martes, 25 de junio de 2013
vivir sin TV - droga
Gabriel Cortina lleva 10 años casado y no hace mucho
decidió cambiarse de casa con su mujer y sus tres hijos a la sierra de
Galapagar (Madrid). En su «nueva vida», este matrimonio decidió que la
televisión no formaría parte de ella. «Hemos pasado muchas horas juntos físicamente, pero pasando canales con el mando,
por lo que no hablábamos, y ni siquiera nos divertía lo que veíamos»,
asegura Gabriel.
«Ahora estamos encantados. Tenemos una tele, pero hemos
desconectado la antena. Sólo los sábados, después del desayuno, dejamos
que nuestros hijos de 8, 6 y 4 años negocien qué película de vídeo, en
inglés, quieren ver».
Asegura que, además de fomentar su habilidad de
negociación, sus tres pequeños dedican muchas horas a jugar juntos, a
realizar manualidades, a inventarse juegos... Su creatividad y relación ha incrementado de manera considerable desde que no se pone la televisión.
Asegura que sus hijos lo llevan con naturalidad. «Lo
importante no es solo quitarles la tele, es hacerlo y, además, dotarles
de alternativas para que descubran otras formas de ocio. Se lo
recomiendo a todo aquel que quiera apostar por su pareja y familia».
«Llevamos muy bien lo de vivir sin televisión en casa
—afirma con total rotundidad Cristina Casamayor—. Nos da tiempo a hacer
todo y fundamentalmente a estar juntos y poder comunicarnos, contarnos
nuestras cosas, sentirnos más cerca, compartir o leer. Nos sentimos con
plena libertad porque no dependemos de horarios para ver uno u otro
programa».
A Cristina le parece increíble que a pesar de no tener
televisión en casa, sus cinco hijos se saben con detalle casi todas las
series que ponen porque sus amigos se las cuentan en el cole.
Como en muchos hogares en los que no hay televisión, sus
hijos ven algo de tele cuando visitan a su abuela los domingos, «aunque
siempre les digo que primero miren en el periódico qué programa, nada de
ver la tele porque sí, cualquier cosa que pongan».
No obstante, ellos utilizan internet para buscar
información, para sus estudios o si alguna vez quieren ver algo que les
inquiete. «Hemos visto partidos de fútbol o algún programa que
consideramos que tiene interés informativo o formativo. No es una
negación total a la televisión».
Cuando Isabel se casó y se fue a vivir con su marido a un
apartamento, este matrimonio decidió no comprar una tele. Y hasta el día
de hoy... con diez hijos de por medio. «Cuando alguno se ha quejado de
que sus amigos de clase sí la ven, yo les contesto que sin tele en casa tienen más tiempo para hacer otras cosas y yo para dedicarme a ellos,
en vez de estar sentada mirando una pantalla. La tele atonta. Ellos
saben que son diferentes, pero para bien. Conocen lo que es vivir sin
televisión y se dan cuenta de que no es ningún trauma», apunta Isabel.
Los domingo van a casa de la abuela, y allí sí ven algo de
televisión. «No somos padres controladores, sí educadores», dice Isabel.
Lo que sí hay en su casa es un ordenador, situado en el salón, y al que
tienen acceso de media hora, por turnos, para evitar peleas.
Los españoles pasamos una media de cuatro horas diarias viendo la televisión. No son pocos los estudios que advierten de los peligros que
ello supone, sobre todo cuando son los niños los que están delante de
la pantalla: desarrollo de enfermedades cardiacas, obesidad, problemas a
la hora de relacionarse con otras personas, no diferenciar entre la
ficción y la realidad... por no hablar del aislamiento, falta de sueño o
malos resultados escolares.
Para Sergi Banús, psicólogo clínico infantil y director de Psicodiagnosis.es,
la cuestión se centra, más que en el tiempo que pasan frente a una
pantalla —lo que ya considera importante— en la calidad de los
contenidos. «Actualmente existen programas muy tóxicos y que están
generando mucho daño a los niños y adolescentes porque les muestran unos modelos de personas sin valores que nos les aporta nada positivo si deciden imitarlos».
Alejandro Iglesias, tutor de la Fundación Universidad de
Padres, añade que «no es difícil encontrar escenas de violencia,
insinuaciones eróticas o valores de triunfo en la vida que se alejan
bastante de la realidad y que acompañan a mucha de la programación
infantil».
De la denostada «caja tonta» se ha pasado a la «televisión
basura». Los expertos en psicología, pedagogía y comunicación insisten
en que se debe controlar el tiempo de exposición y los contenidos que los niños ven en la televisión.
En definitiva, hay que enseñarles a hacer un buen uso de ella para que
sirva de instrumento de ocio y distracción y no perjudique a nadie.
Joaquín Arozamena, profesor de la Universidad Francisco de
Vitoria y experto en comunicación, lo explica con un ejemplo muy
ilustrativo. «Con el uso de la televisión ocurre como con el de un cuchillo:
sirve para preparar el bocadillo, pelar la manzana… y para matar. Son
los padres, sobre todo, los que deben manejarlo y enseñar a manejarlo.
Eliminar los cuchillos de casa, ¿a qué dieta nos condenaría?».
He aquí la cuestión. Mientras en algunos hogares se deja al
niño horas y horas frente al televisor «para que no moleste», hay otras
familias que han apostado firmemente por eliminar «el cuchillo» de casa
y no tienen ninguna televisión en su hogar. Se trata de una decisión
libre, no exenta de detractores, pero por la que se apuesta en más
hogares de lo que en principio pudiera parecer por la multitud de
beneficios que les aporta a sus seguidores, tanto a los padres como
pareja, como a los hijos como miembros de la familia.
Las familias que se han inclinado por esta última opción
apuntan en una misma dirección: se sienten más libres por no depender de
los horarios que marcan los programas, se estimula la comunicación y
las relaciones entre los padres y de éstos con los hijos, se favorece la
creatividad, ya que los hijos ocupan su tiempo libre con juegos,
deporte... No niegan que sus hijos les preguntan en ocasiones por qué
ellos no tienen televisión en casa, sobre todo cuando sus amigos de
clase comentan la serie del día anterior, «pero viven contentos porque
hacen muchas actividades durante el día y se divierten. No supone ningún trauma», aseguran los padres.
El psicólogo clínico Sergi Banús reconoce que el argumento
principal para tomar esta drástica medida de prescindir de televisión
reside en que, «sin duda, la familia gana en comunicación». En la misma
línea se manifiesta el tutor de la Fundación Universidad de Padres al
concretar que, por ejemplo, en el caso de la comida familiar en la que
la televisión recibe el protagonismo se está destruyendo un buen momento de conversación que actualmente es muy necesario,
especialmente en el caso de tener hijos adolescentes. «No tener
televisión puede evitarnos muchos problemas. Esto no quiere decir
—prosigue— que tengamos que negarnos el acceso a toda la información que
ofrece. Actualmente podemos seleccionar y ver online en internet los
programas y películas que nos parezcan interesantes, informarnos en
medios de comunicación alternativos o incluso acceder a noticias de
diferentes fuentes para contrastar, lo que nos permite no estar sujetos a
las imposiciones y horarios de la programación, que en muchas ocasiones
no respetan las franjas de contenido infantil».
Para Joaquín Arozamena, prohibir a los menores ver la
televisión puede generar que tengan mayor curiosidad por ella, «una
singular apetencia por lo prohibido». Pero el mayor problema que observa
Sergi Banús a no contar con un televisor en casa es que los niños, cuando tienen entre 7 y 9 años, «se puedan sentir distanciados y no formar parte de un grupo por
el hecho de desconocer parte de las conversaciones de sus amigos de
colegio, de su urbanización... cuando comparten detalles de una
determinada serie de dibujos animados o programa infantil. Es un aspecto
que los padres deben tener en cuenta y cuidar con especial atención».
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