domingo, 12 de mayo de 2013

concepto del Vivir Bien (suma qamaña en aymara y sumaj kawsay en quechua

 La Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (CAOI) ha desarrollado un largo proceso de discusión acerca del Buen Vivir, propuesta central de los pueblos indígenas y sus organizaciones. 
La sistematización de este debate y una investigación desarrollada en los países que la integran, ha sido publicada en el libro :
Buen Vivir / Vivir Bien. Filosofía Políticas, Estrategias y Experiencias Regionales Andinas
 Dibujo_med
Este libro aparece precisamente cuando en todo el planeta se buscan alternativas a la crisis global provocada por los "mercados".
En primer lugar, el texto busca las raíces de los términos quechua y aymara del Buen Vivir/Vivir Bien. Así, explica que desde la cosmovisión aymara, “suma qamaña” se traduce de la siguiente forma: Suma: plenitud, sublime, excelente, magnifico, hermoso. Qamaña: vivir, convivir, estar siendo, ser estando. Entonces, la traducción que más se aproxima de “suma qamaña” es “vida en plenitud”. Hoy se traduce como “vivir bien”.

Ayni incumplido significa deuda, responsabilidad y culpa.


El concepto del Vivir Bien (suma qamaña en aymara y  sumaj kawsay en quechua) se refiere a las relaciones de equilibrio de las personas en sociedad y en armonía con la naturaleza.
El vivir bien con la naturaleza. El vivir bien con la naturaleza significa vivir en equilibrio y armonía con lo que nos rodea.
El suma qamaña está compuesto de dos raíces, suma es bonito, hermoso, bueno, amable y qamaña es habitar, vivir, morar, radicar. Se relaciona con qamawi, vida, morada, con qamasa que es energía, qhapax, que tiene muchas provisiones.  

Qamiri es el que sabe vivir bien con la sociedad y la naturaleza, contrario a wajcha, desposeído, quien tiene falta de familia, comunidad, seguridad y falta de vida en abundancia. En quechua es qhapaj y en guaraní iyambae, que también se refiere a una persona que se desarrolla plenamente de manera natural, sin estar sometida a nadie.

Para llegar a ser qhapax o qamiri las personas tienen que atravesar el camino (thakhi) del servicio social y como autoridades, en el que tienen que redistribuir sus esfuerzos y servicios a la comunidad. Es todo lo contrario de la autoridad occidental de servirse de la comunidad. Es también seguir el camino del equilibrio, thakhi, ñan en quechua y  tape en guaraní, no sólo de las personas sino también entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y la mujer.

El Vivir Bien es para los pueblos indígenas vivir en comunidad o convivencia complementaria (ayni) con la sociedad y la naturaleza sin desequilibrios respecto a riqueza y poder. Allí lo más importante es el sentido de pertenencia y responsabilidad con la comunidad, puesto que hay una preocupación y responsabilidad por los demás, de cuidar a todos los miembros de la comunidad, de cuidar de los niños y ancianos. Quien afecta a esto tiene deuda, responsabilidad y culpa.
Atentar a la naturaleza, dañar y afectar al medio ambiente de modo directo e indirecto, explotar o abusar de otros de modo directo e indirecto, someter al prójimo, mentir, robar, no trabajar con las manos no es vivir bien. No se puede vivir bien si los demás viven mal, se trata de vivir como parte de la comunidad, con protección de ella, sin afectar a otros y a la naturaleza. Por tanto, muchos pueblos indígenas de tierras bajas y altas mantienen sus ancestrales modos de organización comunal, basados en la complementariedad y el trabajo comunal. Esta  manera de organización es apropiada al cuidado de la naturaleza y la convivencia comunal.
Al mismo tiempo hay una moral de evitar la explotación humana. Al respecto hay más bien una relación armónica que reconoce el sacrificio de las personas. En el Vivir Bien no hay depredación, contaminación, consumismo y desequilibrios sociales. Esto es diferente en relación al vivir mejor y la lógica de consumo occidental, que es individual, separado de los demás e inclusive a expensas de los demás y separado de la naturaleza. El vivir bien incluye la afectividad, el reconocimiento y prestigio social, a diferencia del concepto occidental de “bienestar” que está limitado al acceso y a la acumulación de bienes materiales.

