sábado, 25 de abril de 2015
lunes, 13 de abril de 2015
LA UTILIDAD DE LO INUTIL -
'La utilidad de lo inútil', un elocuente manifiesto italiano contra la corrupción masiva
El profesor Nuccio Ordine defiende un regreso intelectual a saberes como la literatura, la filosofía, el arte o la música.
"La dictadura del provecho ha alcanzado un poder ilimitado", denuncia el autor. La obra denuncia la gestión que los gobiernos hacen de la crisis socializando la deuda.
Las artes no producen ganancias, pero evitan la deshumanización A su juicio, hoy "la dictadura del provecho ha alcanzado un poder que está fuera de cualquier límite, no hay aspecto de la vida de todos nosotros que no esté dominado por el utilitarismo".
Todo está invadido por ello, "no sólo los intercambios comerciales, también los intercambios humanos y, desgraciadamente, la Escuela y la Universidad, cada vez más empresas que, en vez de estudiantes, tienen clientes".
Y, en cambio, según defiende Ordine, la única manera de resolver muchos de los problemas acuciantes del actual momento pasa por reforzar "las escuelas y las universidades y todas las actividades culturales que ayudan a que podamos ser mejores".
Un éxito en Italia y Francia Con el libro, que ha sido un éxito de ventas en Italia y Francia, ha querido lanzar que si no se cambia de dirección "vamos a destruir el único instrumento que tenemos para formar a las nuevas generaciones".
Todos los autores clásicos que cita en la obra, desde los griegos de la antigüedad como Aristóteles a Shakespeare o escritores contemporáneos como Ionesco o Italo Calvino, "dan a entender que la dignidad del hombre no viene de la cantidad de dinero que posee, sino de sus virtudes".
La respuesta de los gobiernos a la crisis no puede ser hacer pagar a los más pobres y a la clase media Ordine pide durante su disertación que se imagine un mundo sin flores.
"Las flores -argumenta- no son necesarias para nuestra vida, pero un mundo sin flores sería mucho más triste, sería como un desierto. Como lo sería una educación sin los saberes inútiles, que transformaría nuestro espíritu en un desierto".
Ahondando en el momento de crisis actual, asevera que lo primero en lo que piensan los gobiernos a la hora de actuar es en recortar en educación, en bibliotecas o en acabar con las excavaciones arqueológicas". Para Ordine, por el contrario, "lo que los gobiernos de todo el mundo deberían hacer es luchar y resolver el problema de la corrupción".
"La respuesta a la crisis es acabar con eso y no hacer pagar la crisis a la clase media y a las clases más pobres", indica.
El profesor de la Universidad de Calabria insiste en que "hoy lo que piden los gobiernos es la carne viva de los seres humanos, lo que es muy injusto en un contexto en el que no sólo hay corrupción en los Estados, sino también en las grandes empresas, que colocan el dinero que obtienen en paraísos fiscales y luego se declaran en bancarrota".
Privatizar beneficios, socializar deudas Afirma que muchas de estas corporaciones "piden sacrificios a los obreros aplicando una lógica en la que se privatizan los beneficios y se socializan las pérdidas".
A pesar de estas consideraciones, el escritor advierte de que La utilidad de lo inútil no va en contra de "la ganancia en general, aunque sí contra la idea de que la ganancia se convierta en un fin en sí mismo".
Durante la entrevista Nuccio Ordine tampoco rehuye las preguntas sobre el nuevo Papa Francisco, por quien dice sentir "una gran admiración porque, por fin, la Iglesia no cuenta en su cúpula con un burócrata de la religión, sino con un hombre que ha vivido con la gente".
Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/2020406/0/utilidad-de-lo-inutil-libro-manifiesto/italiano-contra-corrupcion/nuccio-ordine/#xtor=AD-15&xts=467263
La crónica de sucesos acaecidos en París el 26 de diciembre de 2013 revela que un hombre de letras desesperado, enojado contra unas instituciones indiferentes a su amor apasionado por la cultura, embistió con su coche las puertas enrejadas del palacio del Elíseo.
El conductor, Attilio Maggiulli, no pudo soportar lo que consideraba un desprecio oficial hacia el proyecto de su vida, el Théâtre de la Comédie Italiénne —que perdió casi un 50% de subvenciones públicas en tres años—, y no halló forma mejor de presentar su memorial de agravios que estampando su indignación contra la sede oficial de la presidencia de la República Francesa.
