Un estudio publicado en la revista Cell y dirigido por un equipo de la Escuela de Salud Pública de Harvard (EE.UU.) ha identificado en ratones un mecanismo molecular clave que puede ayudar a explicar por qué comer menos puede prolongar la vida.
La restricción calórica produce un beneficio a nivel celular: la protección de las mitocondrias de la oxidación. Al igual que ocurre con algunos metales, nuestro cuerpo pierde lustre y se detriora por ese último proceso. Cuando dejamos de comer mucho, en nuestro cuerpo se produce la restricción de dos aminoácidos, la metionina y la cisteína. Este efecto a su vez provoca un aumento en la producción de sulfuro de hidrógeno (H2S), que se relaciona con la extensión de la vida en gusanos, moscas y la levadura. Si se anula la producción de H25, pasa lo contrario: las células se deterioran.
La metionina está presente en una gran cantidad de alimentos, sobre todo en aquellos que son ricos en proteínas, como la carne o el pescado. También está presente en frutas y verduras, pero en mucha menor cantidad. La ubicuidad de este aminoácido esencial hace que para evitarlo, prácticamente lo único que podemos hacer es recurrir al ayuno o la contención calórica.
Los autores del estudio han descubierto que la clave está en la restricción de los aminoácidos. Si la dieta que seguimos se restringe la ingesta de estas dos sustancias, se incrementa la producción de H2S. Esto explicaría que el ayuno o la disminución significativa de la ingesta de alimentos provoque una serie de beneficios sobre la salud, como la protección de la lesión tisular y mejoras en el metabolismo.
James Mitchell, uno de los autores de la investigación, asegura que "los resultados sugieren que el H2S es una de las moléculas clave responsable de los beneficios de la restricción dietética en los mamíferos y en los organismos inferiores”.
Este hallazgo podría ser clave a la hora de comprender e incluso retrasar el envejecimiento humano. Para Mitchell: "hacen falta más experimentos para entender cómo H2S ejerce sus efectos beneficiosos, pero los datos nos dan una nueva perspectiva para dirigir nuestros esfuerzos para combatir las enfermedades y el envejecimiento humano”.
La restricción dietética no solo moderaría el envejecimiento, sino que también previene contra las enfermedades neurodegenerativas, el cáncer, diabetes y diversos problemas cardiovasculares.
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Una dieta con mucha proteína
Los investigadores hicieron un seguimiento de la dieta y las condiciones de salud de una amplia muestra de adultos durante dos décadas y encontraron que el consumo continuado y abundante de proteínas animales hace que una persona tenga cuatro veces más probabilidades de morir de cáncer que alguien con una dieta baja en proteínas.
El riesgo de morir de cáncer es comparable al que corre una persona que fuma.
"Existe la noción equivocada de que, porque todos comemos, es fácil y simple entender la nutrición", señala el autor principal del estudio, Valter Longo, profesor de la Escuela de Gerontología y director del Instituto de Longevidad de la Universidad del Sur de California, en el suroeste de EEUU.
El consumo excesivo de proteína no sólo aparece vinculado a un incremento sustancial en la mortalidad por cáncer, sino que las personas de mediana edad que comen mucha proteína de origen animal, incluidas carnes, leche y queso, son más susceptibles a una muerte temprana en general, según esta investigación.
De hecho los amantes de la dieta con alto contenido en proteínas fueron un 74 por ciento más propensos a morir dentro del período de estudio que los que consumían menos proteínas y también fueron varias veces más propensos a morir como consecuencia de la diabetes.
El asunto de cuánta proteína debe incluirse en una dieta saludable ha sido controvertido por mucho tiempo, agitado ocasionalmente por la popularidad de las dietas con alto contenido proteico como las de las marcas Paleo y Atkins.
El estudio de la USC encontró que la edad adulta no es una fase monolítica de la vida, ya que la biología cambia a medida que las personas envejecen.
La proteína controla la hormona del crecimiento IGF-I, que ayuda en la etapa de crecimiento del cuerpo, pero se ha vinculado con la propensión al cáncer. Los niveles de IGF-I caen sustancialmente después de los 65 años de edad y eso contribuye a un debilitamiento y pérdida de músculo.
El estudio lleva a la conclusión de que, si bien la ingesta elevada de proteínas puede ser dañina en la mediana edad, una dieta con niveles moderados o altos de proteína después de los 65 años de edad puede hacer que las personas sean menos propensos a las enfermedades.
Un aspecto importante del estudio es que los investigadores determinaron que las proteínas procedentes de plantas, tales como las alubias, no parecen tener los mismos efectos sobre la mortalidad que tienen las de origen animal.
"La mayoría de la gente en Estados Unidos come casi el doble de las proteínas que deberían ingerir y quizá el mejor cambio sería bajar la ingesta diaria de todas las proteínas pero especialmente las de origen animal", señaló Longo.
Las conclusiones de este estudio sustentan las recomendaciones de varias agencias de salud según las cuales un consumo saludable es de unos 0,8 gramos de proteína por kilogramo de peso corporal cada día en la edad mediana.
Por ejemplo, una persona que pesa 59 kilogramos debería consumir cada día entre 45 y 50 gramos de proteína por día con una preferencia por las proteínas de origen vegetal, como las legumbres.
Los investigadores califican como dieta con alto contenido de proteínas una en la cual al menos el 20 por ciento de las calorías procedan de proteínas, incluidas las proteínas de origen vegetal o animal.
Una dieta moderada incluye del 10 al 19 por ciento de calorías procedentes de proteína, y una dieta baja es la que incluye menos del 10 por ciento de proteína