado por su supuesta inmadurez.

¿Qué nos dice ésto acerca de sus padres y maestros que trabajan?
El humillante sistema de dominación que he descrito rige sobre la mitad de las horas de vigilia de una mayoria de mujeres y la vasta mayoría de los hombres por décadas, por la mayor parte de sus vidas.

Para ciertos propósitos, no es del todo erróneo llamar a nuestro sistema democracia o capitalismo o — mejor aún — industrialismo, pero sus verdaderos nombres són fascismo de fábrica y oligarquía de oficina.

Quien diga que esta gente es “libre” es un mentiroso o un estúpido.

Eres lo que haces. Si haces trabajo aburrido, estúpido y monótono, lo mas probable es que tú mismo acabarás siendo aburrido, estúpido y monótono.

El trabajo explica la creciente cretinización a nuestro alrededor mucho mejor que otros mecanismos idiotizantes como la televisión y la educación.

Quienes viven marcando el paso todas sus vidas, llevados de la escuela al trabajo y enmarcados por la familia al comienzo y el asilo al final, están habituados a la jerarquía y esclavizados psicológicamente. Su aptitud para la autonomía se encuentra tan atrofiada, que su miedo a la libertad es una de sus pocas fobias con base racional. El entrenamiento de obediencia en el trabajo se traslada hacia las familias que inician, reproduciendo así el sistema en más de una forma, y hacia la política, la cultura y todo lo demás. Una vez que absorbes la vitalidad de la gente en el trabajo, es probable que se sometan a la jerarquía y la experticia en todo. Están acostumbrados a ello.
Vivimos tan cerca del mundo del trabajo que no vemos lo que nos hace. Tenemos que basarnos en observadores externos de otros tiempos u otras culturas para apreciar el extremismo y la patología de nuestra posición presente. Hubo un tiempo en nuestro pasado en que la “ética del trabajo” hubiese sido incomprensible, y quizás Weber comprendió algo importante cuando conectó su aparición con una religión, el Calvinismo, que si hubiese aparecido hoy, en vez de hace cuatro siglos, hubiese sido llamado acertadamente una secta. De cualquier forma, sólo tenemos que usar la sabiduría de la antiguedad para poner el trabajo en perspectiva. Los antiguos veían el trabajo tal como era, y su punto de vista prevaleció, pese a los locos calvinistas, hasta que fué desterrado por el industrialismo — pero no ántes de ser promovido por sus profetas.
Imaginemos por un momento que el trabajo no convierte a la gente en sumisos atontados. Imaginemos, contra cualquier psicología creíble y contra la ideología de sus defensores, que no tiene efecto en la formación del carácter. E imaginemos que el trabajo no es tan aburrido, agotador y humillante como todos sabemos que realmente es. Aún así, el trabajo sigue siendo una burla de todas las aspiraciones democráticas y humanísticas, sólo porque usurpa tanto de nuestro tiempo. Sócrates dijo que los trabajadores manuales suelen ser malos amigos y malos ciudadanos, porque no tienen tiempo de cumplir con las responsabilidades de la amistad y la ciudadanía. Tenía razón. A causa del trabajo, sin importar lo que hagamos, nos la pasamos mirando los relojes. La única cosa “libre” sobre el llamado tiempo libre es que no le cuesta nada al jefe. El tiempo libre está dedicado en su mayoría a prepararse para ir al trabajo, ir al trabajo, regresar del trabajo, y recobrándose del trabajo. El tiempo libre es un eufemismo para la manera peculiar en que el trabajador, como factor de producción, no sólo se transporta a sí mismo, a sus propias expensas, desde y hacia el puesto de trabajo, sino que además asume la responsabilidad por su propio mantenimiento y reparación. El carbón y el acero no hacen eso. Las máquinas fresadoras y las de escribir no hacen eso. Pero los empleados lo hacen. Con razón Edward G. Robinson, en una de sus películas de gangsters, exclamó “¡el trabajo es para los estúpidos!”
Platón y Jenofonte atribuyen a Sócrates, y obviamente comparten con él, una comprensión de los efectos destructivos del trabajo en el trabajador como ciudadano y como ser humano. Herodoto identificó el desprecio por el trabajo como un atributo de los griegos clásicos en la cumbre de su cultura. Cicerón dijo que “quien da su labor a cambio de dinero se vende a sí mismo, y se coloca al mismo nivel que los esclavos”. Su candor es raro ahora, pero las sociedades primitivas contemporáneas a las que solemos ver con desprecio nos proveen de portavoces que han intrigado a los antropólogos de Occidente. Los Kapaku de Irián del Oeste, según Posposil, tienen una concepción de balance en la vida, y por ello trabajan un día si y otro no, el día de descanso destinado a “recobrar el poder y salud perdidos”. Nuestros antepasados, incluso en el siglo dieciocho, cuando ya habían recorrido la mayor parte del camino hacia nuestro actual predicamento, al menos sabían lo que nosotros hemos olvidado, el lado siniestro de la industrialización. Su devoción religiosa a “San Lunes” — con lo cual establecieron una semana laboral de cinco días 150-200 años antes de su consagración legal — era la desesperación de los primeros propietarios de fábricas. Les tomó un largo tiempo someterse a la tiranía de la campana, predecesora del reloj. De hecho, se necesitó una generación o dos para reemplazar adultos varones con mujeres acostumbradas a la obediencia y niños que podían ser moldeados para ajustarse a las necesidades industriales. Incluso los campesinos explotados del Antíguo Régimen le sustraían un tiempo sustancial a su trabajo para el Señor. De acuerdo a Lafargue, un cuarto del calendario de los campesinos franceses estaba dedicado a domingos y días festivos, y las cifras de Chayanov sobre los poblados de la Rusia Zarista — nada más lejos de una sociedad progresista — también muestra que un cuarto o quinto de los días de los campesinos se dedicaba al reposo. Controlando para la productividad, estamos obviamente muy por detrás de éstas sociedades atrasadas. Los muziks explotados se preguntarían porqué cualquiera de nosotros se molesta siquiera en trabajar. También nosotros deberíamos.
Sin embargo, para captar completamente la enormidad de nuestro deterioro, consideremos la condición original de la humanidad, sin gobierno o propiedad, cuando vagábamos como cazadores-recolectores. Hobbes decía que la vida era violenta, brutal y breve. Otros asumen que la vida era una lucha desesperada y sin cuartel por la subsistencia, una guerra contra la naturaleza, con la muerte y el desastre esperando a los desafortunados o a cualquiera que no estuviese a la altura del desafío de la lucha por la existencia. En realidad, todo eso era una proyección de los miedos ante el colapso de la autoridad del gobierno sobre comunidades que no estaban acostumbradas a vivir sin él, como la Inglaterra de Hobbes durante la Guerra Civil. Los compatriotas de Hobbes ya habían encontrado formas de sociedad alternativas que ilustraban otras formas de vida — en Norte América, en particular — pero incluso éstas se hallaban demasiado lejos de su experiencia para ser comprensibles. (Las clases bajas, mas cercanas a la condición de los indios, lo entendieron mejor y a menudo la encontraron atractiva. A lo largo del siglo diecisiete, muchos colonos ingleses desertaron para unirse a las tribus o, habiendo sido capturados en la guerra, se rehusaron a volver. Pero los indios no desertaban a las colonias inglesas, al igual que los alemanes nunca saltan el Muro de Berlín hacia el Este).