Hasta ahí la historia resumida de Maggiulli. Esta crónica aborda, sin embargo, la historia de otro hombre de letras indignado, el profesor italiano Nuccio Ordine (que figura en su partida de bautismo como Diamante Ordine). Con los mismos o parecidos personajes —una cultura apuñalada, una educación asfixiada y un pueblo adormecido—, Ordine (Diamante, 1958) ha preferido usar la palabra para embestir contra la ignorancia promovida desde las instituciones y advertir de sus efectos a la ciudadanía. Si dejamos que nos roben el legado de nuestros antepasados y que se mutile el conocimiento, avisa, no es que dejemos de ser personas cultivadas: es que las generaciones futuras dejarán de ser personas en sentido estricto.
El vehículo empleado por Ordine para su clamor profético es el manifiesto titulado La utilidad de lo inútil, cuya publicación en España debemos a Jaume Vallcorba, padre de las editoriales mellizas Acantilado y Quaderns Crema, y al traductor y profesor de Filosofía Jordi Bayod Brau.
Ordine, profesor de prestigiosas universidades, experto en el Renacimiento y director de varias colecciones de clásicos en la editorial Les Belles Lettres de París, se dice “emocionado” por la recepción de su libro en Barcelona, donde fue presentado recientemente, y en Madrid (donde fue apadrinado por Fernando Savater). “La gente me abrazaba y me daba las gracias. Un estudiante me dijo: ‘Decidí estudiar Filosofía y Paleografía contra la voluntad de mi padre, que me preguntaba para qué servía eso. Su libro me ha reafirmado en mi decisión”, recuerda.
La tesis central del libro puede ser resumida en la idea de que la literatura, la filosofía y otros saberes humanísticos y científicos no son inútiles, como cabría deducir de su progresivo destierro en los planes educativos y presupuestos ministeriales, sino imprescindibles. “El hecho de ser inmunes [dichos saberes] a toda aspiración al beneficio” constituye, según el autor, “una forma de resistencia a los egoísmos del presente, un antídoto contra la barbarie de lo útil, que ha llegado incluso a corromper nuestras relaciones sociales y nuestros afectos más íntimos”.
Como en un coro griego, Nuccio Ordine arma una defensa coral del conocimiento apoyándose en aquellos autores que le precedieron en su empeño.
Dante, Petrarca, Moro, Campanella, Bruno, Bataille, Keynes, Steiner, García Márquez, Cervantes, Shakespeare, Platón, Sócrates, Séneca, Heidegger, Cioran, García Lorca, Tocqueville, Hugo, Montaigne… son reclutados y contextualizados para mostrar “la carga ilusoria de la posesión y sus efectos devastadores sobre la dignitas hominis, el amor y la verdad”.
¿Por qué este libro? “Llevo 24 años como profesor intentando convencer a mis alumnos de que no se viene a la universidad a obtener un diploma, sino a intentar ser mejores, esto es, a aprender a razonar de forma autónoma”.
Para Ordine, la transmisión del amor por el conocimiento es un deporte de combate. Y eso implica desmontar algunas ideas materialistas imbuidas por el sistema capitalista. “La gente piensa que la felicidad es un producto del dinero. ¡Se engañan!”, afirma.
Dicha pretensión se ha extendido ya a todos los ámbitos. “El utilitarismo ha invadido espacios en los que que no debería haber penetrado nunca, como las instituciones educativas”, denuncia el profesor calabrés. Y advierte: “Cuando se recorta el presupuesto para las universidades, las escuelas, los teatros, las investigaciones arqueológicas, las bibliotecas… se está cercenando la excelencia de un país y eliminando cualquier posibilidad de formar a toda una generación”.
Un CV brillante
Nuccio Ordine es filósofo y profesor de literatura italiana de la Universidad de Calabria.Ha enseñado en la Universidad de Yale, la de Nueva York, la Sorbona de París o el instituto Warburg de Londres.
Desde 2012 es caballero de la Legión de Honor francesa.
La utilidad de lo inútil es su último ensayo.
El manifiesto incluye también un escrito premonitorio de Abraham Flexner, publicado en 1939, que evangeliza sobre la importancia de la ciencia. “Quería que quedara claro que la defensa de lo inútil [lo no ligado al afán de lucro] no atañe solo a escritores y humanistas, sino que es una lucha que concierne también a los científicos”, explica Ordine. “El estado no puede renunciar a la ciencia básica [en aras del beneficio]; por eso he escrito un capítulo dedicado a las universidades entendidas como empresas”.
