miércoles, 23 de enero de 2019
jueves, 10 de enero de 2019
Peterson: Contra la manipulacion con el Marxismo Cultural
En un momento en el que la ideología de género se ha 
convertido en el pensamiento dominante en los medios de comunicación, en
 el debate institucional, en las universidades, en los productos 
culturales... han empezado a aflorar voces disidentes con el 
establishment intelectual que, con sus matices y diferencias, y a cuenta
 y riesgo de ser lapidados en la plaza digital donde impera el binario 
me gusta/no me gusta, alertan del riesgo de asfixia social y 
homogeneización. 
Una cuadrilla de defensores de la libertad de expresión
 y en contra de la corrección política y la categoría identitaria como 
obligada lente posmoderna para interpretar el mundo, que nutre sus filas
 de psicólogos como Steven Pinker, Jonathan Haidt, Gad Saad, además de 
intelectuales como Roger Scruton, Niall Ferguson, Phillipe Sollers, 
Michel Houellebecq o Alain Finkielkraut... Y entre todos ellos ha 
emergido como un tsunami mediático-social, por su penetración en las 
redes sociales y en el público más joven, el canadiense Jordan B. 
Peterson (Alberta, 1962).
Bastan un par de clics y unos minutos en YouTube para 
descubrir la notoriedad alcanzada en apenas dos años por este profesor 
de psicología clínica de la Universidad de Toronto. Su libro 12 reglas 
para vivir. 
Un antídoto al caos(Planeta/Columna) es un best-seller en 
Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania, con más de 2,5 millones de 
ejemplares vendidos, y sus videos con intervenciones en televisión, 
apasionados debates, consejos médicos o multitudinarias clases en la 
universidad han superado los cuarenta millones de visitas. Sus 
lectores/seguidores son mayoritariamente jóvenes de entre 20 y 35 años.
Cierto es que Peterson, que tuvo su bautismo mediático en 
España con la entrevista que Cayetana Álvarez de Toledo le hizo en 
febrero del 2018 en El Mundo(“hay una crisis de la masculinidad porque 
se culpa a los hombres por el mero hecho de serlo”), incendiando de 
inmediato las redes sociales, no deja indiferente. 
Genera una ingente 
cantidad de artículos a favor y en contra, sobre todo por parte de la 
izquierda norteamericana que le acusa de nutrir moralmente a la derecha 
alternativa con su “misoginia” y de no pasar de la categoría de 
charlatán para millennials. 
Frente a este tipo de reproche contrasta la 
opinión de Camille Paglia, crítica social, feminista heterodoxa y autora
 de libros seminales como Vamps (1994), que lo considera “el pensador 
más influyente que ha surgido de Canadá desde Marshall McLuhan”.
 
    
Bastan un par de clics y 
unos minutos en YouTube para descubrir la notoriedad alcanzada en apenas
 dos años por este profesor de psicología clínica de la Universidad de 
Toronto
 
  
 
Ante esta disparidad de opiniones, 12 reglas para 
vivir ejerce como introducción al pensamiento de Peterson y es una 
síntesis de la monumental Maps of meanig: The architecture of belief 
(Routlege, 1999). Con título y apariencia de manual de autoayuda 
(algunas de sus páginas contienen mensajes simples y directos que él 
recomienda a sus pacientes: 
“Ordena tu habitación antes de criticar el 
mundo”, “di la verdad, o por lo menos no mientas”, “enderézate y mantén 
los hombros hacia atrás”), es ante todo una carga en profundidad contra 
el pensamiento posmoderno que “substituyó la lucha de clases por la 
lucha de identidades”.
Peterson, que se define como un “liberal británico 
clásico”, repudia la ideología de género, el identitarismo, el lenguaje 
inclusivo (“no voy a aceptar el territorio lingüístico de la izquierda 
radical, lo hagan ley o no), la idea, en definitiva, de que todo es una 
construcción social. Un cóctel, sostiene, que ha “colonizado” los campus
 universitarios con la “victimización de infinitos grupos por raza, 
religión...” y que tiene en los hombres jóvenes su objetivo a batir. 
Una
 “caza” que está provocando una “crisis de la masculinidad porque se 
culpa a los hombres por el mero hecho de serlo, están perdidos, sin 
rumbo”, acobardados, castrados por el “intento de feminizarlos”, lo que 
empuja a muchos “en brazos de los extremismos de izquierda y de 
derecha”.
Estudioso del cristiano, el judaísmo y de filosofías 
orientales como el budismo y el taoísmo –su obra tiene una fuerte dosis 
de misticismo, con una clara influencia del pensamiento de Carl Jung–, 
Peterson defiende la individualidad del hombre frente al colectivismo, 
el relativismo, y el “optimismo progresista”, para hacer frente a una 
vida que es sufrimiento (Buda) –pone como ejemplo las atrocidades 
cometidas en la era de las ideologías por el nazismo y el comunismo ( 
Archipiélago Gulages su libro de cabecera)– y que por ello exige lucha, 
esfuerzo, y “asumir la responsabilidad” de tu propio destino. 
Lo opuesto
 a ese “hombre-niño” que proliferaría y que él detesta y trata de 
trasformar. Peterson interpreta la vida como un balance entre el orden y
 el caos (el yin y el yang) en el que es indispensable “una jerarquía de
 valores compartidos”, reglas, patrones, creencias, para evitar que el 
“horror de la existencia” derive en nihilismo, conflicto con otros 
grupos, guerra...
El canadiense más conocido hoy en el mundo, con permiso 
del presidente Justin Trudeau (“es un Peter Pan”), no inventa, pues, 
nada nuevo en el pensamiento conservador, pero actualiza (es todo él una
 figura pop) y defiende con pasión unos postulados que, si bien no pocos
 tachan de carcas y reaccionarios (“es el custodio del patriarcado”, 
según The New York Times), millones de personas los han acogido como una
 tabla de salvación para tiempos convulsos.
Jordan B. Peterson
martes, 8 de enero de 2019
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