La versión de la “supervivencia del más apto” — la versión de Thomas Huxley — del Darwinismo era más una crónica de las condiciones económicas de la Inglaterra victoriana que de la selección natural, como lo demostró el anarquista Kropotkin en su libro El Apoyo Mutuo, Un Factor de la Evolución. (Kropotkin era un científico — un geógrafo — que tuvo amplias oportunidades involuntariamente para hacer trabajo de campo mientras estaba exiliado en Siberia:
sabía de lo que estaba hablando).

Como la mayoría de las teorías sociales y políticas, las historias que Hobbes y sus sucesores contaban eran en realidad autobiografías.

El antropólogo Marshall Sahlins, examinando datos sobre cazadores-recolectores contemporáneos, deshizo el mito Hobbesiano en un artículo titulado “La Sociedad Afluente Original”.

Ellos trabajan mucho menos que nosotros, y su trabajo es difícil de distinguir de lo que llamamos juego. Sahlins concluyó que “los cazadores y recolectores trabajan menos que nosotros; y más que un trabajo contínuo, la búsqueda de comida es intermitente, el tiempo libre es abundante, y pasan más tiempo durmiendo durante el día, por persona y año, que en cualquier otra condición de la sociedad”. Trabajaban un promedio de cuatro horas por día, asumiendo que “trabajasen” en lo absoluto. Su “labor”, tal como nos parece a nosotros, era labor especializada que ejercía sus facultades intelectuales y físicas; labor no especializada en gran escala, como dice Sahlins, es imposible excepto bajo el industrialismo. Por tanto, satisfacía la definición de juego según Friedrich Schiller, la única ocasión en que el hombre realiza su completa humanidad al dar completa expresión a ámbos lados de su naturaleza: pensar y sentir. Como él decía:

“El animal trabaja cuando es la privación lo que lo motiva, y juega cuando la plenitud de su fuerza es su motivador, cuando la vida superabundante es su propio estímulo para la actividad”. (Una versión moderna — dudosamente mejorada — es la contraposición, hecha por Abraham Maslow, entre motivación por “deficiencia” y por “crecimiento”)

El juego y la libertad són, en lo que se refiere a la producción, coextensivos. Aún Marx, quien pertenece (pese a sus buenas intenciones) al panteón productivista, observó que “el reino de la libertad no comienza hasta que se ha sobrepasado la necesidad de laborar bajo la compulsión de la necesidad y la utilidad externa”. Él nunca pudo llegar a identificar esta feliz circunstancia como lo que es, la abolición del trabajo — es más bien anómalo, después de todo, estar a favor de los trabajadores y en contra del trabajo — pero nosotros sí podemos.
El deseo de retroceder (o avanzar) hacia una vida sin trabajo es evidente en cada historia social o cultural seria de la Europa preindustrial, entre ellas Inglaterra En Transición de M. Dorothy George y Cultura Popular A Comienzos de La Europa Moderna de Peter Burke. También es pertinente el ensayo de Daniel Bell, “El Trabajo y sus Descontentos”, el primer texto, según creo, en referirse a la “rebelión contra el trabajo” con esas mismas palabras y, si hubiese sido comprendido, hubiese sido una importante corrección a la complacencia que suele asociarse con el volúmen en que fué incluído, El Fin de la Ideología. Ni sus críticos ni sus celebrantes han notado que la tesis sobre el fin-de-la-ideología de Bell no se refería al fin de la lucha social, sino el comienzo de una nueva fase, no restringida ni dirigida por ideologías.

Fué Seymour Lipset (en El Hombre Político), no Bell, quien anunció al mismo tiempo que “los problemas fundamentales de la Revolución Industrial han sido resueltos”, tan sólo algunos años antes de que los descontentos post- o meta-industriales entre los estudiantes universitarios hicieran a Lipset abandonar la universidad de Berkeley y buscar la tranquilidad relativa (y temporal) de Harvard.

Como indica Bell, Adam Smith en su Riqueza de las Naciones, pese a su entusiasmo por el mercado y la división del trabajo, estaba más alerta (y era más honesto) sobre el lado oscuro del trabajo, que Ayn Rand o los economistas de Chicago o cualquiera de los modernos seguidores de Smith. Como observó Smith: “el entendimiento de la mayoría de los hombres se forma necesariamente por sus ocupaciones habituales. El hombre que se pasa la vida efectuando unas cuantas operaciones simples… no tiene ocasión de ejercer su entendimiento… Por lo general se vuelve tan estúpido e ignorante como es posible que una criatura humana llegue a serlo.” He aquí, en pocas y simples palabras, mi crítica del trabajo. Bell, escribiendo en 1956, la Edad de Oro de la imbecilidad Eisenhoweriana y autosatisfacción estadounidense, identificó la crisis desorganizada e inorganizable de los setenta y más allá, la crisis que ninguna tendencia política es capaz de canalizar, la crisis que fué identificada en el reporte de la HEW, El Trabajo en América, la crisis que no puede ser aprovechada y, por lo tanto, es ignorada. Esa crisis es la rebelión contra el trabajo. No figura en ningún texto de ningún economista del laisez-faire — Milton Friedman, Murray Rothbard, Richard Posner — porque, en sus términos, como solían decir en Viaje a las Estrellas, “no computa”.

Si estas objeciones, formadas por el amor a la libertad, no convencen a los humanistas de tipo utilitario e incluso paternalista, existen otras que ellos no pueden despreciar. Para fusilarme el título de un libro:  

El trabajo es nocivo para tu salud.

De hecho, el trabajo es asesinato en masa o genocidio. Directa o indirectamente, el trabajo matará a la mayoría de los que lean estas palabras. Entre 14.000 y 25.000 trabajadores mueren en este país anualmente en el lugar de trabajo. Mas de dos millones quedan deshabilitados.

De veinte a veinticinco millones són heridos cada año. Y estas cifras se basan en una estimación muy conservadora acerca de qué constituye una herida relacionada con el trabajo. Por ejemplo, no cuentan el medio millón de casos de enfermedad ocupacional cada año. Hojeé un libro de texto médico sobre enfermedades ocupacionales y tenía 1.200 páginas. Incluso esto apenas es la punta del iceberg. Las estadísticas disponibles cuentan los casos obvios, como los 100.000 mineros que tienen el mal del pulmón negro, de quienes mueren 4.000 cada año, una tasa de mortalidad mucho mayor que la del SIDA, por ejemplo, que recibe tanta atención de los medios. Esto refleja la creencia sobreentendida de que el SIDA aflige a pervertidos que podrían controlar su depravación mientras que la extracción de carbón es una actividad sacrosanta e incuestionable. Lo que las estadísticas no muestran es que decenas de millones de personas ven reducidas sus expectativas de vida a causa del trabajo — que es lo que significa la palabra homicidio, después de todo. Considera a los doctores que trabajan hasta morir a los cincuenta y tantos. Considera a todos los otros adictos al trabajo.

Aún si no quedas muerto o inválido mientras trabajas, también puedes morir mientras vas al trabajo, regresas del trabajo, buscas trabajo, o tratas de olvidarte del trabajo. La gran mayoría de las víctimas del automóvil estaban realizando algunas de estas actividades obligadas por el trabajo, o cayeron víctimas de alguien que las hacía. A este conteo de cadáveres se debe añadir las víctimas de la contaminación auto-industrial y la adicción al alcohol y drogas inducida por el trabajo. Tanto el cáncer como las enfermedades cardíacas són aflicciones modernas cuyo orígen se puede rastrear, directa o indirectamente, hacia el trabajo.
El trabajo, entonces, institucionaliza el homicidio como forma de vida. La gente piensa que los Camboyanos estaban locos al exterminarse a sí mismos, pero ¿somos nosotros diferentes? El régimen de Pol Pot al menos tenía una visión, aunque borrosa, de una sociedad igualitaria. Nosotros matamos gente en el rango de las seis cifras (por lo menos) para vender Big Macs y Cadillacs a los que sobrevivan. Nuestras cuarenta o cincuenta mil muertes anuales en la autopista són víctimas, no mártires. Murieron por nada — o más bien, murieron por trabajar. Pero el trabajo no es algo por lo que valga la pena morir.