La utilidad de lo inútil no es sólo un argumentario contra la deriva del utilitarismo o el “satánico comercio” (Baudelaire): es también un manual para superar lo que el autor del libro llama “el invierno de la conciencia” y para recordar, con Montaigne, que “es el gozar, no el poseer, lo que nos hace felices”
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La utilidad de lo inútil recoge citas y pensamientos coleccionados por Ordine durante muchos años de enseñanza e investigación, centrados en la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista. El libro está dividido en tres partes: una dedicada a la útil inutilidad de la literatura, y a aquellos personajes de la cultura que a lo largo de la historia han tratado este tema; otra que se consagra a los efectos que la lógica del beneficio ha tenido en el campo de la enseñanza, la investigación y las actividades culturales en general; y una tercera, da ejemplos de clásicos que han tenido efectos devastadores sobre la dignitas hominis.
P.- Te vales de filósofos y literatos
para reflexionar sobre la utilidad de lo inútil y sobre la inutilidad de
lo útil. ¿Es precisamente en momentos de crisis como estos cuando se
hace más necesario que nunca sentarse y pensar?
Estoy convencido de que, como la misma
etimología de la palabra crisis implica, es una ocasión o una
oportunidad para reflexionar sobre ciertas cosas que quizás antes
vivíamos pero sin tener una conciencia fuerte de ellas. Creo que ahora
la dictadura del beneficio, del utilitarismo, es una dictadura que ha
invadido todos los aspectos de la vida humana. Era necesaria una
reflexión sobre el tema, sobre la importancia de aquellos conocimientos
que no producen beneficios, sobre todo porque en nuestra sociedad solo
se considera útil aquello que produce beneficio. En cambio, este libro
es una invitación a pensar en torno al hecho de que hoy, precisamente en
momentos de crisis, tenemos más necesidad que nunca de aquellos
conocimientos inútiles que nutren el espíritu, que invitan al amor por
el bien común, al respeto del otro, a la solidaridad, a la paz, y sobre
todo, a luchar contra la corrupción del dinero y el poder.
P.- Todo tiene un precio menos el
conocimiento… ¿Quizá la motivación por saber es lo único que permite
romper esa política del beneficio?
Efectivamente, el saber puede ser la única forma de oposición y resistencia a la dictadura del beneficio, por dos motivos:
1.- Todo se puede comprar. En un país
como Italia que últimamente se conoce sobre todo porque se compran
jueces, parlamentarios, televisiones, éxitos, cualquier cosa… todo tiene
un precio. Lo único a lo que no se puede poner precio es al
conocimiento: es el resultado de un esfuerzo individual que nadie puede
hacer en tu lugar. Si yo pago a alguien para que haga el esfuerzo de
saber, es esa persona la que aprende, no yo.
2.- En la lógica mercantil siempre hay
una adquisición y una pérdida: si compro un reloj, entrego y pierdo un
dinero. En cambio, en la transmisión del conocimiento yo puedo enseñar
un teorema a los estudiantes, que concretamente yo no pierdo, y ellos sí
adquieren. En el círculo virtuoso de la enseñanza y el saber el que da
se enriquece, a la vez que se enriquece el que recibe. Es el único
espacio a donde la influencia negativa del dinero no puede llegar.
P.- ¿La búsqueda de la belleza (arte,
literatura, música) está en contra de los principios económicos que
rigen hoy la sociedad? ¿Para qué sirve entonces un libro, o un cuadro?
Hay una cosa importante que debemos tener
en cuenta: en una sociedad totalmente contaminada por la lógica
utilitarista es mucho más fácil hacer entender la importancia de una
cuchara o unas botas, que la importancia de un cuadro o un poema, porque
una cuchara tiene una aplicación práctica, pero ¿para qué sirve un
verso? La respuesta a esta cuestión es más difícil de hacerla ver,
aunque esté ligada directamente al espíritu. Este es el esfuerzo que yo
intento hacer como profesor.
Intenta imaginar un mundo sin flores…
desde el punto de vista material podríamos vivir sin flores, pero aunque
parezcan inútiles, tienen un papel muy importante en nuestra vida
porque son portadoras de la belleza. Kakuzo Okakura, en una bella
metáfora, mantiene que la humanidad pasa del estado animal al humano
cuando el primer hombre recoge una flor para dársela a su compañera.
Este gesto inútil nos hace entender lo que es el arte.
Kant explica que la adhesión hacia lo
bello es algo gratuito y desinteresado. El deseo interior de disfrutar
de la belleza es lo que me convierte en otra persona. Y a veces, tenemos
más necesidad de esas cosas llamadas inútiles que de las útiles.