Todos los seres tenemos espíritu y género
Más allá de las conocidas obras de hidráulica (camellones) y de infraestructura (caminos, terrazas y edificaciones) construidas en el pasado, la diversidad de pueblos indígenas andinos y amazónicos desarrollaron en base a los conocimientos locales tecnologías productivas apropiadas y sostenibles en medios o ecosistemas frágiles (bosques y alta montaña). Vale decir que hubo aprovechamiento y producción en espacios naturales frágiles (en tierras altas y bajas).

Los profundos conocimientos de biodiversidad en diferentes ecosistemas han aportado en el tema de la alimentación (papa, quinua, maíz…), la farmacología (en base a recursos naturales propios) y diversos aspectos. Al respecto, los conocimientos milenarios y la producción de los pueblos indígenas se basan en la procreación de la vida y están relacionados con la espiritualidad de la naturaleza.

En la comunidad los ríos, peces, bosques, nubes es comunal, vale decir de todos. Su economía se basa en la concepción de que todos los seres  tenemos espíritu y genero, es por eso que son apreciados y nadie debe maltratarles. Además se cree que en diferentes lugares moran espíritus que cuidan los bosques, las montañas, la fauna, la flora, las vertientes, lagunas, ríos, etc. Tal es el caso de los pueblos de la Amazonía, que regulan todas las actividades realizando la recolección, caza y pesca de manera pautada. No se caza, ni se pesca mas de lo necesario, es decir, no se abusa de los recursos y el medio ambiente y nunca llega al extremo de cazar y pescar hasta extinguir las diferentes especies.

En los pueblos dedicados a la agricultura se saca lo necesario y se devuelve a la tierra en semillas para la reproducción. Nuestra pachamama nos provee con lo suficiente para las necesidad es de todos, pero no hay para el que quiere demasiado. Si consumes mas de lo que necesitas estás robando a otra persona y eso no es vivir bien. El vivir bien tiene que ver con la moral de la austeridad de los alimentos, que es contrario a la lógica de consumo en el que hay abuso. Según esta concepción indígena ningún gramo de comida debe ser despreciado. Esto no implica que haya hambre y miseria sino abundancia.

Como cualquier tipo de contaminación de tierra, agua, aire, atenta la vida y aleja a los guardianes de la naturaleza (espíritus), los pueblos indígenas hacen ritos de purificación y fertilidad dedicados a los espíritus guardianes, que tanto regulan el equilibrio de los ciclos de lluvias y heladas como evitan sequías y granizos.  Esta concepción espiritual es un mecanismo moral que ayuda a la conservación del equilibrio de la naturaleza y para que la producción o la crianza sean exitosas.

En la concepción de los pueblos indígenas la espiritualidad y el conocimiento están entrelazados, por ejemplo los conocimientos médicos del pueblo kallawaya. Ellos practican medicina del vitalismo, que incluye el mundo espiritual en su explicación de la vida. En cambio la medicina occidental ha cosificado la vida (le ha quitado el espíritu), como fruto de una sociedad patriarcal de banqueros, abogados, economistas, científicos materialistas y otros.
Vida comunal apegada a la tierra
La agricultura de los pueblos amazónicos en las zonas forestales no es intensiva sino complementaria al cuidado de la naturaleza, contrario a una lógica intensiva de la agroindustria que destruye los suelos y extingue las diferentes especies. De esta manera similar los pueblos andinos se dedican a la producción local agropecuaria con el sistema de descanso de la tierra que consiste en regeneración o recuperación de la fertilidad.
El sistema de policultivos produce más variedades, protege la naturaleza y enriquece la tierra y e equilibrio entre las especies. Si aumentan las variedades, las especies no tienen tanta tendencia a producir plagas.
La forma de vivir apegada a la tierra como también las prácticas agropecuarias de las familias indígenas defiende la vida y el equilibrio entre las variedades. En cuanto a la ganadería en las comunidades se crían a los animales como complemento a las actividades agrícolas.
La producción agropecuarias se debe  al conocimiento de indicadores naturales, asimismo las chacras dependen de las lluvias y un poco del riego. Esto quiere decir que se aprovecha el clima para la producción, evitando cualquier daño a la naturaleza.

El sistema de vida apegado a la tierra y las formas de vida tradicional de las comunidades indígenas son mucho más productivos a largo plazo que las grandes explotaciones y monocultivos de la agroindustria, que además causan graves problemas a la naturaleza y la convivencia comunal. La agricultura intensiva basada en insumos fósiles y energías contaminantes, además de ser menos rentable a largo plazo es uno de los mayores peligros para el calentamiento global. En cambio, las prácticas agropecuarias de las familias indígenas en armonía con la naturaleza es la verdadera solución al cambio climático.