Malas noticias para los liberales:

el trasteo regulatorio es inútil en este contexto de vida-o-muerte.

La Administración de Seguridad y Salud Ocupacional estaba diseñada para vigilar la parte central del problema, la seguridad en el puesto de trabajo. Incluso antes de que Reagan y la Corte Suprema la deshabilitasen, la ASSO era una farsa. Incluso en los tiempos en que el presidente Carter le otorgaba fondos generosos (para la norma actual), un puesto de trabajo podía esperar una visita sorpresa de un inspector de la ASSO cada 46 años.
El control estatal de la economía no es solución. El trabajo es más peligroso en los países con socialismo de estado de lo que lo es aquí. Miles de obreros rusos murieron o resultaron heridos construyendo el metro de Moscú. Existen montones de historias sobre desastres nucleares soviéticos encubiertos que hacen que Times Beach o Three Mile Island parezcan simulacros de ataque aéreo de escuela primaria. Por otro lado, la desregulación, de moda actualmente, no ayudará y probablemente hará más daño. Desde el punto de vista de la salud y la seguridad, el trabajo estaba en su peor momento en aquellos días cuando la economía se acercaba más al libre mercado.
Historiadores como Eugenio Genovese han argumentado contundentemente que — como decían los defensores de la esclavitud de antaño — los trabajadores asalariados en los estados del Norte de la Unión y en Europa vivían peor que los esclavos en las plantaciones del Sur. Ningún reajuste de las relaciones entre los burócratas y los empresarios parece hacer mucha diferencia a nivel de quienes hacen la producción. Si se impusieran seriamente incluso las normas más vagas de la ASSO, la economía se estancaría por completo. Los vigilantes aparentemente se percatan de ello, ya que ni siquiera intentan arrestar a los malechores.
Lo que he dicho hasta ahora no debería ser controversial. Muchos trabajadores están hartos del trabajo. Las tasas de ausentismo, despidos, robo y sabotaje por parte de empleados, huelgas ilegales, y flojera general en el trabajo són altas y van subiendo. Podría haber un movimiento hacia un rechazo consciente y no sólo visceral del trabajo. Y sin embargo, el sentimiento prevalente, universal entre los patronos y sus agentes, y muy extendida entre los trabajadores mismos, es que el trabajo mismo es inevitable y necesario.
Yo discrepo. Ahora es posible abolir el trabajo y reemplazarlo, hasta donde sirve a propósitos útiles, con una multitud de nuevos tipos de actividades libres. Abolir el trabajo requiere ir hacia él desde dos direcciones, cuantitativa y cualitativa. Por el lado cuantitativo, hemos de recortar masivamente la cantidad de trabajo que se hace. En la actualidad, la mayor parte del trabajo es inútil o peor, y deberíamos deshacernos de él. Por el lado cualitativo — y pienso que esta es la base del asunto, y el punto de partida nuevo y revolucionario — hemos de tomar el trabajo útil que queda y transformarlo en una agradable variedad de pasatiempos parecidos al juego y la artesanía, que no se puedan distinguir de otros pasatiempos placenteros, excepto que sucede que generan productos útiles. Sin duda eso no los hará menos estimulantes. Entonces, todas las barreras artificiales del poder y la propiedad se vendrían abajo. La creación se convertiría en recreación. Y podríamos dejar de vivir temerosos los unos de los otros.
No estoy sugiriendo que la mayoría del trabajo pueda salvarse de esta manera. Pero la mayoría del trabajo no vale la pena salvarlo.

Solo una fracción pequeña y menguante del trabajo sirve para algún propósito útil, aparte de la defensa y reproducción del sistema del trabajo y sus apéndices políticos y legales. Hace veinte años, Paul y Percival Goodman estimaron que sólo el cinco por ciento del trabajo que se hacía entonces — presuntamente la cifra, de ser exacta, es aún más baja ahora — bastaría para cubrir nuestras necesidades mínimas de comida, ropa, y techo. Su cálculo era sólo una aproximación educada, pero el punto clave está claro: directa o indirectamente, la mayor parte del trabajo sirve los propósitos improductivos del comercio o el control social. De inmediato podemos liberar a decenas de millones de vendedores, soldados, gerentes, policías, guardias, publicistas y todos los que trabajan para ellos. Es un efecto de avalancha, puesto que cada vez que dejas sin trabajo a un pez gordo, también liberas a sus lacayos y subordinados. Y entonces la economía implota.
El cuarenta por ciento de la fuerza laboral son trabajadores de cuello blanco, la mayoría de los cuales tienen algunos de los empleos más tediosos e idiotas jamás concebidos. Industrias enteras, seguros y bancos y bienes raíces por ejemplo, no consisten en nada más que mover papeles inútiles de un lado a otro. No es accidente que el “sector terciario”, el sector de servicios, esté creciendo mientras el “sector secundario” (industria) se atasca y el “sector primario” (agricultura) casi desaparece. Porque el trabajo es innecesario excepto para aquellos cuyo poder asegura, los trabajadores son desplazados desde ocupaciones relativamente útiles a relativamente inútiles, como una medida para asegurar el órden público. Cualquier cosa es mejor que nada. Es por eso que no puedes irte a casa sólo porque terminaste temprano. Quieren tu tiempo, lo suficiente para que les pertenezcas, aún si no tienen uso para la mayor parte del mismo. De no ser así, ¿por qué la semana de trabajo promedio no ha disminuído mas que unos cuantos minutos en los últimos cincuenta años?

A continuación, podemos aplicar el machete al trabajo de producción mismo. No más producción de guerra, energía nuclear, comida chatarra, desodorante de higiene femenina — y por sobre todo, no más industria automovilística digna de ese nombre. Un Barco de Vapor Stanley o un automóvil Modelo-T ocasionales estaría bien, pero el auto-erotismo del cual dependen nidos de ratas como Detroit y Los Angeles queda fuera del mapa. Con esto, sin haberlo intentado siquiera, hemos resuelto la crisis de energía, la crisis ambiental y un montón de otros problemas sociales insolubles.

Finalmente, debemos deshacernos de la mayor de las ocupaciones, la que tiene el horario más largo, el salario más bajo, y algunas de las tareas más tediosas. Me refiero a las amas de casa y el cuidado de niños. Al abolir el trabajo asalariado y alcanzar el desempleo total, atacamos la división sexual del trabajo. El núcleo familiar como lo conocemos es una adaptación inevitable a la división del trabajo impuesta por el moderno trabajo asalariado.

Te guste o no, tal como han sido las cosas durante los últimos cien o doscientos años, es económicamente racional que el hombre traiga el pan a la casa y que la mujer haga el trabajo sucio y le provea de un refugio de paz en un mundo despiadado, y que los niños sean enviados a campos de concentración juveniles llamados “escuelas”, principalmente para que no sean una carga tan grande para mamá pero aún sean mantenidos bajo control, pero también para que adquieran los hábitos de obediencia y puntualidad que tanto necesitan los trabajadores.