P.- La obsesión por ganar, por tener,
por sacar beneficio… ¿Crees realmente que el culto a la utilidad
terminará minando la dignidad del hombre, su espíritu, su ser social?
No es que lo crea, lo veo todos los días.
Lo estamos viendo en este momento en cualquier parte del mundo donde
expliquen que la crisis justifica la expropiación de la dignidad humana…
cuando se empiecen a eliminar aquellos derechos que permiten al hombre
considerarse como tal. Si yo elimino la asistencia sanitaria, si anulo
las ayudas a los discapacitados que les permitan llevar una vida normal,
si despido a las personas en condiciones que impidan el normal
mantenimiento de la familia… entonces, ¿qué tipo de hombre podemos
imaginar? ¿podemos plantearnos a unos hombres que se ven obligados a
renunciar a aquellos derechos por los que tantos años han luchado? Hoy,
en nombre de la crisis, están matando el derecho a tener derechos. Pero
eso no es cierto, si lucháramos contra la corrupción, podríamos
tranquilamente mantener los fondos para mantener esos derechos. Piensa
que todo el dinero que se quite a la educación, sanidad, empleo…
repercutirá en la creación de una sociedad inhumana, sin futuro, abocada
al fin de la democracia.
P.- ¿Estamos diciendo que la dictadura del dinero podría llevar a una deshumanización de la sociedad?
El proceso de deshumanización se
fundamenta sobre el hecho de que hoy la lógica del beneficio ha invadido
aspectos de la vida a donde no tendría que haber llegado. Ha acabado
por corromper incluso los afectos, llevando a que muchas relaciones
humanas se basen a menudo en el propio interés o en la competitividad.
En la ambición personal de poder, el compañero de trabajo ya no sería
entonces un colega sino un enemigo. En nombre del interés personal estoy
dispuesto a pisar a quien esté a mi alrededor… ¿deshumanización? Si la
política del beneficio invadiese instituciones (donde no tendría que
llegar) como las escuelas y universidades, entonces el estudiante se
convertiría en cliente y el colegio en empresa. Y lo mismo pasaría con
la sanidad: los médicos serían burócratas empresarios y los pacientes
meros clientes.
P.-
¿Hasta qué límite es el hombre capaz de aguantar la sutil y continua
eliminación de aquellos valores que le definen: generosidad, altruismo,
solidaridad, fraternidad…?
Es difícil contestar esta pregunta porque
la historia no es precisamente una maestra de vida, en el sentido de
que la historia puede enseñar muchas cosas, pero los hombres pueden no
tenerlo en cuenta… No se justificarían entonces tantas masacres o
guerras.
Todos deberíamos ir de la mano para
hacerles entender a los políticos que destruir la educación y la cultura
en general significa destruir el líquido amniótico en el cual es
posible hacer vivir la humanidad, la democracia y la solidaridad
humanas.
P.- Viendo la situación actual de muchos gobiernos, ¿podría pensarse que poder y corrupción van siempre de la mano?
Históricamente, ahí donde hay poder
siempre existe el peligro de la corrupción. También ha habido personas
que han sabido reaccionar a ella. El problema es que hoy la corrupción
está muy difundida porque no existe una correcta moral, y la política
del beneficio ha transformado las conciencias incluso en las células más
pequeñas de la sociedad como es la familia. La preocupación de un padre
por el futuro de un hijo es algo lógico, del mismo modo que nosotros
deberíamos preocuparnos por las nuevas generaciones en cuyas manos está
el futuro. Sobre ellas deberíamos incidir para concienciarlas de ese
tema, pero me parece que los gobiernos no están mucho por esta labor. El
destino de un banco les parece más interesante que el futuro de una
universidad…
P.- La música, el pensamiento
humanístico, la poesía… ¿no podrían ser vistas como armas vitales en un
alegato por la libertad individual, por el futuro?
Podría contestarte directamente con un texto escrito en 1848 por Victor Hugo y que está recogido en el libro: «Habría
que multiplicar las escuelas, las cátedras, las bibliotecas, los
museos, los teatros, las librerías. Habría que multiplicar las casas de
estudio para los niños, las salas de lectura para los hombres, todos los
establecimientos, todos los refugios donde se medita, donde se
instruye, donde uno se recoge, donde uno aprende alguna cosa, donde uno
se hace mejor; en una palabra, habría que hacer que penetre por todos
lados la luz en el espíritu del pueblo, pues son las tinieblas lo que lo
pierden.»
