Emilie llega con su tostadora averiada. Anna, con su lámpara de suelo
que no se enciende. Luke, con su MacBook que no es capaz de arrancar.
Sam, con su móvil que no funciona. Tony, con su impresora HP Deskjet que
se ha quedado atascada.
"La cultura de usar y tirar es un exceso que ni nosotros ni el planeta nos podemos permitir"
Y así se van acumulando los trastos sobre las mesas, ante los ojos inquietos de Ugo Vallauri y Janet Gunter, los creadores del
Restart Project, asistidos espontáneamente por un nutrido equipo de voluntarios entre los que abundan los 'manitas'. Con un poco de suerte,
el 80% de lo que allí llega volverá a funcionar.
Y la gente se quedará tan agradecida que seguramente volverá, con un
nuevo cacharro bajo el brazo o con una caja de herramientas para echar
un cable.
Siguiendo los pasos del
Repair Cafe de Amsterdam o del
Fixers Collective
de Brooklyn, el Restart Project es algo así como un taller comunitario e
itinerante que recorre los barrios de Londres con un mensaje
esperanzador y hasta cierto punto poético: "Repair, don't despair"
("Repara y no desesperes").
Ugo Vallauri, cofundador de la iniciativa en Londres. | C.F.
Surgido al oreo del grupo de Transición de Belsize Park y de la
comunidad de 'geeks' ICT4D, el proyecto aspira a salir al encuentro de
una necesidad creciente en tiempos de crisis y cubrir de paso el hueco
de las añoradas tiendas de reparaciones, con un 'twist' tecnológico y
comunitario.
"La cultura de usar y tirar es un exceso que ni nosotros ni el
planeta nos podemos permitir", sostiene Ugo Vallauri, que estudió
Comunicaciones en Italia y empezó a darle vueltas a la idea tras un
proyecto de cooperación en África. "Fui allí a divulgar las
posibilidades de los teléfonos móviles y descubrí de pronto cómo se
puede prolongar la vida de un simple cable".
Janet Gunter, activista y organizadora comunitaria, involucrada en el
cambio social con Global Voices, estaba deseando por su parte pasar a
la acción con algo concreto y en su propio entorno:
"Las redes sociales tienen que dar un paso adelante y ponerse manos a la obra.
Y eso es lo que estamos haciendo aquí: reparando y dando soluciones a
la gente, y creando comunidad a nuestro paso. Hay una magia para
resolver los problemas en grupo que sin duda no la hay cuando uno
trabaja en solitario".
"Hay una posibilidad inexplorada de crear empleo, tanto para
gente mayor que tiene los conocimientos y las habilidades, como para la
gente joven e inexperta que aprende sobre la marcha y se siente útil"
La reciente fiebre de los 'reparadores' viene de Amsterdam, donde
surgió hace unos años el Repair Cafe, creado por la periodista Martine
Postma después de ser madre: "De pronto sentí el deseo de hacer algo, ya
no me bastaba con escribir... En los debates sobre la sostenibilidad
hablamos al fin y al cabo de ideales, cuando lo que necesitamos es hacer
algo con nuestra manos, si es posible juntos y ahora mismo".
El Repair Cafe
ha conseguido una subvención de casi medio millón de euros del Gobierno holandés
y cuenta ya con un plantilla semiprofesional. En toda Holanda hay ya 30
cafés de reparadores, donde la camaradería se funde con la tecnología.
La última incorporación es el autobús itinerante que va recorriendo los
barrios a la busca de cachivaches que no funcionan.
En Silicon Valley, entre tanto, la cultura de los 'reparadores' y del 'hazlo tú mismo' se dan la mano todos los años en la
feria de los Makers. La idea se ha propagado por otros puntos de geografía norteamericana, de Nueva York a Detroit, pasando por Austin. Las
guías 'online' de Ifixit
se han convertido en un apoyo impagable para los aprendices. En
Brooklyn, entre tanto, el Fixers Collective ha logrado dar un toque
'cool' a la idea de reparar.
El acicate de la crisis
En Londres existe también el primer Repair Cafe, en el Goodlife
Centre de Brixton, por donde pasaron recientemente los voluntarios del
Restart Project en uno de los encuentros más multitudinarios.
"Decididamente
hay algo adictivo en todo esto",
reconoce Janet Gunter. "Y hay también una posibilidad inexplorada de
crear empleo, tanto para gente mayor que tiene los conocimientos y las
habilidades, como para la gente joven e inexperta que aprende sobre la
marcha y se siente útil".
"Yo mismo sabía algo de ordenadores y móviles, pero es en realidad
ahora cuando estoy aprendiendo", reconoce Ugo Vallauri, mientras trabaja
simultáneamente con dos portátiles, uno con la pantalla dañada y el
otro con el teclado incompleto. "La cantidad de información 'online'
para reparar cualquier cosa es inmensa. Aunque no hay nada como ponerte
manos a la obra y dejarte aconsejar por uno y otro".
Janet Gunter, en uno de los talleres. | C.F.
Janet y Ugo andan ahora buscando apoyo público a la financiación de
su proyecto, que funciona de momento gracias al impulso y al tiempo de
los reparadores voluntarios (servicio gratis por una tarea impagable).
La idea es seguir con los
talleres itinerantes, crear cafés en los barrios o incluso 'mercadillos de reparadores', anexos a los mercados de granjeros que proliferan por la geografía londinense.
"La crisis está sirviendo como acicate", reconoce Hugo. "Hemos pasado
de ser una masa de invidualistas a descubrir el poder de las redes. La
gente no sólo busca prolongar la vida de sus aparatos para ahorrarse
unas libras o unos euros. Todos estamos deseando conectar y buscar
soluciones colectivas".
"En el fondo, creo que hay también algo de rebelión contra el
hiperconsumismo que te obliga a cambiar cada dos años de coche, de
ordenador o de teléfono móvil", concluye el cofundador del Restart
Project. "Creo sinceramente que estamos en un nuevo comienzo y que
estamos descubriendo el auténtico valor de las cosas. No podemos
conformarnos con el reciclaje, que es el diablo, la ultimísima opción...
Antes de tirar nada conviene preguntarse: ¿lo puedo reparar?".