Si deseas deshacerte de la patriarquía, deshazte del núcleo familiar cuyo no pagado “trabajo invisible”, como dice Ivan Illich, hace posible el sistema del trabajo que a su vez hace necesario el núcleo familiar. A la lucha anti-armas nucleares está ligada la abolición de la infancia y el cierre de las escuelas. Hay más estudiantes de tiempo completo que trabajadores de tiempo completo en este país. Necesitamos a los niños como maestros, no estudiantes. Tienen mucho que contribuir a la revolución lúdica, porque ellos són mejores en el juego que las personas maduras. Los adultos y los niños no són idénticos, pero se harán iguales a través de la interdependencia. Sólo el juego puede cerrar la brecha generacional.
Aún no he mencionado siquiera la posibilidad de recortar el poco trabajo que aún queda por vía de la automatización y la cibernética. Todos los científicos, ingenieros y técnicos, liberados de molestarse en investigación de guerra y obsolecencia planeada, se la pasarían en grande inventando medios para eliminar la fatiga, el tedio y el peligro de actividades como la minería. Sin duda hallarán otros proyectos en qué divertirse. Quizás establezcan redes globales de comunicaciones multimedia o colonicen el espacio exterior. Quizás.
Personalmente, no soy fanático de los aparatos. No me interesa la idea de vivir en un paraíso donde sólo haya que presionar botones. No quiero que robots esclavos hagan todo; quiero hacer las cosas yo mismo. Existe, creo, un lugar para las tecnologías que ahorran trabajo, pero un lugar modesto. El registro histórico y pre-histórico no es esperanzador. Cuando la tecnología productiva pasó de caza-recolección a la agricultura y a la industria, el trabajo se incrementó mientras la especialización y la autodeterminación disminuyeron.

La evolución posterior del industrialismo ha acentuado lo que Harry Braverman llamó la degradación del trabajo. Los observadores inteligentes siempre han sido conscientes de ésto. John Stuart Mill escribió que todos los inventos para ahorrar trabajo que se han creado no han ahorrado ni un momento de trabajo. Karl Marx escribió que “sería posible escribir una historia de los inventos hechos desde 1830 para el único propósito de proveer al capital con armas contra las revueltas de la clase obrera”. Los tecnófilos entusiastas — Saint-Simon, Comte, Lenin, B.F. Skinner — han sido siempre completos autoritarios también; es decir, tecnócratas.

Deberíamos ser más que escépticos con las promesas de los místicos de las computadoras. Ellos trabajan como mulas; lo más seguro es que, si se salen con la suya, también el resto de nosotros lo hará. Pero, si tienen alguna contribución particular más subordinada a los propósitos humanos, pues escuchémosles.

Lo que realmente deseo es ver el trabajo convertido en juego.

Un primer paso es descartar las nociones de un “empleo” y una “ocupación”. Incluso las actividades que ya tienen algún contenido lúdico lo pierden si se reducen a empleos que ciertas personas, y sólo esas personas, se ven forzadas a hacer excluyendo cualquier otra cosa. ¿No es raro que los campesinos trabajen dolorosamente en los campos mientras sus amos van a casa cada fin de semana y se ponen a cuidar de sus jardines? Bajo un sistema de festejo permanente, presenciaremos una Edad de Oro de la creatividad que hará pasar verguenza al Renacimiento. No habrá más empleos, sólo cosas que hacer y gente que las haga.
El secreto de convertir el trabajo en juego, como demostró Charles Fourier, es acomodar las actividades útiles para tomar ventaja de lo que sea que diferentes personas disfrutan hacer en momentos diferentes. Para hacer posible que algunas personas hagan las cosas que disfrutan, bastará con erradicar las irracionalidades y distorsiones que afligen esas actividades cuando són convertidas en trabajo. Yo, por ejemplo, disfrutaría enseñando un poco (no demasiado), pero no quiero estudiantes que estén allí a la fuerza, y no me interesa adular a pedantes patéticos para obtener un profesorado.
Segundo, hay cosas que a la gente le gusta hacer de vez en cuando, pero no por demasiado tiempo, y ciertamente no todo el tiempo. Puedes disfrutar haciendo de niñera por algunas horas para compartir la compañía de los niños, pero no por tanto tiempo como sus padres. Los padres, mientras tanto, aprecian profundamente el tiempo que les liberas para sí mismos, aunque les molestaría apartarse de su progenie por mucho tiempo. Estas diferencias entre los individuos són lo que hace posible una vida de juego libre. El mismo principio se aplica a muchas otras áreas de actividad, especialmente las primarias. Así, muchos disfrutan cocinar cuando lo pueden hacer con seriedad, a su modo, pero no cuando sólo están recargando cuerpos humanos con combustible para el trabajo.

Tercero — aún sin cambiar todo lo demás — algunas cosas que no són satisfactorias si las haces sólo, o en un entorno desagradable, o bajo las órdenes de un supervisor, son agradables, al menos por un tiempo, si esas circunstancias cambian. Esto es cierto probablemente, hasta cierto punto, para todo trabajo. La gente utiliza su ingenio, de otro modo desperdiciado, para convertir las tareas repetitivas menos atrayentes en un juego, lo mejor que pueden. Las actividades que atraen a algunas personas no siempre atraen a todas, pero todo el mundo tiene, al menos en potencia, una variedad de intereses y un interés en la variedad. Como dice el dicho, “cualquier cosa, una vez”.

Fourier era el maestro en especular cómo a las inclinaciones aberrantes y perversas se les podría dar uso en la sociedad post-civilizada, que él llamaba Armonía. Pensaba que el Emperador Nerón pudo haber sido una buena persona si, de niño, hubiese podido complacer su gusto por la sangre trabajando en un matadero.

Los niños pequeños a quienes les encanta revolcarse en la suciedad podrían ser organizados en “Pequeñas Hordas” para limpiar los sanitarios y recoger la basura, otorgando medallas a los que destaquen. No estoy sugiriendo que sigamos estos mismos ejemplos, sino que veamos el principio subyacente, el cual me parece que tiene sentido como una dimensión de una transformación revolucionaria general. Ten en mente que no se trata de tomar el trabajo de hoy tal como lo encontramos y asignarlo a la gente adecuada, ya que algunos de ellos tendrían que ser realmente perversos. Si la tecnología cumple un papel en todo esto, no es tanto para eliminar el trabajo automatizándolo, sino para abrir nuevos espacios para la re/creación.

Hasta cierto punto podemos desear regresar a la fabricación a mano, que William Morris consideraba un resultado probable y deseable de una revolución comunista. El arte sería recuperado de las manos de esnobs y coleccionistas, abolido como departamento especializado sirviendo a una audiencia de élite, y sus cualidades de belleza y creación restauradas a la vida misma, de la cual fueron robadas por el trabajo. Da qué pensar el hecho de que las ánforas griegas a las que escribimos odas y guardamos en museos fuesen usadas en su tiempo para guardar aceite de olivo. Dudo que a nuestros artefactos cotidianos les vaya tan bien en el futuro, si es que hay uno. Lo que quiero decir es que no existe tal cosa como el progreso en el mundo del trabajo; más bien es lo opuesto. No deberíamos dudar en saquear el pasado por lo que tiene que ofrecer, los antiguos no pierden nada y nosotros nos enriquecemos.