P.- ¿Qué puede hacer el ciudadano de a pie para rebelarse contra esta dictadura del poder, de la utilidad, de la apariencia?
Creo que el primer paso es el de mantener
la educación como valor y derecho indispensables. El deber de nuestra
generación es el de formar jóvenes de tal manera que ellos mismos puedan
en el futuro defenderse de esa dictadura de la utilidad. No veo otra
solución.
lunes, 6 de abril de 2015
LOS CONTADORES DE LA VERDAD - Whistleblowers
Siempre han existido, pero este nuevo siglo parece haber deparado un
papel protagonista a esas personas que deciden revelar irregularidades
desde dentro de las organizaciones donde trabajan. La soldado Chelsea Manning, el analista de la NSA Edward Snowden, el empleado bancario Hervé Falciani.
Son solo la punta del iceberg de un fenómeno que en Reino Unido, por
ejemplo, ha servido para sacar a la luz graves deficiencias en la
atención sanitaria pública, gracias a centenares de testimonios de
valientes trabajadores anónimos. La verdadera historia de estas personas
empieza cuando deciden dar el paso.
En español no existe una traducción exacta de la palabra inglesa whistleblower, que literalmente sería soplador del silbato. Existe soplón, pero posee una connotación negativa de la que carece el término inglés. Ian Foxley, fundador de Whistleblowers UK, propone “contadores de la verdad” o “héroes”. Ingeniero aeronáutico, jugador de rugby y teniente coronel retirado de 58 años, Foxley conoce de primera mano las duras consecuencias de contar la verdad. Por eso ha puesto en marcha esta organización sin ánimo de lucro que pretende ayudar y asesorar a aquellos que, como hizo él mismo hace cinco años, deciden arriesgar su seguridad y la de sus familias por actuar de acuerdo a sus principios.
En 2010 Foxley trabajaba para Airbus en un contrato de más de 2.000 millones de euros entre el Ministerio de Defensa británico y la Guardia Nacional saudí. Pero al poco de llegar a Riad empezó a ver cosas que no le gustaron. “Me entregaron un contrato que, como director, debía firmar”, explica, mientras come un sándwich de carne en un viejo pub de York, la ciudad inglesa más cercana al pueblo donde vive ahora con su familia. “Encontré en una línea del contrato una serie de pagos extra y me negué a firmar. Se trataba de pagos a las islas Caimán, a unas compañías que yo no conocía. Empecé a hacer averiguaciones y la empresa se volvió contra mí. Le entregué las pruebas a un general del Ejército británico, a quien conocía desde hacía 20 años. Él habló con el Ministerio en Londres, y estos le dijeron que devolviera los documentos a la compañía. Así lo hizo. Entonces me llamaron de la compañía y me dijeron que lo que había hecho, en Arabia Saudí, constituía un delito de robo de información y que me iban a detener”.
Foxley logró volver a Londres y llevó el caso ante la Justicia. El juicio se espera que salga a lo largo de este año. Foxley, padre de tres hijos, se quedó sin trabajo y se convirtió, dice, en una especie de apestado. “Cuando denuncias a una empresa grande hay un desequilibrio de recursos”, explica. “Pierdes tu empleo, tus ahorros, y tienes dificultades para volver a trabajar en el mismo sector. El dinero empieza a ser un problema. Mis hijos y mi esposa me comprendieron y me ayudaron mucho. Somos católicos, y la religión jugó un papel importante, al proporcionarme un contexto moral contra el que medir mis acciones. Pero se trata de una experiencia muy solitaria”.
Foxley decidió ponerse en contacto con otras personas que habían pasado por lo mismo. Montaron una estructura para ofrecerse apoyo mutuo y para luchar por lograr cambios legales que protejan a quienes deciden dar el paso. En Whistleblowers UK –que no es la única organización de este tipo que surgido en Reino Unido- lo hacen todo online, con un software que pasa las llamadas entre los socios y las oculta. Ni siquiera tienen una sede física, y se financian con donaciones.
Reciben una media de diez llamadas al día, de diferentes países. “Primero se le aclara que todo lo que dice es confidencial y se le ofrece la posibilidad de permanecer en el anonimato”, explica. “Le decimos que lo que le aconsejemos viene de la experiencia, que nosotros también hemos pasado por eso. En función del sector de que proceda, ya sea la Educación, la Sanidad, la Iglesia, se le pone en contacto con denunciantes del mismo sector. Ponemos a su disposición nuestros consejeros legales y terapéuticos. Y tenemos un listado de contactos de periodistas de diferentes medios”.