Las tierras tiene que tener una prioridad: alimentar a las personar y no a los tanques de combustibles de los coches que pretende la fiebre del agrocombustible. A través de la práctica de la agricultura en armonía con la naturaleza, las mujeres campesinas protegen tanto el equilibrio natural como la alimentación local y de calidad para sus familias. Ellas tradicionalmente han protegido las semillas y la soberanía alimentaria.
Su vida entera gira en torno a la fertilidad, su propio su cuerpo, el cuidado de los niños, el campo, las semillas, el cuidado del agua y los recursos.
-------

David Choquehuanca es profesor, Ministro de Relaciones Exteriores y Culto del gobierno del Presidente Evo Morales Ayma, desde enero de 2006. El Canciller Choquehuanca debió inaugurar las actividades del Primer Foro, con la conferencia sobre el Vivir Bien, sin embargo por razones de fuerza mayor no asistió, pero estuvo representado por el Ministro de Cultura, Pablo Groux. En ausencia del señor Choquehuanca y con el permiso correspondiente hemos creído conveniente transcribir este documento de trabajo de su autoría, por la importancia del tema que habría de orientar las discusiones. Este documento fue elaborado el 2008 y es uno más de sus aportes a la interpretación del Vivir Bien. Agradecemos a Pedro Luis Castellanos, médico, salubrista, experto en políticas públicas y sociales, asistente al Primer Foro Nacional por la Salud de los Pueblos y Naciones de Bolivia el envío de este documento.
Imagen: La Razón, periódico boliviano.

 La orientación del presente recorrido es contribuir a la reconstitución de la filosofía andina en el caso específico de una filosofía política, en el entendido de que a toda cultura subyace una comprensión y un ejercicio particulares de política.

¿Por qué y cómo es posible ello?

Hay una realidad natural vivida de diferentes formas culturales. La consecuencia de esto son los mundos de vida que presuponen una religión, una economía, una política, una medicina, una educación, una historia y, naturalmente, una filosofía.

¡Qué lejos estamos, entonces, de la ignorante, negadora y colonial creencia de suponer que la filosofía es sólo griega por su nacimiento! ¡Más lejos aún de aceptar que lo que filosóficamente ocurre en occidente es lo que filosóficamente ocurre en todas las culturas de la realidad natural que es el mundo que todos debemos compartir! 

Definitivamente, ni la filosofía es prerrogativa de una cultura ni todas las demás culturas son ni deben ser únicamente lo que una cultura sufre (y, quizás por la soledad que ello involucra, esa cultura desea que todas las demás también sufran como sufre ella, para que su soledad sea menos intensa, menos trágica, más tolerable).

sábado, 4 de mayo de 2013

La historia interpretada desde el avance debido a la PAZ y no a la GUERRA

LA PAZ PARTERA DE LA HISTORIA

Esta obra, coordinada por Juan Manuel Jiménez Arenas y Francisco Muñoz, hace una propuesta de lectura de la Historia que da preeminencia a la gestión pacífica de los conflictos en las dinámicas sincrónicas y diacrónicas de las sociedades humanas

Con el título “La paz, partera de la historia”, la Editorial Universidad de Granada (eug) publica, en colaboración con el Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada, una monografía coordinada por los profesores de la UGR Manuel Jiménez Arenas y Francisco Muñoz, en la que se hace una propuesta de lectura distinta de la Historia, pues se da preeminencia a la gestión pacífica de los conflictos en las dinámicas sincrónicas y diacrónicas de las sociedades humanas.

El volumen, publicado en la colección “Eirene”, se hace eco del hecho de que la paz y la regulación pacífica de los conflictos han sido dos de las grandes preocupaciones del siglo XX y lo son ahora del actual siglo XXI, como motivo de interés de políticos, religiosos, gente de diversas culturas y estatus sociales, jóvenes, empresarios, trabajadores, en definitiva, de la opinión pública en general.

Según los coordinadores de este libro, “la Historia de la Paz, de la cual este volumen es a la vez deudor y contribuidor, aspira a interpretar el pasado en clave de paz, una paz mayoritariamente silenciada y que es necesario recuperar para que ocupe los mayores espacios públicos y políticos, y para que ayude a tomar conciencia de las capacidades que tenemos los seres humanos para la regulación pacífica de los conflictos”.