Reinventar la vida cotidiana significa marchar más allá del borde de nuestros mapas. Es cierto que existe más especulación sugerente de lo que la mayoría de la gente se imagina. Aparte de Fourier y Morris — y hasta una pista, aquí y allá, en Marx — están los escritos de Kropotkin, los sindicalistas Pataud y Pouget, anarco-comunistas de antes (Berkman) y de ahora (Bookchin). La Communitas de los hermanos Goodman es ejemplar porque ilustra qué formas siguen a qué funciones (propósitos), y hay algo que sacar de los heraldos, a menudo borrosos, de la tecnología alternativa/apropiada/intermedia/convivencial, como Schumacher y especialmente Illich, una vez que desconectas sus cortinas de humo. Los situacionistas — tal como són representados por la Revolución de la Vida Cotidiana de Vaneigem y en la Antología de la Internacional Situacionista — són tan despiadadamente lúcidos como para ser estimulantes, aún si nunca llegaron a encajar bien su apoyo a las asociaciones de trabajadores con la abolición del trabajo. Sin embargo, es mejor su incongruencia que cualquier versión actual del izquierdismo, cuyos devotos buscan ser los últimos campeones del trabajo, porque si no hay trabajo no hay trabajadores, y sin trabajadores, ¿A quién organizaría la izquierda?

Así que los abolicionistas tendrían que actuar por su cuenta. Nadie puede decir qué resultaría de liberar el poder creativo aturdido por el trabajo. Cualquier cosa puede pasar. El gastado debate de libertad versus necesidad, que casi suena teológico, se resuelve sólo cuando la producción de valores de uso coexista con el consumo de deliciosa actividad lúdica.
La vida se convertirá en un juego, o más bien muchos juegos, pero no — como es ahora — un juego de suma cero. Un encuentro sexual óptimo es el paradigma del juego productivo; los participantes se potencian los placeres el uno al otro, nadie cuenta los puntajes, y todos ganan. Cuanto más das, más recibes. En la vida lúdica, lo mejor del sexo se mezcla con la mejor parte de la vida diaria. El juego generalizado lleva a la libidinización de la vida. El sexo, en cambio, puede volverse menos urgente y desesperado, más juguetón. Si jugamos bien nuestras cartas, podemos sacar más de la vida de lo que metemos en ella; pero sólo si jugamos para ganar.
Nadie debería trabajar. Proletarios del mundo… ¡descansad!

Bob Black es un anarquista estadounidense contemporáneo conocido principalmente por sus ideas críticas de la sociedad basada en el trabajo, entendido este como sacrificio en nombre de la producción
Ver también: http://www.inspiracy.com/black/


El Wu-Wei o No-Actuar, la Inaccion - significado real


El concepto oriental de Wu-Wei, no-accion, inaccion, que en occidente es tan a menudo mal interpretado es crucial para aquellos que estan en el camino. Acerquemonos a su comprension usando el lenguaje mejor adaptado a los trabajos espirituales : El Sanscrito.
En Sanscrito tenemos las dos palabras :


akarma = inaccion                     akarmakR^it.h = sin hacer nada


En la inaccion no hay esfuerzo, es natural. Al contrario, si pretendemos estar sin hacer nada, hay esfuerzo. Cuando la gente se sienta a meditar estan, en muchas ocasiones, tratando de no hacer nada. Y, les resulta muy dificil, lo ven como algo inalcanzable. Y, abandonan su practica. Cuando estamos inactivos, por el contrario, no hay esfuerzo ninguno. La inactividad viene tras un proceso de relajacion y abandono, no tras un proceso en el que intentamos imponernos a nosostros mismos algo, como la inmovilidad. 


La inmovilidad perfecta solo puede coexistir con una perfecta relajacion, con un perfecto abandono en el tao, en la providencia, en el fluir de las corrientes cosmicas. Se llega pues al Wu Wei, a la inaccion, a traves del camino de la relajacion y el abandono de si mismo. No se llega a traves del camino de la ciencia la moral o la religion o esforzandonos en algo. Simplemente relajacion y abandono en el tao.

Esto no significa inactividad. Si el tao requiere de nosotros una actividad cualquiera, por supuesto la realizamos. Y en accion, respetamos la no-accion.


La flor, durante la floracion esta en Wu Wei, no hace nada, simplemente es una flor, y florece.
Si la flor tuviera una mente similar a la humana comenzaria a preocuparse.y preguntarse : De que color seran mis nuevas hojas?. Podria acelerar mi proceso con un poco de fertilizante?. Donde venden el fertilizante?.


Cuanto cuesta?. Que dosis deberia emplear?. Sere mayor que la flor de al lado?.Este arbol de ahi no me gusta, como podria hacerlo desaparecer?. Etc, etc, etc.


Y empezaria a intentar estirarse para engrandecer sus petalos, y quizas aprenderia tai chi para favorecer su proceso de crecimiento.


El humano crea muchas mas entidades mentales que una flor. Y, dirige su actuacion de acuerdo con estas entidades mentales, en muchas ocasiones en una direccion diferente a la del fluir del tao en ese momento.


Esto genera karma. Es el pecado en nuestra tradicion judeo-cristiana. Si uno no actua de acuerdo con el fluir del tao, esta pecando. Y si uno trata de permanecer inmovil durante 40 minutos y el tao le requiere para danzar de alegria, esta pecando.
Por el contrario, cada vez que actuamos segun el fluir del tao, eliminamos karma. Lo borramos.


Hay que dejarse poseer por el tao y actuar segun sus requerimientos.
Hemos de ser como la flauta que ofrece su forma al viento para crear la melodia de la existencia.


La mayoria de las religiones institucionalizadas ofrecen versiones mas o menos comprensibles de esto.


La confesion de los cristianos no es la que borra el pecado. 

El pecado se borra una vez cumplida la penitencia impuesta por el confesor, si y solo si el confesor es un buen terapista y sabe aplicar una penitencia que elimine el karma generado con el pecado.

Pero, en lo que hemos dicho hasta ahora estamos todos mas o menos de acuerdo.exceptuando por supuesto a los fanaticos como cientificos, jerarquia religiosa, militares , politicos o burocratas.


Pero, y lo social?. Si de acuerdo, hemos entendido la inaccion e incluso comenzado a practicarla, pero, que podemos hacer desde un punto de vista colectivo.? 

 

Es Urgente No hacer Nada.
( especialmente los planificadores de guerras , mejor se estaban quietos)
 
Esta claro para todos que el actual nivel de crecimiento material de desarrollo material no es sostenible. Yin yang and tai chi chuan propone como solucion la adopcion a nivel mundial de tres dias de inactividad a la semana, no queremos decir con esto que los negocios deberian cerrar tres dias a la semana, sino que todas las personas deberian disfrutar de tres dias de inactividad por semana laboral. Los negocios, SIEMPRE abiertos, incluso por la noche.

Este escenario reduciria nuestra efectividad de destruccion del medio, crearia empleos etc, pero su mayor beneficio seria el rebajar el nivel de estres colectivo.


Las personas dispondrian de tiempo libre para dedicar a su desarrollo personal y para la practica del juego, tan necesario para la salud mental. 

Uno de los tres dias libres deberia dedicarse al servicio de la comunidad:

Repoblacion forestal; 
Hoteles Publicos Gratuitos; 
Organizacion de Fiestas; 
Cuidado de Enfermos; 
Juegos con los Niños y 
Ayuda Personal a los Necesitados........

son actividades que no polucionan demasiado y que deberian ser practicadas por todos los humanos al menos una vez a la semana.

Utopico? : No. Muchas comunidades en paises desarrollados estan ya organizadas asi. Es, no solo posible sino que imprescindible.


TENEMOS que reducir nuestro nivel de crecimiento actual. Y esta es una de las mas sencillas formas de conseguirlo.


Naturalmente acompañandolo de medidas como la libertad de jubilacion, la opertura y gratuidad de las universidades y hospitales y la creacion de un senado mundial, retiro para politicos honestos.


Y, conociendonos como nos conocemos, Este senado deberia controlar a un ejercito profesional y unico, integrado al principio por los ejercitos nacionales.