Whistleblowers UK propone crear una especie de oficina del soplón. “Un ombudsman independiente, con delegados en cada uno de los sectores de la sociedad, con recursos y poderes para investigar”, explica Foxley. “Las multas que se impongan a las organizaciones servirían para financiarlo y para compensar a los personas que deciden dar el paso”.
Lo que caracteriza a estas personas, dice Foxley, es que es actúan “de buena fe”. “En un momento determinado, no vemos otra opción que denunciar una situación injusta”, explica. “Yo, en mi vida normal, si veo que alguien ataca a una persona, trataré de detenerlo. Si veo a alguien robar, iré tras él. Pues esto es lo mismo ¿Por qué lo hice? Porque era lo correcto”.
En español no existe una traducción exacta de la palabra inglesa whistleblower, que literalmente sería soplador del silbato. Existe soplón, pero posee una connotación negativa de la que carece el término inglés. Ian Foxley, fundador de Whistleblowers UK, propone “contadores de la verdad” o “héroes”. Ingeniero aeronáutico, jugador de rugby y teniente coronel retirado de 58 años, Foxley conoce de primera mano las duras consecuencias de contar la verdad. Por eso ha puesto en marcha esta organización sin ánimo de lucro que pretende ayudar y asesorar a aquellos que, como hizo él mismo hace cinco años, deciden arriesgar su seguridad y la de sus familias por actuar de acuerdo a sus principios.
En 2010 Foxley trabajaba para Airbus en un contrato de más de 2.000 millones de euros entre el Ministerio de Defensa británico y la Guardia Nacional saudí. Pero al poco de llegar a Riad empezó a ver cosas que no le gustaron. “Me entregaron un contrato que, como director, debía firmar”, explica, mientras come un sándwich de carne en un viejo pub de York, la ciudad inglesa más cercana al pueblo donde vive ahora con su familia. “Encontré en una línea del contrato una serie de pagos extra y me negué a firmar. Se trataba de pagos a las islas Caimán, a unas compañías que yo no conocía. Empecé a hacer averiguaciones y la empresa se volvió contra mí. Le entregué las pruebas a un general del Ejército británico, a quien conocía desde hacía 20 años. Él habló con el Ministerio en Londres, y estos le dijeron que devolviera los documentos a la compañía. Así lo hizo. Entonces me llamaron de la compañía y me dijeron que lo que había hecho, en Arabia Saudí, constituía un delito de robo de información y que me iban a detener”.
Foxley logró volver a Londres y llevó el caso ante la Justicia. El juicio se espera que salga a lo largo de este año. Foxley, padre de tres hijos, se quedó sin trabajo y se convirtió, dice, en una especie de apestado. “Cuando denuncias a una empresa grande hay un desequilibrio de recursos”, explica. “Pierdes tu empleo, tus ahorros, y tienes dificultades para volver a trabajar en el mismo sector. El dinero empieza a ser un problema. Mis hijos y mi esposa me comprendieron y me ayudaron mucho. Somos católicos, y la religión jugó un papel importante, al proporcionarme un contexto moral contra el que medir mis acciones. Pero se trata de una experiencia muy solitaria”.
Foxley decidió ponerse en contacto con otras personas que habían pasado por lo mismo. Montaron una estructura para ofrecerse apoyo mutuo y para luchar por lograr cambios legales que protejan a quienes deciden dar el paso. En Whistleblowers UK –que no es la única organización de este tipo que surgido en Reino Unido- lo hacen todo online, con un software que pasa las llamadas entre los socios y las oculta. Ni siquiera tienen una sede física, y se financian con donaciones.
Reciben una media de diez llamadas al día, de diferentes países. “Primero se le aclara que todo lo que dice es confidencial y se le ofrece la posibilidad de permanecer en el anonimato”, explica. “Le decimos que lo que le aconsejemos viene de la experiencia, que nosotros también hemos pasado por eso. En función del sector de que proceda, ya sea la Educación, la Sanidad, la Iglesia, se le pone en contacto con denunciantes del mismo sector. Ponemos a su disposición nuestros consejeros legales y terapéuticos. Y tenemos un listado de contactos de periodistas de diferentes medios”.
Whistleblowers UK propone crear una especie de oficina del soplón. “Un ombudsman independiente, con delegados en cada uno de los sectores de la sociedad, con recursos y poderes para investigar”, explica Foxley. “Las multas que se impongan a las organizaciones servirían para financiarlo y para compensar a los personas que deciden dar el paso”.
