lunes, 1 de octubre de 2012

Una moneda complementaria pretende generar islas de relaciones económicas no capitalistas

Nace la libra de Bristol, un ambicioso proyecto para fomentar la economía de la ciudad inglesa 

 La ciudad de Bristol, en Inglaterra, pone en circulación este miércoles una moneda complementaria a la libra esterlina para promover el comercio y la economía local; una de las iniciativas más ambiciosas de este tipo lanzadas nunca en Europa.

En esta época de crisis financiera florecen las iniciativas para intercambiar productos y servicios al margen del circuito comercial convencional, a través de relaciones más directas entre consumidores y productores. Hay iniciativas que van desde simplemente la donación o el trueque, pasando por los bancos de tiempos, donde cada persona ofrece sus servicios y pide otros basándose en la confianza entre los participantes, hasta redes de empresas cooperativas que pretenden ser completamente autónomas.
Entre medias se sitúan los proyectos de monedas complementarias, generalmente circunscritas a una localidad y que como su nombre indica no pretenden sustituir a la moneda oficial. Georgina Gómez, del Instituto Internacional de Estudios Sociales, un centro de la Universidad Erasmus de Rotterdam con sede en La Haya, explica a RTVE.es las claves de estos sistemas. Es la mayor experta en la que quizá fue la mayor experiencia mundial de este tipo, las Redes de Trueque de Argentina, y conoce bien la iniciativa queahora se pone en marcha en Bristol, Inglaterra.
¿Para qué se pone en marcha una moneda alternativa?
Si todos los días vas al mismo panadero, empiezas a preguntarle por su vida y se genera un vínculo social.
Hay tres objetivos fundamentales. Primero, para lograr que la gente consuma más los productos de una localidad. Normalmente, cuando consumimos solo una parte se ha producido en la localidad y la gran parte en otro lugar. La iniciativa de Bristol está conectada con lo que se produce en zonas rurales de alrededor (farm link, en la jerga). En segundo lugar, se quiere formar una economía más verde, porque al consumir productos locales se gasta menos en transporte, se generan menos emisiones de C02, hay menos contaminación. Y finalmente, se crea una conexión con los productores, hay más cara a cara y más relaciones sociales. Si todos los días vas al mismo panadero, empiezas a preguntarle por su vida y se genera un vínculo social.
¿Cuáles son los problemas o inconvenientes de este sistema?
Hay varios desafíos. El principal es que siempre hay un riesgo de que alguien acumule dinero en esa moneda y no encuentre en qué gastarlo. Otro problema es de la difícil toma de decisiones --un reto de toda acción colectiva-- para determinar cómo se equilibran las relaciones de poder en este entorno, para que los más grandes no impongan condiciones a los pequeños, por ejemplo. Normalmente, la gente entra con mucho entusiasmo en estos proyectos y a medida que ve estos problemas, se retira.
¿Por qué no suelen participar más que pequeños comerciantes?
Estas iniciativas interesan a las personas de una localidad y las grandes empresas no se plantean participar a una escala tan pequeña. También en algunos casos las normas de las comunidades lo prohíben.
Hay otros detractores de estas iniciativas que dicen que ponen en riesgo la economía...
En Alemania, ante el éxito de una iniciativa, el banco central encargó un estudio y la conclusión fue que se trataba de algo demasiado pequeño como para que supusiera un riesgo para nadie.
Pero, ¿puede servir de freno a excesos de capitalismo financiero?
Eso es precisamente lo que pretenden los que lo lanzan. Se pretenden generar islas con unas relaciones económicas no capitalistas.
¿Cuál es la historia de estas iniciativas?
Empezaron en los años 90 en Canadá, pasaron por América Latina, donde se guiaban más por necesidades de subsistencia, y después fueron llegando a Europa, más por una cuestión ecológica. En Inglaterra existen desde el año 92 y el gobierno de Tony Blair las llegó a promocionar. En Manchester llegó a haber 40.000 participantes en varios proyectos de la ciudad, que se fueron desarmando. Han ido cambiando, pero ahora en Bristol es importante el apoyo de un banco y del municipio. En Bélgica hay una iniciativa avanzanda que funciona solo entre personas jurídicas, con 4.000 miembros activos, que se pagan mediante una tarjeta magnética.
¿Y cabría una interpretación en clave de política local?
Como se busca que se reactive la economía local, también es de esperar que el gobernante gane apoyos, si sale bien, claro.

La libra de Bristol tendrá un valor equivalente al de la libra esterlina, y aunque no es una moneda de curso legal se podrá cambiar por esta otra en una red de oficinas bancarias y se podrán abrir cuentas con lasmismas garantías que las tradicionales, las del fondo de depósitos británico. Y además la libra de Bristol servirá para pagar no solo en comercios, sino también servicios e impuestos municipales.
Este decidido apoyo de una entidad financiera y de una administración son dos importantes diferencias con otros proyectos de este tipo que han tenido una difusión relativamente pequeña.
En Bristol, donde viven medio millón de personas, casi 300 negocios se han adherido ya a este programa, aunque de momento el principal actor es el ayuntamiento --gobernado por los liberal demócratas-- que además de aceptar pagos en libras locales da a sus 17.000 empleados la opción de cobrar una parte de su nómina en esa moneda.
Para usar la libra de Bristol, el resto de personas tendrán que hacerse con ella, bien aceptándola en los comercios como devolución de sus pagos en libras esterlinas, o bien cambiándola por esa divisa en las sucursales bancarias.

Repensar el modelo

Pueden hacerlo simplemente comprando billetes impresos (de 1 a 20 libras; no habrá monedas físicas), pero tanto para comerciantes como para particulares, las ventajas son mayores si se abren cuentas corrientes: todos reciben un 5% extra del dinero que pongan ahí (con límites), y podrán usar el pago a través de mensajes de teléfono móvil.

Las empresas también podrán pagarse facturas entre sí con esta moneda; pero este dinero no irá más allá, porque la libra de Bristol solo se aceptará en Bristol. Y es que el objetivo es precisamente ese: evitar que el dinero generado en el municipio (el valor añadido) se vaya a otras partes.

"Cuando se hace una compra a una multinacional, el 80% del dinero se va de la región, mientras que si se compra a un comercio local, es al revés, se queda el 80%”, explica a la agencia France Presse Ciaran Mundy, uno de los promotores del sistema.

La misma experta espera que la moneda mueva cientos de miles de libras el primer año, y más de una decena de millones el tercer año. Son una previsiones ambiciosas teniendo en cuenta cómo otras iniciativas similares han tenido un desarrollo limitado, aunque en su lanzamiento suelen tener más éxito. Y en este caso, parece que llega en un momento ideal, en una crisis económica causada por los excesos financieros y en un país que ha entrado en recesión, lo que puede hacer que más gente se cuestione el modelo, el fin último de los inspiradores de estas iniciativas.

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