Es urgente que reduzcamos nuestro nivel de actividad. Personalmente puedes comenzar contigo mismo. Colectivamente puedes apoyar a los grupos que veas inclinados en este sentido.
Y, comienza a practicar meditacion cada dia.



s.

Escuela de Misterios - "Wei-Wu-Wei" from Ram Baires on Vimeo.

Escuela de Misterios - La técnica del no-hacer from Ram Baires on Vimeo.

viernes, 27 de junio de 2008

Tu puedes cambiar de forma total porque.....

NO ERES EL QUE CREES SER.

Podemos reprogramar nuestro cerebro para cambiar el comportamiento”

Hace algo más de veinte años, Joe Dispenza (aparece tambien en la pelicula “Y tú qué sabes”), fue arrollado por un todoterreno cuando participaba en un triatlón. El diagnóstico de los cuatro cirujanos que consultó coincidía, tenía que operarse inmediatamente, debían implantarle barras de Harrington (de 20 a 30 centímetros desde la base del cuello hasta la base de la columna), ya que la tomografía demostraba que la médula estaba lesionada y que podría quedarse paralizado en cualquier momento.

Dispenza, que era quiropráctico, sabía muy bien lo que eso significaba: una discapacidad permanente y, muy probablemente, con un dolor constante. Su decisión fue arriesgada: intentaría ayudar a su cuerpo a que se recuperara de manera natural, conocía bien todo lo concerniente a huesos y músculos e ideó un plan de acción que incluía autohipnosis, meditación, una dieta que ayudara a sus huesos a regenerarse y ciertos ejercicios en el agua. Se recuperó totalmente en un tiempo récord y decidió ahondar en el tema.


Durante ocho años, estudió las remisiones espontáneas de enfermedades y le sorprendieron tanto los resultados que decidió volver a la universidad para intentar explicar científicamente lo que había descubierto: el poder de nuestro cerebro como director ejecutivo del cuerpo.

“Podemos cambiar la mentalidad al crear nuevos cableados en el cerebro y
fortalecerlos con nuestro pensamiento”

¿Cómo empezó a interesarse por el cerebro?

He entrevistado a cientos de personas que han sido diagnosticadas con enfermedades -tumores malignos y benignos, enfermedades cardiacas, diabetes, alteraciones respiratorias, hipertensión arterial, colesterol alto, dolores músculo esqueléticos, raras alteraciones genéticas para las que la ciencia médica no tiene solución…-, pero cuyo cuerpo se ha regenerado por sí solo sin la ayuda de una intervención médica convencional, como la cirugía o los fármacos.

¿Milagro?

Observé que una de las causas principales de esas remisiones espontáneas era que habían cambiado su forma de pensar, así que volví a la universidad e hice la carrera de neurociencias para poder explicar qué es lo que ocurría. Cuando afirmo que nuestros pensamientos se convierten literalmente en materia, me baso en la más pura vanguardia científica. Básicamente, esos individuos cambiaron la arquitectura neurológica de su
cerebro.

Estimulante curiosidad la suya.

Todas esas personas que tenían una remisión espontánea compartían cuatro cualidades específicas. Lo primero es que todas aceptaron, creyeron y entendieron que había una inteligencia superior dentro de ellos, da igual si la calificaban de divina, espiritual o subconsciente. Lo segundo es que todas aceptaron que fueron sus propios pensamientos y sus propias reacciones las que crearon su enfermedad, y puedo hablar y citar estudios
sobre cualquiera de estos temas durante media hora. Hay un floreciente campo científico llamado psico-neuroinmunología que demuestra la conexión existente entre la mente y el cuerpo.

Le creo, pero avancemos en sus conclusiones.

La tercera característica común es que cada persona decidió reinventarse a sí misma para llegar a ser otro, y los estudios actuales en neurociencias muestran que esto es totalmente posible. Por último, tenían en común que durante el periodo en que intentaban meditar o imaginar en qué querían convertirse, hubo tiempos largos en que perdieron la noción
del tiempo y el espacio.

¿Y eso qué significa?

El lóbulo frontal representa un 40% ciento de la totalidad del cerebro, y cuando estamos de verdad concentrados o focalizados, el lóbulo frontal actúa como un control de volumen. Como tiene conexiones con todas las demás partes del cerebro, puedo rebajar el volumen del tiempo y del espacio. En otras palabras, los circuitos que tienen que ver con mover tu
cuerpo, sentirlo, percibir lo que hay fuera y percibir el tiempo pasan a un segundo plano, y el pensamiento se convierte en la experiencia en sí, es más real que cualquier otra cosa. De este modo el lóbulo frontal elimina todo lo que no es prioritario para focalizarse en un único pensamiento, y es en ese momento en que el cerebro rehace su cableado.

¿En qué se traduce?

Aquello en lo que pensamos y en lo que concentramos nuestra atención con
más frecuencia es lo que nos define a escala neurológica.

Un reciente estudio demuestra que las grandes ideas surgen cuando uno
está relajado, pensando en otras cosas.

Entre la intención y el rendirse. Antes se creía que la parte derecha del cerebro es la parte emocional o sentimental, el lado creativo, y la izquierda, la racional o lógica. Pero de hecho, el lado derecho del cerebro es el responsable de procesar la novedad cognitiva, las nuevas ideas que, cuando ya están memorizadas, cuando se convierten en familiares, pasan al lado izquierdo del cerebro. Es lo que conocemos como rutina cognitiva.

¿Cambiar las marchas del coche?

Todas esas cosas que hacemos sin pensar, sí. Esa es la razón de que cuando un neófito escucha música la oiga con el lado derecho del cerebro, pero un músico profesional lo haga con el izquierdo. Esto significa que tenemos la oportunidad de aprender cosas nuevas y recordarlas, es la manera que tiene la evolución de hacer conocido lo desconocido. Podemos cambiar nuestra mentalidad. Al crear nuevos cableados y fortalecerlos con nuestro pensamiento, dándoles prioridad, los que no utilizamos tienden a
desaparecer.

Usted habla de inteligencia espiritual, ¿qué es eso, cómo lo explica desde un punto de vista científico?

No hay nada místico en ello. Se trata de la misma inteligencia que organiza y regula todas las funciones corporales. Esta fuerza hace que nuestro corazón lata ininterrumpidamente unas cien mil veces cada día sin que nosotros pensemos siquiera en ello, y se encarga de las sesenta y siete funciones del hígado, aunque la mayoría de la gente ni siquiera sabe que ese órgano realiza tantas tareas. Esta inteligencia sabe cómo mantener el orden entre las células, los tejidos, los órganos y los sistemas corporales, porque ha sido ella quien ha creado el cuerpo a partir de dos células individuales.

¿El poder que da origen al cuerpo es el poder que lo mantiene y lo sana?

El cerebro no puede cambiar el cerebro porque es sólo un órgano, y la mente no puede cambiar el cerebro porque es un producto del cerebro. Así que tiene que existir algo que está operando en el cerebro para que cambie la mentalidad.

¿Cómo define ese algo?

Ja, ja, ja, esa es una pregunta muy filosófica, dos botellas de vino y quizá cuatro horas, porque se trata de la búsqueda del ser. Pero por el momento es curiosamente la ciencia la que nos permite explicar que efectivamente tenemos control sobre nuestra mente y nuestro cerebro, es decir, que no somos un efecto de nuestros procesos biológicos sino una causa. Básicamente, más allá de mis estudios sobre las remisiones espontáneas de enfermedades, lo que intento transmitirle es que nuestros pensamientos provocan reacciones químicas que nos llevan a la adicción de comportamientos y sensaciones y que cuando aprendemos cómo se crean esos malos hábitos, no sólo podemos romperlos, sino también reprogramar y desarrollar nuestro cerebro para que aparezcan en nuestra vida
comportamientos nuevos.

¿Y la predestinación genética?

La investigación científica de vanguardia está mostrando que la genética tiene la misma plasticidad que el cerebro. Los genes son como interruptores, y es el estado químico en que vivimos el que hace que algunos estén encendidos y otros apagados. Se ha realizado un estudio muy interesante en Japón con enfermos dependientes de la insulina tipo dos
que mostraba cómo los enfermos sometidos a programas de comedia normalizaban su nivel de azúcar en sangre sin necesidad de insulina. Veinticuatro genes activados sólo por el hecho de reírse. Los genes son igual de plásticos que nuestro tejido neuronal.

¿Cada vez que pensamos fabricamos sustancias químicas?

Así es, y estas sustancias a su vez son señales que nos permiten sentir exactamente cómo estábamos pensando. Así que si tienes un pensamiento de infelicidad, al cabo de unos segundos te sientes infeliz. El problema es que en el momento en que empezamos a sentir de la manera en que pensamos, empezamos a pensar de la manera en que nos sentimos, y eso produce aún más química.

Un círculo vicioso.

Sí, y así se crea lo que llamamos el estado de ser. La repetición de estas señales hace que algunos genes estén activados y otros apagados. Memorizamos este estado como nuestra personalidad, así que la persona dice: “Soy una persona infeliz, negativa, o llena de culpa”, pero en realidad lo único que ha hecho es memorizar su continuidad química y
definirse como tal. Nuestro organismo se acostumbra al nivel de sustancias químicas que circulan por nuestro torrente sanguíneo, rodean nuestras células o inundan nuestro cerebro. Cualquier perturbación en la composición química constante, regular y confortable de nuestro cuerpo dará como resultado un malestar.

Estamos enganchados a nuestra química interna.

Sí, haremos prácticamente todo lo que esté en nuestra mano, tanto consciente como inconscientemente y a partir de lo que sentimos, para restaurar nuestro equilibrio químico acostumbrado. Es cuando el cuerpo ya manda sobre la mente.

¿Propone cambiar la química cerebral con nuestro pensamiento?

Es una parte de mi trabajo, no se trata sólo de cambiar la química cerebral, también los circuitos cerebrales, el cableado. Si podemos forzar al cerebro a pensar con otros patrones o secuencias, estamos creando una nueva mente. El principio de la neurociencia es que si las células neuronales se activan conjuntamente, se entrelazan creando una conexión más permanente. Una persona ante una situación, por nueva que sea, recurre a esa conexión, es decir, repite el mismo pensamiento una y otra vez y da las mismas respuestas, su cerebro no cambia, vive con la misma mente cada día.

¿Cómo interrumpir el ciclo?

A través del proceso de conocimiento y de la experiencia podemos cambiar el cerebro. Es buena idea examinar constantemente qué podemos cambiar dentro de nosotros. Si cada mañana nos planteáramos cuál es la mejor idea que podemos tener de nosotros mismos, tendríamos otro tipo de mundo.

¿Qué preguntas debemos hacernos para sentir de otra manera?

La mayoría de las personas cree que las emociones son reales.. Las emociones y los sentimientos son el producto final, el resultado de nuestras experiencias. Si no hay experiencias nuevas o vividas de otra manera, vivimos siempre en la actualización de sentimientos pasados. Se trata del mismo proceso químico vez tras vez. Una pregunta que ayudaría a cambiarnos es: ¿qué sentimiento tengo cada día que me sirve de excusa
para no cambiar? Si las personas empiezan a decirse: yo puedo eliminar la culpa, la vergüenza, las sensaciones de no merecer, de no valer….; si podemos eliminar esos estados emocionales destructivos, empezamos a liberarnos, porque son estos estados emocionales los que nos impulsan a comportarnos como animales con grandes almacenes de recuerdos. ¿Cuál es el mayor ideal de mí mismo? ¿Qué puedo cambiar de mí mismo para ser mejor persona? ¿A quién en la historia admiro y qué quiero emular?

Pero saber quién quieres ser no es suficiente para cambiar tu cableado.

No. El conocimiento es lo que precede a la experiencia. Aprender una información es personalizarla y aplicarla. Debemos modificar nuestro comportamiento para poder tener una nueva experiencia que a su vez crea nuevas emociones. El conocimiento es para la mente; la experiencia, para el cuerpo. Tenemos que enseñar al cuerpo lo que la mente ha entendido intelectualmente. Si seguimos repitiendo esa experiencia, se archiva en un sistema nuevo en el cerebro, y eso permite pasar del pensar al hacer, al ser.

El siguiente paso es cambiar hábitos de comportamiento, tiene que haber acción.

El hábito más grande que tenemos que romper es el de ser nosotros mismos, porque la neurociencia y la psicología dicen que la personalidad ya esta formada antes de los 35 años, eso significa que tenemos los circuitos hechos para poder enfrentarnos a cualquier situación y, por lo tanto, vamos a pensar, a sentir y actuar de la misma manera el resto de nuestros días. Pero los últimos estudios muestran que es posible cambiar la personalidad en todas las etapas de la vida, para eso hay que convertir el hábito inconsciente en algo consciente, llegar a tener conciencia de esos pensamientos y sentimientos inconscientes.

¿Eso son 20 años de psicoanálisis?

Aunque llegues a entender intelectualmente que tu padre era muy dominante, eso no cambia tu condición. El primer paso siempre es aprender. Mientras vamos aprendiendo nueva información y empezamos a pensarla, la contrastamos con nuestras creencias y la analizamos, estamos cambiando nuestro cableado, construyendo una nueva mente. Una vez esa nueva mente está establecida, tenemos que empezar a pensar cómo mostrarla, y ahí entra el cuerpo. Cualquier proceso de cambio requiere el desaprender y el reaprender.

El cerebro humano es un órgano de colosal plasticidad, y hoy estamos aprendiendo a estimularlo, enriquecerlo, desplegarlo. Y no sólo en sus capacidades intelectivas, sino también en las emocionales. Y en las bioquímicas: podemos aprender a modularlo para producir duchas hormonales que te refuercen el sistema inmunológico. ¿Consistirá la medicina del futuro en ese autocontrol de los recursos de la mente sobre la materia, sobre el propio cuerpo, y a eso le llamaremos salud? Dispenza se dedica al desarrollo del cerebro y la autoconciencia, como explica en el libro y la película ´¿¡Y tú qué sabes!?´, igual que en una charla impartida en el colegio mayor Sant Jordi de la Universitat de Barcelona, organizado por L´Ambar y el Cineforum Spiritual Vision.

-¿Qué es una remisión espontánea?

- La súbita reversión de una enfermedad: el enfermo sana de una dolencia sin explicación médica convincente.

- ¿Se dan a menudo curaciones de este tipo?

- Sí se dan. Yo he presenciado casos espectaculares. Y tengo una buena noticia: podrían darse más a menudo.

- ¿Por qué?

- He estudiado a muchas personas que experimentaron asombrosas remisiones de graves enfermedades... y he constatado en ellas ciertos aspectos comunes.

- ¿Cosas que podemos aplicarnos todos, entonces?

- ¡O intentarlo, al menos! Porque esas remisiones no fueron tan espontáneas...

- Le escucho: ¿qué había en común entre esas personas?