Lo que caracteriza a estas personas, dice Foxley, es que es actúan “de buena fe”. “En un momento determinado, no vemos otra opción que denunciar una situación injusta”, explica. “Yo, en mi vida normal, si veo que alguien ataca a una persona, trataré de detenerlo. Si veo a alguien robar, iré tras él. Pues esto es lo mismo ¿Por qué lo hice? Porque era lo correcto”.
El sábado pasado, en la sección de Tendencias de La Vanguardia,
salió publicada una entrevista que me hicieron. Comparto con vosotros la
noticia para que podáis leerla.
“Aprendí a dejar de agradar, a no ser obediente y perfecta, causas de mi fibromialgia”
Dos años después de que le diagnosticaran fibromialgia, con un cargamento de pastillas a cuestas cada día y con unos dolores que sólo empeoraban, Maria Àngels Mestre decidió rebelarse. Postrada en la cama durante tres días por una contractura en la pelvis, incapaz de moverse, esta arquitecta barcelonesa que entonces tenía 54 años explica que tomó las riendas de su vida y de su salud. “Decidí que iba a dirigir yo misma mi proceso de curación, que iba a autogestionar mi enfermedad. No volví al hospital, fui abandonando las pastillas, opté por la medicina holística”, explica. Y se curó.
Maria Àngels Mestre ha puesto su experiencia, el camino que ella recorrió, al alcance de todos aquellos que padecen alguna enfermedad crónica. Método Mestre es su cuarto libro, una síntesis de los anteriores que parten de su proceso de superación de la fibromialgia, de sus recomendaciones sobre alimentación para afrontar el cáncer y que ofrece gratuitamente. No quiere sustituir al médico, sino dar unas pautas “para que el enfermo deje de ser paciente y se convierta en el responsable activo de su salud”. Desde una perspectiva global, integrando todo los aspectos del ser humano y su relación con el entorno.
Su anhelo de curarse, explica, es lo que le movió a abrir la mente y cambiar la forma de pensar, sentir y actuar. Había perdido las ganas de vivir, tenía la autoestima por el suelo. “El cuerpo -señala- obedece y enferma”. Por ello indica que para curar el cuerpo hay que cuidar el alma y entender la salud como una globalidad con cinco pilares: espiritual, mental, emocional, bioenergético y físico. La alimentación se convierte en la principal medicina.
Maria Àngels aprendió a perdonar, perdonarse, y a ser antipática. El orgullo perfeccionista, el hacer siempre lo que se esperaba de ella para agradar, la ira contenida… todo fue lanzado por la ventana. Considera que la fibromialgia es una enfermedad que afecta sobre todo a las mujeres debido a una sociedad de patrones machistas represiva para ellas, obligadas a esconder las emociones. “Aprendí a dejar de ser sumisa y obediente, y a decir que no sin que me importase”, explica. ¿Y la familia?. “Al principio estaban trastornados, pero también han aprendido”.
¿Cómo pienso?¿Qué siento? ¿Cómo me relaciono con el entorno y conmigo misma?¿Con el medio en el que vivo?¿En qué me equivoco? La meditación le ayudo a digerir las emociones y a calmar la mente, probó la acupuntura, el shiatsu y llegó a la alimentación macrobiótica. Fue importante, subraya, “aprender a desaprender” y romper prejuicios.
Ella era arquitecta y no podía mover la mano, ni sentarse en una silla. Había ido perdiendo la energía, lo que define como el puente entre el espíritu y la materia, el motor de la acción. Años de mucho trabajo, recuerda, en los que se había apartado de la naturaleza, de sus fuentes de energía que “son medicinas”. El sol, el aire (respiración, ejercicio), el agua, el sueño y la alimentación.
Mestre es hija, sobrina y hermana de médicos, pero decidió hacer su camino en un proceso en el que considera que la alimentación es una cuestión fundamental. Optó por la macrobiótica suprimiendo los alimentos acidificantes, oxidantes, inflamatorios y tóxicos. Entre otras cosas dejó de consumir azúcar, carnes procesadas, conservas y precocinados, lácteos y huevos. Llenó la despensa de cereales integrales, legumbres, algas marinas, pescado pequeño y salvaje, verduras de raíz. La sopa de miso fue uno de sus principales aliados y cada mañana bebe agua de mar.
