viernes, 30 de enero de 2015

Zumo de naranja y otras basuras

Tu zumo de naranja "natural" puede tener hasta 2 años y otras incómodas verdades alimenticias que desconocías


Cualquiera sabe que el zumo de naranja envasado no es comparable al natural que podemos hacer en casa. Aunque en la botella ponga ‘100% natural de naranjas recién exprimidas”, su sabor, textura y olor es completamente diferente al que podamos hacer nosotros mismos directamente de la fruta.

Pero pocos saben que ese zumo ya hecho podría tener hasta dos años de edad. Esa es la incómoda verdad que revela el último libro de critico Daniel Tapper, responsable de la sección de comida y bebida del diario británico The Guardian.

En ‘The Food Unwrapped’ el autor muestra los trucos que la industria alimentaria utiliza para manufacturar la comida que llega a nuestros platos. Muchos de ellos, pura y llanamente asquerosos.
Zumo de naranjaZumo de naranja

Zumo atávico
Por ejemplo, el citado zumo de naranja. Para hacerlo, las empresas exprimen el jugo a las frutas, y lo calientan a 95 grados durante unos segundos, para a continuación añadir nitrógeno para contener la oxidación del liquido. Tras bajar la temperatura a la mezcla resultante, se almacena en gigantescos tanques en los que puede caber hasta 40 millones de litros.  Muchísima cantidad que, sí, tarda dos años en venderse. Así que es posible que el zumo que hayas desayunado hoy date de 2013.

Daniel Tapper alerta de que este sistema hace que la fructosa del zumo industrial sea mucho mayor que la que puede haber en los preparados caseros. Esa sustancia, el azúcar de las frutas, es sintetizada en el hígado y convertida en grasa. Por lo tanto, si hay mucha, no solo nos engordará, sino que también nos podría provocar problemas cardiovasculares, obesidad o diabetes.

Mucho ojo con los productos ‘con sabor a’
Aunque hay fruta de sobra en el mundo para que las compañías alimentarias aderecen sus productos, muchas veces éstas prefieren decantarse por potenciadores del sabor o condimentos que tienen muy poco de frutales.

Tapper pone un ejemplo repugnante: muchas veces para dar aroma y sabor a frambuesa, se utiliza un compuesto químico llamado castóreo. ¿Su origen? Las glándulas odoríferas que tienen los castores cerca del ano. 

Otro sabor muy popular, el de fresa, no tienen nada que ver con lo que intenta imitar. Su formula está compuesta por furanyl (un producto proveniente del azúcar cocinado, que huele como la carne quemada), cis-3-hexenal (un liquido incoloro que proviene de la menta destilada) y el acetato de 2-metilbutilo (un químico presente en el tabaco y en la cerveza).


Quesos que no tienen nada de queso
Tapper no da nombres, pero advierte que muchos productos que llevan la etiqueta ‘derivado del queso’ o ‘comida con sabor a queso’ no tienen ni siquiera un 10% de este producto. Para su fabricación han sido usados productos químicos. También advierte que algunos quesos industriales son en realidad un 60% de agua mezclada con una pasta base hecha con una especie de harina que en origen fue queso.

Comida sana que no es tal
Otra de las áreas por donde ataca el autor es la comida supuestamente sana. Tapper denuncia 5 tipos de alimentos que en realidad que no son para nada tan saludables como se anuncian.

El primero de ellos es el muesli industrial. Aunque para muchos es su opción favorita para desayuno, esta combinación de distintos tipos de cereales, miel y fruta contiene una enorme cantidad de azúcar y sal, muchas veces casi más de la mitad de la cantidad recomendada para un adulto.

También advierte sobre los productos bajos en grasas. Muchas veces, para compensar la falta de grasa se aumenta el nivel de azúcar y de sal. El mejor ejemplo de ello son el fiambre de pavo y el jamón de york light.

Mucho cuidado con los cereales procesados 
Mucho cuidado con los cereales procesados


Barritas energéticas. Aunque son vendidas como una especie de bomba de nutrientes, en realidad deberíamos verlas como una especie de chuchería que engorda mucho en muy poco tiempo. Su principal problema es la gran cantidad de azúcares añadidos, que la convierten en toda una bomba calórica.

El yogur helado. En las grandes ciudades españolas han proliferado en los últimos años las franquicias de este tipo de alimentos, que se venden como sustitutos menos engordaste de los helados tradicionales. Pero aunque puedan tener menos azúcar, en realidad tienen más grasa, o viceversa. Así que al final el efecto que provocan sobre nuestros cuerpos es el mismo que un cono  de toda la vida.

Alimentos probióticos. Otro boom que estamos viviendo. Pero hay un problema del que nadie nos ha hablado: al meter estos alimentos en la nevera, estamos acabando con las bacterias que hay en ellos, así que nos perdemos el beneficio que supuestamente tienen.

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