- Todas aceptaron que sus modos de pensar y sentir ( "he estado enfadado, odiando, envidiando..."), sus actitudes vitales, en suma, les habían ocasionado desequilibrios y disfunciones, les habían dañado la salud.

- Ah, eso no es nada fácil de aceptar...

- Pero se puede. Y uno puede buscar tiempo para empezar a ejercitarse en crear pensamientos grandes y felices: ¡eso está comprobado que estimula el sistema inmunológico, que estimula una neuroquímica salutífera!

- ¿Qué más hicieron esas personas?

- Empezaron a formularse preguntas importantes: ¿a qué persona o gran personaje admiro?, ¿a quién conozco que sea feliz, para ser igual?, ¿qué debo cambiar en mí para vivir con alegría?

- ¿Basta con pensar en eso?

- Es que, además, se concentraron en pensar en la nueva persona que querían ser. ¡Y eso genera ya redes neuronales nuevas!

- ¿Estaban ya cambiando, mejorando?

- Sin duda. Pero había algo más: todos aceptaron que la inteligencia de la vida, la inteligencia universal latía en ellos, y que podían reconectarse a ella.

- Suena ya demasiado místico, abstracto...

- ¡Es de una lógica radical! Mira: cada segundo pierdes diez millones de células... ¡Ahora mismo! ¿Estabas pensando en hacerlo?

- No.

- Hay un montón de células que deciden nacer y morir a cada segundo del día y de la noche, que deciden mantener tu corazón latiendo, todos tus órganos funcionando... ¿Controla todo esto tu inteligencia racional?

- No.

- ¡Pues ésa es la activa inteligencia de la vida a la que me refería! ¿Ves? La aceptas: puedes conectarte, encajarte en ella.

- ¿Y cómo lograr encajarme en ella?

- Hoy sabemos que la meditación es muy eficaz... Y hay algo que yo practico: cada mañana, al levantarme, pienso en quién quiero ser, escojo qué quiero para ese día, para mi vida, qué ideales persigo... ¡y todo eso lo siento dentro de mí como si ya fuese real!

- ¿Y qué sucede, señor Dispenza?

- ¡Que vivo días asombrosos! Y que vivo todos los días como si lo fuesen.

- ¿Está sugiriéndome que puedo crear mi realidad?

- Todas las personas que hicieron algo grande fueron personas que vivieron en una visión, en una realidad en la que creían. Y, de este modo, la crearon.

- Eso no es muy científico.

- En tal caso, las partículas elementales tampoco son muy científicas...

- ¿Por qué lo dice?

- ¡Porque se comportan contrariando las leyes de la física mecánica! Para empezar: donde todo parece sólido, ¿qué hay?

- ¿Qué hay?

- ¡Abismos de vacío!

- Muy poético.

- No, no, es mera realidad: en el átomo, entre los electrones y el núcleo, hay inmensidades de vacío; y entre los protones y neutrones del núcleo del átomo, hay más inmensidades de vacío... O sea, los ladrillos de la materia... están vacíos. ¡La materia es mero vacío!

- ¿Alguna otra enseñanza de física cuántica que quiera transmitirme?

- Que mente y materia no están separadas. Los humanos, pues, podemos usar la mente subjetiva para influir en el mundo objetivo.

- No es poco trabajo...

- ¡De hecho, lo hemos hecho durante siglos sin darnos cuenta!

- ¿Ah, sí? ¿Cómo?

- Al rezar.

- ¿Propone que recemos?

- Orar es esto: cerrar los ojos y pensar. Y para eso no se necesita a Alá, Yahvé, Dios ni nada de eso: se basta uno. Esto es lo que propongo: ¡experimenta! Haz de tu vida tu propio experimento científico.

- Despidámonos con algún ejemplo de experimento.

- Una vez tomé a dos personas: una estiraba con un dedo un cordel durante una hora al día, durante cinco días a la semana, durante cuatro semanas. Su dedo ganó un 30% más de fuerza. La segunda persona hizo lo mismo... pero sólo mentalmente.

- ¿Y?

- ¡Su dedo ganó un 22% más de fuerza!

- ¿Sin tocar el cordel?

- Sin tocar el cordel.

- Vaya...

- Lo físico es metáfora de los psíquico. Está todo imbricado, es en el fondo lo mismo. Insisto: ¡experimenta! Enriquece tu vida con experiencias nuevas. Créalas en tu cerebro. Crea realidad con tu mente, y verifícala luego en tu entorno. Serás creador. ¡Todos lo somos! Basta con conectar con esa inteligencia cósmica de la vida, con esa mente total. Enriquécete, enriquécete...

joe dispenza:

www.joedispenza.com

Tengo 46 años. Nací en Nueva York y vivo en Rainier (Washington). Estoy casado en segundas nupcias, y comparto cinco hijos. ¿Política? Creo en el derecho divino de todo ser humano a buscar su felicidad. ¿Dios? La esencia inmanente que da vida a todo. Cada segundo pierdes diez millones de células: la vida actúa en ti, ¡acéptala!

titulo en ingles:
Evolve your brain. The science of changing your mind"

domingo, 1 de junio de 2008

Que podemos hacer

UNA AUTENTICA CULTURA PLANETARIA
algunos tips:

Abandona la tv, y sobre todo la basura que viene de Hollywood - pentagono. (ya sabemos que Hollywood tiene oficina en el pentagono y el pentagono en Hollywood). No permitas que la realidad sea "creada" por los mass media.

El gran desafio es conseguir un mundo sostenible, un mundo en el que la gente no quiera comprar
Gilles Lipovetsky - pensador


Come productos organicos y a ser posible producidos de forma local

Procura "pasar" de llevar a tus hijos a Disneylandia , centros comerciales y grandes superficies , prefiere una montaña, un valle , una playa o una granja para aprender a vivir en nuestro autentico medio . Eso si son GRANDES SUPERFICIES.

Toma conciencia de quienes nos manipulan y pasa la voz (joanfliz.blogspot.com)

Escucha a los sabios y olvida las religiones (sus biblias han sido escritas con leyendas y mitos mucho mas antiguos y ricos que han sido cortados y limitados a un solo libro)

La verdad finalmente esta en el silencio dentro de cada ser humano .
Si no la encuentras ahi , nunca la encontraras en ninguna parte

El coche es un trasto bastante mas incomodo de lo que parece y violenta con su ruido , sus humos y su ocupacion de las ciudades y campos a los que deztroza y deshumaniza. Cuanto menos se use mejor y si se esta preparado, quitarselo de en medio definitivamente.

Decide de una manera consciente una vida de sencillez que se contraponga al consumismo.
Se puede vivir mejor con menos, dando más importancia al ser que al tener y al parecer.

Cultiva los valores intangibles, es decir, los bienes relacionados con la espiritualidad, la gratuidad, la solidaridad, la cooperación y la belleza, como los encuentros personales, los intercambios de experiencias, el cultivo de las artes, de la música...

Más que parte del problema, considérate parte de su solución.



Alejate de la medicina de laboratorio :
Esta basada en la enfermedad como negocio y no esta interesada ni remotamente en tu salud.
Es un lastre para todos los gobiernos del mundo que se vean "presionados" a pagar enormes sumas a laboratorios multinacionales por sus "servicios".
La salud tiene que ver con la higiene, la variedad en los alimentos, el descanso , las vacaciones.....
y nada que ver con vacunas , antibioticos y demas monsergas.
Educar en lugar de recetar

No corrompas a tu hijo enseñandole a apreciar mas a los que piensan como el, que a los que piensan de forma diferente.

Y si plantas una huerta y proteges y mantienes semillas autoctonas seras ya todo un revolucionario.