El título de esta monografía se justifica, a decir de los autores, porque “la imagen del nacimiento de un ser humano es una de las más bellas y felices que podemos tener”. En el nacimiento se concentran todas las expectativas de la comunidad, de la vida y de las sociedades. Así, desde el mundo antiguo se ha relacionado a la mujer con la tierra, la abundancia y, por extensión, con el conjunto de virtudes garantes del bienestar, entre ellas, la paz.

Con 300 páginas, este volumen cuenta, además de la introducción de los coordinadores, con los siguientes trabajos y autores:

“La paz, partera de la historia”, por Manuel Jiménez Arenas y Francisco Muñoz;

“Interpretando los recintos de fosos de la prehistoria meridional europea: la tesis belicista a examen”, a cargo de José E. Márquez Romero y Víctor Jiménez Jáimez;

“Fenicios en el Mediterráneo: modelos de las relaciones interculturales”, de José Luis López Castro;

“Paz y consenso en la política de Constantino”,
por José Fernández Ubiña;

“Historia de la paz y Antigüedad tardía: un giro epistemológico”,
a cargo de Purificación Ubric Rabaneda;

“Carlos V: iconografía para una paz imperfecta”,
de Agustín Martínez Peláez;

“Isabel de Borbón, Paloma medianera de la paz: políticas y culturas de pacificación de una reina consorte en el siglo XVII”,
a cargo de Laura Oliván Santaliestra;

“La difusión del pacifismo en España (1896-1936). Libros y folletos en torno a la cuestión de la paz (1896-1936”, escrito por Luis P. Martín;

“Performative protest and media reception: the case of draft resistance Turing the Vietnam war”, de Michael S. Foley; 


“The role of peace museums in promoting a culture of peace
”, a cargo de Peter van den Dungen; y
Expresiones de cultura de paz en Colombia: historia de sus significados en contextos de violencias y construcción de paz en Colombia”, de Esperanza Hernández Delgado.

pazparteraeug

jueves, 2 de mayo de 2013

Semana de 21 horas

Portada edición Icaria Asaco
Florent Marcellesi, coordinador de Ecopolítica
Artículo publicado en la revista Alternativas Económicas, nº2

El crecimiento de los años noventa y dos mil era insostenible. Tan insostenible que al estallar la burbuja inmobiliaria, España cuenta con la segunda tasa de desempleo más alta de la Unión Europea (solo le adelanta Grecia) y vive como si tuviera a su disposición más de tres planetas. Por tanto, desde el ámbito laboral, se deben aportar a la vez soluciones capaces de combatir el paro y reducir drásticamente nuestro impacto sobre el medio ambiente.
En este contexto de crisis estructural, el reparto del trabajo y la reducción de la jornada laboral son medidas centrales hacia más equidad y sostenibilidad. De hecho, cumplen con tres objetivos: reforzar la justicia social, preservar el planeta y construir una economía próspera sin crecimiento:
  1. En una sociedad donde el empleo es un valor tan arraigado, el reparto del trabajo permite incluir social y económicamente colectivos fuertemente afectados por el paro de masas (principalmente los jóvenes, las mujeres, las personas mayores o con ingresos bajos). En paralelo, la reducción de la jornada laboral es una apuesta por reequilibrar los tiempos de vida entre trabajo remunerado y no remunerado. Se convierte en una condición necesaria —aunque no suficiente— para permitir una mejor inclusión de las mujeres en el mercado laboral, evitando su “doble jornada”, y para redistribuir las tareas domésticas y de cuidado entre mujeres y hombres.
  2. Avanzar hacia una semana laboral mucho más corta ayuda a romper el hábito de vivir para trabajar, trabajar para ganar dinero, y ganar dinero para consumir (mal y mucho), principal causa de nuestra desmedida huella ecológica. Se trata de diseñar una sociedad donde estamos menos atados al hiperconsumo intensivo en energía y más apegados a actividades sostenibles desde la participación social y ciudadana, la autogestión y la esfera no mercantil.
  3. Como lo ha modelizado el economista Peter Victor y lo dice Tim Jackson, el reparto del trabajo es “la solución más simple y más citada para mantener el empleo sin aumento de la producción”. Además, hay evidencia de que la gente que trabaja menos horas es más productiva y que las sociedades más cohesionadas y equitativas son ecológica y económicamente más fuertes.
Para ser creíble, esta visión sistémica supone pensar al mismo tiempo una distribución más igualitaria de los ingresos (renta básica y renta máxima), una política de formación activa, y, en tela de fondo, un cambio de modelo productivo (empleos verdes) y un cambio cultural para salir de la lógica social del consumismo.

Artículos relacionados: