Que una dieta baja en calorías hace que nuestra vida sea más longeva y tenga más calidad era algo que se sabía desde hace tiempo. Incluso desde hace siglos.
En tradiciones como la budista o como la
china se hablaba de los beneficios de ser moderado con la comida. Pero no ha sido hasta ahora cuándo se ha descubierto la ciencia que se esconde detrás de esta creencia.
Un estudio publicado
en la revista Cell y dirigido por un equipo de la
Escuela de Salud Pública de Harvard (EE.UU.)
ha identificado en ratones un mecanismo molecular clave que puede
ayudar a explicar por qué comer menos puede prolongar la vida.
Bodhgaya, el sitio de iluminación del Buda (Getty)
La restricción calórica produce un beneficio a nivel celular: l
a protección de las mitocondrias de la oxidación.
Al igual que ocurre con algunos metales, nuestro cuerpo pierde lustre y
se detriora por ese último proceso. Cuando dejamos de comer mucho, en
nuestro cuerpo se produce la restricción de dos aminoácidos,
la metionina y la cisteína. Este efecto a su vez provoca
un aumento en la producción de sulfuro de hidrógeno (H2S),
que se relaciona con la extensión de la vida en gusanos, moscas y la
levadura. Si se anula la producción de H25, pasa lo contrario: las
células se deterioran.
La metionina está presente en una gran cantidad de alimentos,
sobre todo en aquellos que son ricos en proteínas, como la carne o el pescado. También está presente en frutas y verduras, pero en mucha menor cantidad.
La
ubicuidad de este aminoácido esencial hace que para evitarlo,
prácticamente lo único que podemos hacer es recurrir al ayuno o la
contención calórica.
Los autores del estudio han descubierto que la clave está en la restricción de los aminoácidos.
Si la dieta que seguimos se restringe la ingesta de estas dos sustancias, se incrementa la producción de H2S.
Esto explicaría que el ayuno o la disminución significativa de la
ingesta de alimentos provoque una serie de beneficios sobre la salud,
como la protección de la lesión tisular y mejoras en el metabolismo.
James Mitchell, uno de los autores de la investigación, asegura que "
los
resultados sugieren que el H2S es una de las moléculas clave
responsable de los beneficios de la restricción dietética en los
mamíferos y en los organismos inferiores”.
Este
hallazgo podría ser clave a la hora de comprender e incluso retrasar el
envejecimiento humano. Para Mitchell: "hacen falta más experimentos para
entender cómo H2S ejerce sus efectos beneficiosos, pero
los
datos nos dan una nueva perspectiva para dirigir nuestros esfuerzos para
combatir las enfermedades y el envejecimiento humano”.
La restricción dietética no solo moderaría el envejecimiento, sino que también previene contra las
enfermedades neurodegenerativas, el cáncer, diabetes y diversos problemas cardiovasculares.
---------
Una dieta con mucha proteína
puede ser tan dañina como el fumar
Una dieta con mucha carne y quesos puede ser tan dañina como el
fumar, pero un consumo moderado de proteínas es saludable después de los
65 años de edad, según un estudio que publica hoy la revista
estadounidense Cell Metabolism.
Los investigadores hicieron un seguimiento de la dieta y las
condiciones de salud de una amplia muestra de adultos durante dos
décadas y encontraron que el consumo continuado y abundante de proteínas
animales hace que una persona tenga cuatro veces más probabilidades de
morir de cáncer que alguien con una dieta baja en proteínas.
El riesgo de morir de cáncer es comparable al que corre una persona que fuma.
"Existe la noción equivocada de que, porque todos comemos, es fácil y
simple entender la nutrición", señala el autor principal del estudio,
Valter Longo, profesor de la Escuela de Gerontología y director del
Instituto de Longevidad de la Universidad del Sur de California, en el
suroeste de EEUU.
El consumo excesivo de proteína no sólo aparece vinculado a un
incremento sustancial en la mortalidad por cáncer, sino que las personas
de mediana edad que comen mucha proteína de origen animal, incluidas
carnes, leche y queso, son más susceptibles a una muerte temprana en
general, según esta investigación.
De hecho los amantes de la dieta con alto contenido en proteínas
fueron un 74 por ciento más propensos a morir dentro del período de
estudio que los que consumían menos proteínas y también fueron varias
veces más propensos a morir como consecuencia de la diabetes.
El asunto de cuánta proteína debe incluirse en una dieta saludable ha
sido controvertido por mucho tiempo, agitado ocasionalmente por la
popularidad de las dietas con alto contenido proteico como las de las
marcas Paleo y Atkins.
El estudio de la USC encontró que la edad adulta no es una fase
monolítica de la vida, ya que la biología cambia a medida que las
personas envejecen.
La proteína controla la hormona del crecimiento IGF-I, que ayuda en
la etapa de crecimiento del cuerpo, pero se ha vinculado con la
propensión al cáncer. Los niveles de IGF-I caen sustancialmente después
de los 65 años de edad y eso contribuye a un debilitamiento y pérdida de
músculo.
El estudio lleva a la conclusión de que, si bien la ingesta elevada
de proteínas puede ser dañina en la mediana edad, una dieta con niveles
moderados o altos de proteína después de los 65 años de edad puede hacer
que las personas sean menos propensos a las enfermedades.
Un aspecto importante del estudio es que los investigadores
determinaron que las proteínas procedentes de plantas, tales como las
alubias, no parecen tener los mismos efectos sobre la mortalidad que
tienen las de origen animal.
"La mayoría de la gente en Estados Unidos come casi el doble de las
proteínas que deberían ingerir y quizá el mejor cambio sería bajar la
ingesta diaria de todas las proteínas pero especialmente las de origen
animal", señaló Longo.
Las conclusiones de este estudio sustentan las recomendaciones de
varias agencias de salud según las cuales un consumo saludable es de
unos 0,8 gramos de proteína por kilogramo de peso corporal cada día en
la edad mediana.
Por ejemplo, una persona que pesa 59 kilogramos debería consumir cada
día entre 45 y 50 gramos de proteína por día con una preferencia por
las proteínas de origen vegetal, como las legumbres.
Los investigadores califican como dieta con alto contenido de
proteínas una en la cual al menos el 20 por ciento de las calorías
procedan de proteínas, incluidas las proteínas de origen vegetal o
animal.
Una dieta moderada incluye del 10 al 19 por ciento de calorías
procedentes de proteína, y una dieta baja es la que incluye menos del 10
por ciento de proteína