Siete meses después se encontraba perfectamente y fue entonces cuando decidió cambiar de profesión. Dejó la arquitectura y su puso a escribir su experiencia y a dar charlas. Para vivir “sin tóxicos”, internos y externos. Para ayudar a quien quiera seguir su camino.
La Vanguardia.com TendenciasMaria Àngels Mestre ofrece su experiencia para superar enfermedades crónicas liberando la mente y cambiando hábitos
“No esperes a que te curen, hazlo tú”
Edición impresa Tendencias | 21/02/2015 – 00:00h“Aprendí a dejar de agradar, a no ser obediente y perfecta, causas de mi fibromialgia”
Dos años después de que le diagnosticaran fibromialgia, con un cargamento de pastillas a cuestas cada día y con unos dolores que sólo empeoraban, Maria Àngels Mestre decidió rebelarse. Postrada en la cama durante tres días por una contractura en la pelvis, incapaz de moverse, esta arquitecta barcelonesa que entonces tenía 54 años explica que tomó las riendas de su vida y de su salud. “Decidí que iba a dirigir yo misma mi proceso de curación, que iba a autogestionar mi enfermedad. No volví al hospital, fui abandonando las pastillas, opté por la medicina holística”, explica. Y se curó.
Maria Àngels Mestre ha puesto su experiencia, el camino que ella recorrió, al alcance de todos aquellos que padecen alguna enfermedad crónica. Método Mestre es su cuarto libro, una síntesis de los anteriores que parten de su proceso de superación de la fibromialgia, de sus recomendaciones sobre alimentación para afrontar el cáncer y que ofrece gratuitamente. No quiere sustituir al médico, sino dar unas pautas “para que el enfermo deje de ser paciente y se convierta en el responsable activo de su salud”. Desde una perspectiva global, integrando todo los aspectos del ser humano y su relación con el entorno.
Su anhelo de curarse, explica, es lo que le movió a abrir la mente y cambiar la forma de pensar, sentir y actuar. Había perdido las ganas de vivir, tenía la autoestima por el suelo. “El cuerpo -señala- obedece y enferma”. Por ello indica que para curar el cuerpo hay que cuidar el alma y entender la salud como una globalidad con cinco pilares: espiritual, mental, emocional, bioenergético y físico. La alimentación se convierte en la principal medicina.
Maria Àngels aprendió a perdonar, perdonarse, y a ser antipática. El orgullo perfeccionista, el hacer siempre lo que se esperaba de ella para agradar, la ira contenida… todo fue lanzado por la ventana. Considera que la fibromialgia es una enfermedad que afecta sobre todo a las mujeres debido a una sociedad de patrones machistas represiva para ellas, obligadas a esconder las emociones. “Aprendí a dejar de ser sumisa y obediente, y a decir que no sin que me importase”, explica. ¿Y la familia?. “Al principio estaban trastornados, pero también han aprendido”.
¿Cómo pienso?¿Qué siento? ¿Cómo me relaciono con el entorno y conmigo misma?¿Con el medio en el que vivo?¿En qué me equivoco? La meditación le ayudo a digerir las emociones y a calmar la mente, probó la acupuntura, el shiatsu y llegó a la alimentación macrobiótica. Fue importante, subraya, “aprender a desaprender” y romper prejuicios.
Ella era arquitecta y no podía mover la mano, ni sentarse en una silla. Había ido perdiendo la energía, lo que define como el puente entre el espíritu y la materia, el motor de la acción. Años de mucho trabajo, recuerda, en los que se había apartado de la naturaleza, de sus fuentes de energía que “son medicinas”. El sol, el aire (respiración, ejercicio), el agua, el sueño y la alimentación.
Mestre es hija, sobrina y hermana de médicos, pero decidió hacer su camino en un proceso en el que considera que la alimentación es una cuestión fundamental. Optó por la macrobiótica suprimiendo los alimentos acidificantes, oxidantes, inflamatorios y tóxicos. Entre otras cosas dejó de consumir azúcar, carnes procesadas, conservas y precocinados, lácteos y huevos. Llenó la despensa de cereales integrales, legumbres, algas marinas, pescado pequeño y salvaje, verduras de raíz. La sopa de miso fue uno de sus principales aliados y cada mañana bebe agua de mar.
Siete meses después se encontraba perfectamente y fue entonces cuando decidió cambiar de profesión. Dejó la arquitectura y su puso a escribir su experiencia y a dar charlas. Para vivir “sin tóxicos”, internos y externos. Para ayudar a quien quiera seguir su camino.
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